lunes, 24 de junio de 2013

CUENTO CORTO:"TIRO DE GRACIAS" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

Tengo este Smith and Wesson cargado con seis balas. Lo he acariciado varias veces y en estos últimos tiempos he postergado la decisión de encaminar una bala sólo por cobardía. La valentía fue una enfermedad que se me ha ido curando con la edad. En los últimos años, un tiovivo me ha estado rondando la cabeza y su última parada, siempre, es mi sien derecha. La gente dice que soy un siete vicios y no tengo argumentos para contradecir esa opinión. Algunos pueden calificarme de un hijodeputa y se quedan cortos. Reconocerlo es lo único de honestidad que me queda. Me he pasado la vida burlándome de todo y de todos. Y aquí estoy lamentándome. No he tenido coherencia, porque debería morir en mi ley, ser un hijodeputa toda la vida y ser un hijodeputa al final. Sin lamentos. Sería admirable y me ganaría el respeto. En el juego de la vida debí jugarle aunque sea un boletito a mi hijo. Se me fue. Tuve la oportunidad en mis manos, incluso mi hijo me la brindó. Se acercó a pedirme ayuda al final de su carrera y como yo le había fallado, antes, muchas veces, me dijo, piénsalo pá, si no lo haces por cariño aunque sea juégate un albur, a lo mejor me va bien y yo podría ser tu bastón para la vejez. Y yo me molesté todavía, putamadre, me rasgué las vestiduras y le dije que cómo era posible que me dijera eso. Y le fallé en la última vez, era mi última oportunidad y no lo ayudé. Qué estúpido. Me ofreció una transacción, estaba fácil, incluso el monto que me pedía no estaba fuera de mi alcance, no debía invertir mucho. Pero no lo apoyé. Si lo ayudaba quedaba perdonado todo y se quedaba con una deuda eterna conmigo. Qué me hubiera costado ayudarlo aunque sea con alguito. Pero se me fue. Es que a mí tampoco me ayudaron. Ya sé que esto no sirve de justificación. Pero ya lo hice y tengo 80 años, estoy medio ciego y sobretodo, sólo. Hay una bala perdida en el tiempo que ya está encontrando su rumbo y que, inexorablemente, viene por mí. La gente dice que uno de mis peores vicios es jugar juegos de azar. Yo no lo considero un vicio, modestamente, es mi profesión, corrijo, es mi religión. Se supone que a través de muchos años de jugador profesional he desarrollado una intuición especial para descifrar esos códigos que están velados para los profanos y que permiten poseer, a los iluminados como yo, más probabilidades para ganar. Se suponía y en la jugada de mi vida, cometo ese lance, increíble. A mí, todavía. Se me fue la jugada maestra, la que hoy cambiaría mi vida y me permitiría acceder a la muerte entre los míos. Si dicen que al mejor cazador se le va la paloma, diré que al peor jugador, al más vicioso se le fue un águila, porque mi hijo se transformó en un águila y yo pude haberme cobijado ahora, aunque sea un ratito, bajo su égida, sobretodo hoy que más lo necesito. Pero con que cara voy a pedirle perdón, y ayuda. No me habla hace 30 años y tiene toda la razón. Me lo he ganado. He agredido impunemente durante muchos años a su madre, a sus hermanos y a él. He desprestigiado el apellido, lo he relacionado con deudas, con estafas, con inmoralidades. Soy un paria y no puedo pretender ahora reinvindicarme. ¿ Cómo me recordarán en Sullana ? como el alcahuete de los Generales. Es que yo llegué a grandes alturas. Puta, qué tal título, pero es lo máximo que he hecho. Les diré que en los tiempos del gobierno militar yo me ganaba la vida como proxeneta, poniéndoles hembras a los militares y me pasaba de rastrero (recién me he dado cuenta) dirigiéndome a ellos como "mi general". Es demasiado tarde. Ya no se puede retroceder lo vivido. Y todavía pienso, que imbécil conchesumadre. Me pude haber asegurado con mi hijo. En que mierda estaba pensando. No lo veo hace 30 años, no conozco a mis nietos y por supuesto ni siquiera han querido conocerme. Sé de sus venas artísticas y de sus triunfos que no son míos definitivamente. Ya no existo. Vivo en una covacha. Y para colmo hace una hora, el destino, inclemente, ha tocado mi puerta, ha aparecido como una mano que parecía de apoyo pero que a la vez me ha lanzado la última bofetada. Me ha dado el aliento que me faltaba. Mi hijo ha venido a verme con dos hermosos jóvenes, mis dos nietos, a decirme que todo está olvidado, que no ha pasado nada y que quiere que viva con ellos. Y esto, es demasiado para mí. Le he agradecido con las únicas lágrimas que me quedaban, y le he dicho que por favor vuelva en la tarde a recogerme, mientras empaco algunas cosas, para irnos. Sin que él se lo proponga, me ha reducido a la mínima expresión, ya no queda nada de mí, es el adiós. Me siento una alimaña. Pero tamaña nobleza no puedo menos que corresponderla que con este tiro en la cabeza.
(alfredo guerrón)

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