Porque a mi mujer la habrán criado tan puta. ¿Las putas nacen o se hacen? ¿Las mujeres son putas o se hacen?
Mi
esposa es una mujer guapa con un rostro atractivo y unas carnes imanes
de lujuria. Ella aparenta no darse cuenta de la saliva de los lobos que
derraman como una pleitesía a su estela estrogénica.
Desde que me
enamoré empezó mi calvario. Ella lleva la coquetería a la expresión más
excitante, a la mínima expresión. Se hace la que con ella no es. Yo he
sobrellevado estos años con estoicismo, algunas veces le he reclamado
pero ella sale indemne con sus llantos y con su invitación a que vayamos
al sicólogo. ¿Que le voy a explicar al profesional, que a mi mujer no
puedo controlarla y que si le pongo un guardián las 24 horas del día
terminará acostándose con su cancerbero?
Mi mujer se hace la cojuda,
siempre tiene pretextos. Rápidamente hace migas con cualquiera, con el
vigilante que nos cuida la cuadra donde vivimos, con el vendedor del
mercado, con el taxista. Se consigue sus números de teléfonos celulares y
los trata con una familiaridad cínica. Cuando yo la acompaño está
nerviosa porque repentinamente cualquiera la llama Cecy. Ni siquiera les
ha enseñado a que la respeten, claro, ese es su juego, una invitación a
la irreverencia. Y que casualidad, todos los que están familiarizados
con ella son hombres. Casi no trata con mujeres. Pero ya está pasando
los límites de la ribera opuesta del Rubicón.
Hace poco vino un amigo
mío de la infancia al que no veía hace más de 10 años. Y yo ví que se
cruzaban miradas cómplices entre los dos. Así que me tracé un plan, lo
invité a mi amigo un sábado y justo antes de que llegara me hice el que
salía a comprar pan. Me puse en un parque que colinda con mi casa a
observar. Llegó mi amigo, tocó el timbre y salió mi esposa y ví que se
portó inusualmente cortés lo saludó con un beso en la mejilla y lo hizo
pasar. Cerraron la puerta. La ventana de mi sala es amplia y estaba
abierta por el calor del estío. Yo me puse en la glorieta del parque a
observar con mis catalejos a las aves que pululan por allí y
discretamente con los prismáticos vigilaba la sala de mi casa. Ellos
charlaban animadamente. ¿Qué charlaban? Nada bueno. Conociendo a mi
esposa seguro que ella ya le había dado riendas para tratar temas
íntimos, personales. Porque se reían, como que se burlaban de alguien.
Le estaba contando acaso que yo ronco y que no la dejo dormir. Él le
estaba diciendo entonces que duerma en otra parte, que de vez en cuando
se escape a un hotel. Que él conocía un hotel bastante bueno y módico en
costos. Es decir tempranito nomás, llegaban al tema de la alcahuetería y
el puterío.
Regresé de comprar y lo saludé a mi amigo. Después mi
esposa nos sirvió una bebida y unos emparedados. Y me dí cuenta que se
había cambiado de ropa, se había puesto una blusa recontra escotada,
como dicen una invitación al sufragio japonés (a la erección) y un
pantalón blanco apretadísimo y que le traslucía su ropa interior. Una
descarada. Cuando nos servía la bebida y se agachaba los senos se le
salían del brassiere y los ojos de mi amigo se desorbitaban. Apenas se
fue mi amigo, la increpé que como era posible que sea tan prostituta de
vestirse así sólo para que se la quieran montar. Ella me gritó
defendiendo lo indefendible. Me dijo que basta, que hasta cuando yo le
iba a crear estas escenas, que nuestros hijos ya estaban grandes y que
ella nunca me había faltado el respeto. Y finalmente, el viejo truco,
lloró. Con eso, otra vez, quedé como el malo de la película.
Me dije,
a estos pendejos me los descubro in fraganti, y para ello ideé un plan.
Yo tengo un reproductor de video MP4 de muy poco grosor, que además es
grabador de voz, puede grabar todo lo que le permite la batería en 2
horas, es pequeño y no hace ruido. Invitaría a mi amigo a cenar y los
dejaría solos un buen rato pero previamente dejaría debajo del sofá el
reproductor de MP4 que sería el encargado de grabar todas sus
alcahueterías.
Pasaron los días y lo invité nuevamente a mi amigo y
le dije que se viniera con su enamorada para el sábado para almorzar.
Para suerte mía, mis hijos se habían ido a un retiro religioso fuera de
la ciudad. Entonces íbamos a estar solos los cuatro. Pero si Roberto no
traía a su enamorada ya estaba “medio pecho comido” solo faltaba
ampayarlos. Y ¿que creen? Mi amigo se apareció solo en mi casa y nos
comentó que nos agradecía pero que su enamorada estaba indispuesta y que
no iba a acudir a esta invitación. Yo serví pisco para que hierva la
sangre y les dije voy a comprar unos tamalitos verdes para acompañar el
almuerzo. Ya regreso. Y me fui. Seguro que apenas me había retirado, él
la comenzó a desvestir con la mirada y ella lo hizo con sus manos y
luego se entregaron al único freno que pone fin al pecado, el
desenfreno. Harían el amor en el sofá, él le taparía la boca para evitar
el escándalo y luego se calmarían. Retomarían la cordura totalmente
arrepentidos de haberla retomado. Se acomodarían y me esperarían con un
hálito judásico.
Demoré unos 30 minutos, lo suficiente para que el
temor de verse descubiertos eleve al máximo la lujuria. Al regresar los
ví tranquilos e investigué algún lenguaje de señas entre ellos y no lo
descubrí. Almorzamos, conversamos de antaño, nos reímos. Después Roberto
gentilmente se despidió. Cecy me dijo, cholo, voy a descansar, por
favor me lavas los platos. Y se fue a dormir.
Qué descarada, aunque
sea hubiera fingido que estaba entera para despistarme. Cuando estuve
seguro que ella no regresaría moví el sofá, y saqué el MP4. Me lo llevé
al baño, le puse los audífonos, busqué el archivo de audio y le dí el
play del deshonor. Lo escuché y extrañamente no hubo ninguna
conversación alusiva a pareja ni jadeos ni susurros. ¡¡Qué vivos¡¡ Se
habían dado cuenta de que estaban siendo grabados y habían dejado el
sexo para otra ocasión. En un momento se escuchó en la grabación un
silencio de 3 minutos. Seguro que en ese momento por señas habían
acordado verse en otro lugar.
Y antes de que planeara esta nueva
tarea pendiente, me dí tiempo para disfrutar con mis propias manos,
turbándome más y viceversa.
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