jueves, 27 de junio de 2013

CUENTO CORTO:"TURBÁNDOME MÁS Y VICEVERSA" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN.

Porque a mi mujer la habrán criado tan puta. ¿Las putas nacen o se hacen? ¿Las mujeres son putas o se hacen?
Mi esposa es una mujer guapa con un rostro atractivo y unas carnes imanes de lujuria. Ella aparenta no darse cuenta de la saliva de los lobos que derraman como una pleitesía a su estela estrogénica.
Desde que me enamoré empezó mi calvario. Ella lleva la coquetería a la expresión más excitante, a la mínima expresión. Se hace la que con ella no es. Yo he sobrellevado estos años con estoicismo, algunas veces le he reclamado pero ella sale indemne con sus llantos y con su invitación a que vayamos al sicólogo. ¿Que le voy a explicar al profesional, que a mi mujer no puedo controlarla y que si le pongo un guardián las 24 horas del día terminará acostándose con su cancerbero?
Mi mujer se hace la cojuda, siempre tiene pretextos. Rápidamente hace migas con cualquiera, con el vigilante que nos cuida la cuadra donde vivimos, con el vendedor del mercado, con el taxista. Se consigue sus números de teléfonos celulares y los trata con una familiaridad cínica. Cuando yo la acompaño está nerviosa porque repentinamente cualquiera la llama Cecy. Ni siquiera les ha enseñado a que la respeten, claro, ese es su juego, una invitación a la irreverencia. Y que casualidad, todos los que están familiarizados con ella son hombres. Casi no trata con mujeres. Pero ya está pasando los límites de la ribera opuesta del Rubicón.
Hace poco vino un amigo mío de la infancia al que no veía hace más de 10 años. Y yo ví que se cruzaban miradas cómplices entre los dos. Así que me tracé un plan, lo invité a mi amigo un sábado y justo antes de que llegara me hice el que salía a comprar pan. Me puse en un parque que colinda con mi casa a observar. Llegó mi amigo, tocó el timbre y salió mi esposa y ví que se portó inusualmente cortés lo saludó con un beso en la mejilla y lo hizo pasar. Cerraron la puerta. La ventana de mi sala es amplia y estaba abierta por el calor del estío. Yo me puse en la glorieta del parque a observar con mis catalejos a las aves que pululan por allí y discretamente con los prismáticos vigilaba la sala de mi casa. Ellos charlaban animadamente. ¿Qué charlaban? Nada bueno. Conociendo a mi esposa seguro que ella ya le había dado riendas para tratar temas íntimos, personales. Porque se reían, como que se burlaban de alguien. Le estaba contando acaso que yo ronco y que no la dejo dormir. Él le estaba diciendo entonces que duerma en otra parte, que de vez en cuando se escape a un hotel. Que él conocía un hotel bastante bueno y módico en costos. Es decir tempranito nomás, llegaban al tema de la alcahuetería y el puterío.
Regresé de comprar y lo saludé a mi amigo. Después mi esposa nos sirvió una bebida y unos emparedados. Y me dí cuenta que se había cambiado de ropa, se había puesto una blusa recontra escotada, como dicen una invitación al sufragio japonés (a la erección) y un pantalón blanco apretadísimo y que le traslucía su ropa interior. Una descarada. Cuando nos servía la bebida y se agachaba los senos se le salían del brassiere y los ojos de mi amigo se desorbitaban.  Apenas se fue mi amigo, la increpé que como era posible que sea tan prostituta de vestirse así sólo para que se la quieran montar. Ella me gritó defendiendo lo indefendible. Me dijo que basta, que hasta cuando yo le iba a crear estas escenas, que nuestros hijos ya estaban grandes y que ella nunca me había faltado el respeto. Y finalmente, el viejo truco, lloró. Con eso, otra vez, quedé como el malo de la película.
Me dije, a estos pendejos me los descubro in fraganti, y para ello ideé un plan. Yo tengo un reproductor de video MP4 de muy poco grosor, que además es grabador de voz, puede grabar todo lo que le permite la batería en 2 horas, es pequeño y no hace ruido. Invitaría a mi amigo a cenar y los dejaría solos un buen rato pero previamente dejaría debajo del sofá el reproductor de MP4 que sería el encargado de grabar todas sus alcahueterías.
Pasaron los días y lo invité nuevamente a mi amigo y le dije que se viniera con su enamorada para el sábado para almorzar. Para suerte mía, mis hijos se habían ido a un retiro religioso fuera de la ciudad. Entonces íbamos a estar solos los cuatro. Pero si Roberto no traía a su enamorada ya estaba “medio pecho comido” solo faltaba ampayarlos. Y ¿que creen? Mi amigo se apareció solo en mi casa y nos comentó que nos agradecía pero que su enamorada estaba indispuesta y que no iba a acudir a esta invitación. Yo serví pisco para que hierva la sangre y les dije voy a comprar unos tamalitos verdes para acompañar el almuerzo. Ya regreso. Y me fui. Seguro que apenas me había retirado, él la comenzó a desvestir con la mirada y ella lo hizo con sus manos y luego se entregaron al único freno que pone fin al pecado, el desenfreno. Harían el amor en el sofá, él le taparía la boca para evitar el escándalo y luego se calmarían. Retomarían la cordura totalmente arrepentidos de haberla retomado. Se acomodarían y me esperarían con un hálito judásico.
Demoré unos 30 minutos, lo suficiente para que el temor de verse descubiertos eleve al máximo la lujuria. Al regresar los ví tranquilos e investigué algún lenguaje de señas entre ellos y no lo descubrí. Almorzamos, conversamos de antaño, nos reímos. Después Roberto gentilmente se despidió. Cecy me dijo, cholo, voy a descansar, por favor me lavas los platos. Y se fue a dormir.
Qué descarada, aunque sea hubiera fingido que estaba entera para despistarme. Cuando estuve seguro que ella no regresaría moví el sofá, y saqué el MP4. Me lo llevé al baño, le puse los audífonos, busqué el archivo de audio y le dí el play del deshonor. Lo escuché y extrañamente no hubo ninguna conversación alusiva a pareja ni jadeos ni susurros. ¡¡Qué vivos¡¡ Se habían dado cuenta de que estaban siendo grabados y habían dejado el sexo para otra ocasión. En un momento se escuchó en la grabación un silencio de 3 minutos. Seguro que en ese momento por señas habían acordado verse en otro lugar.
Y antes de que planeara esta nueva tarea pendiente, me dí tiempo para disfrutar con mis propias manos, turbándome más y viceversa.

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