VIDEOS KARAOKE PARA QUE LOS AFICIONADOS DEL MUNDO DE ESTE BELLO ARTE PRACTIQUEN HASTA LA MAESTRÍA Y COMO EJEMPLOS, CANCIONES CANTADAS POR EL BLOGGER.
miércoles, 30 de abril de 2014
lunes, 28 de abril de 2014
domingo, 27 de abril de 2014
UN SENTIDO HOMENAJE PARA TODAS LAS MADRES DEL MUNDO. CANTA CON MUCHO PLACER EL BLOGGER EL HERMOSO TEMA ALUSIVO "AMOR DE MADRE"
HE QUERIDO ADELANTARME A LA FECHA DEL DÍA DE LAS MADRES PORQUE A VECES NOS GANA LA VELOCIDAD DEL DÍA A DÍA (LOS CIBERNAUTAS DEBEN SABER QUE EN EL PERÚ CELEBRAMOS EL DÍA DE LA MADRE EL SEGUNDO DOMINGO DE MAYO).
ASÍ QUE PARA LA AUTORA DE NUESTROS DÍAS VA ESTE HERMOSO TEMA DEL SALSERO VÍCTOR MANUELLE. CON EL PERMISO DE USTEDES LO DEDICO PARA MI MADRE MARUJITA, PARA MI ESPOSA VICKY, PARA MI HERMANA MALENA, PARA MI ABUELINA PEPITA, PARA MI SUEGRA AMANDA, PARA MIS TÍAS MATERNAS VILMA Y MELANIA, PARA MIS PRIMAS, CUÑADAS, SOBRINAS Y PARA LAS MADRES, ESPOSAS Y HERMANAS DE MIS AMIGOS.
sábado, 26 de abril de 2014
viernes, 25 de abril de 2014
miércoles, 23 de abril de 2014
lunes, 21 de abril de 2014
CUENTO CORTO "¿COMO PILATOS?" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN
Estaban
allí convocados alrededor del penúltimo lecho, cada uno con su ansiedad
proporcional al grado de hijo que sentían y tenían especial curiosidad
por escuchar las últimas palabras de su querido padre.
Decir que eran unidos era una exageración a pesar de que estaban re-unidos. En ese instante se notaba en sus respiraciones las inmensas diferencias que siempre los habían caracterizado y que con el correr de los almanaques se hicieron más evidentes.
Eran 8, y ahora sabían que eran 4 medio hermanos de los otros y éstos decían, a su vez, lo mismo. Solamente eran hermanos perfectamente simétricos : 4 y 4. Su padre habíase casado con una primera esposa y luego de enviudar decidió reincidir con una fortuna igual en todo : una esposa y 4 hijos. Estaban allí y no estaban. Los minutos pasaban y veían a papá que hacía esfuerzos cada vez mayores para capturar el aire que ellos sabían le estaban robando y de repente lo veían abrir los ojos y parecía contarlos, recordarlos, vigilarlos. Sentían el innegable orgullo de ser un número que finalmente integraría el 8, la tranquilidad penúltima de papá. Estaban seguros de que se alegraba por la presencia de todos y se disponía a reafirmar su autoridad, aún despidiéndose. Las salidas honrosas eran su especialidad y ellos la esperaban, claro que sí.
La ocasión podía calificarse de ténebre ( sí, se necesitaba una nueva palabra para describirla ). Era el fin, el olvido, la liberación, la regurgitación de los recuerdos, la oportunidad de desensuciar la memoria.
Crecieron con el hábito, implacablemente, impuesto de lavarse las manos. Para limpiarse primero, para librarse de los gérmenes ( ¿librarse? después aprenderían que se habían pasado la vida seleccionando a los gérmenes más fuertes ), para convertir el aseo personal en la obligación moral de cada día. Luego, el lavarse, constituyó una forma sublime de purificarse; significó acceder ,cada vez mejor , a la metamorfosis diaria, y perseguir inútilmente la albura. Todos los hijos aprendieron a conocer perfectamente sus manos antes que sus almas y a restregarse, lograr la eclosión del jabón y el manar de sus efluvios, producir la espuma, sentir que el agua se apoderaba de ellos y agradecer el milagro de lo cotidiano de separar lo artificial de lo natural y nuevamente la fusión, la confusión, como al principio de los tiempos.
Nadie se atrevió a contradecirlo y por eso cada vez resultaron los mejores cómplices para recrear la apabullante parafernalia de lavarse una y otra vez sin ninguna esperanza. Ahora podían preguntarse si lo que hicieron y lo que no hicieron estuvo bien.
Su padre sentía un especial placer al observar el espectáculo casero frecuente de sus hijos despojándose de la sordidez del mundo mediante, los que consideraba, los dos mejores aliados : el agua y el jabón.
Y ellos no recordaban en que momento empezaron a odiar los adminículos de higiene, las toallas nunca secas, el jabón reblandecido, y la sensación de estar permanentemente vigilados ante cualquier mácula que ultrajara sus manos para, a continuación, recibir la orden obsesiva de lavarse. Después se demostrarían para su mínimo equilibrio que no era necesario lavarse una y otra vez y que si las enfermedades tenían que llegar, pues llegarían.
Entre las muchas cosas que aprendieron, decidieron no involucrarse en las situaciones que demandaran decisiones difíciles ; decidieron también no adoptar responsabilidades y dejar pasar las cosas. Pero este comportamiento no fue absoluto. Eran grandes muchachos y abnegadas madres pero conservaban el estigma original, cual pecado adánico. Hasta podría decirse que eran buenos. ¿ Quién no ha tenido una marca original, casi bovina, infligida por sus padres ?
En sus trabajos y en sus casas, recordaban a su padre cuando realizaban el ritual de la purificación, y si alguna vez incubaron una actitud subversiva para contradecirlo, tuvieron que tragarse sus palabras cuando la epidemia del cólera le dió, a su padre, la razón entera y agobiante. Ese día exclamó triunfante :" Yo les dije muchas veces, lavarse es salud. Recuerden siempre lo que produce la cochinada". En adelante debieron lavarse hasta desollarse, hasta sentir la mudanza de la piel casi horaria, hasta que la epidermis fugara y sintieran un ardor especial, una nueva forma de sensualidad para relacionarse con el mundo. Por eso se decía en el barrio, en el trabajo, en las reuniones, que los Fuentes parecían siempre Nuevos. Nadie conocía la terrible verdad de repetir este ritual una y otra vez so pena de contrariar al armónico mundo de equilibrio de su casa cuyo centro de gravedad se había desplazado hacia su padre y permanecía en él.
Que interesante : Nuevos, con pocas responsabilidades, buenas personas, ilustrados e inteligentes. ¡ Qué bonita familia ¡
Se dieron cuenta que el cordón umbilical crecía inversamente proporcionalmente a la distancia que los acercaba a su padre. Y dieron con una solución : alejarse, frecuentarlo poco. Pero pronto sus parejas y sus hijos advirtieron que estaban reproduciendo maníacamente en sus hogares aquello de lo que tanto se quejaron. Recién se dieron cuenta que no podían escapar, estaban atrapados en la telaraña de la Higiene Mayor.
Recibieron de su padre, el mayor de los afectos y así lo trasmitieron a sus hijos. Fueron buenos padres. Pero invariablemente y sin darse cuenta, recordaban sus propias manos, el estigma, las veces en que se liberaron embarrándose de la podredumbre del mundo, el jugar en el fango, los carnavales. Y en el sexo la exploración cotidiana total, el sonrojo por todas las cosas que habían hecho y el remordimiento por la probable censura paterna sobre determinado acto no higiénico. Aprendieron que el fango tiene su atractivo, te ofrece una coraza para mimetizarte, te integra al grupo y precisamente a ellos les daba la razón : no enferma, no mata y no ensucia. Apenas embarra.
Y ¡Qué final ¡ ¿ Quién tenía la razón ?
Tanto haberse lavado para evitar que algo extraño ingresara a su cuerpo ( un riesgo mínimo ) para terminar compartiendo un extraño aparato de diálisis ( un riesgo muy elevado ) en el que los residuos de sangre de una y otra persona se mezclen, es decir cada vez recibir microtransfusiones de sangre.
¡ Qué irónica es la vida ¡ reflexionó una de sus hijas. Ahora para vivir, papá deberá ensuciarse internamente, una y otra vez, y no podrá lavarse. Qué increíble.
Estaban todos juntos como muy pocas veces, tal vez no volverían a reunirse y constituían esa mañana un himno familiar. Esperaban la despedida, la orden, el reproche...Eso era papá.
Y de pronto ocurrió lo poco que faltaba para que lo quisieran para siempre, la coherencia, el vivir lo que se predica, la priorización de las cosas aún en el postrer adiós. Su padre tomó aliento y pronunció, nunca más gravemente, lo que ellos hubieran querido escuchar : "No se olviden de... lavarse las manos" y expiró.
alfredo guerrón ojeda.
Decir que eran unidos era una exageración a pesar de que estaban re-unidos. En ese instante se notaba en sus respiraciones las inmensas diferencias que siempre los habían caracterizado y que con el correr de los almanaques se hicieron más evidentes.
Eran 8, y ahora sabían que eran 4 medio hermanos de los otros y éstos decían, a su vez, lo mismo. Solamente eran hermanos perfectamente simétricos : 4 y 4. Su padre habíase casado con una primera esposa y luego de enviudar decidió reincidir con una fortuna igual en todo : una esposa y 4 hijos. Estaban allí y no estaban. Los minutos pasaban y veían a papá que hacía esfuerzos cada vez mayores para capturar el aire que ellos sabían le estaban robando y de repente lo veían abrir los ojos y parecía contarlos, recordarlos, vigilarlos. Sentían el innegable orgullo de ser un número que finalmente integraría el 8, la tranquilidad penúltima de papá. Estaban seguros de que se alegraba por la presencia de todos y se disponía a reafirmar su autoridad, aún despidiéndose. Las salidas honrosas eran su especialidad y ellos la esperaban, claro que sí.
La ocasión podía calificarse de ténebre ( sí, se necesitaba una nueva palabra para describirla ). Era el fin, el olvido, la liberación, la regurgitación de los recuerdos, la oportunidad de desensuciar la memoria.
Crecieron con el hábito, implacablemente, impuesto de lavarse las manos. Para limpiarse primero, para librarse de los gérmenes ( ¿librarse? después aprenderían que se habían pasado la vida seleccionando a los gérmenes más fuertes ), para convertir el aseo personal en la obligación moral de cada día. Luego, el lavarse, constituyó una forma sublime de purificarse; significó acceder ,cada vez mejor , a la metamorfosis diaria, y perseguir inútilmente la albura. Todos los hijos aprendieron a conocer perfectamente sus manos antes que sus almas y a restregarse, lograr la eclosión del jabón y el manar de sus efluvios, producir la espuma, sentir que el agua se apoderaba de ellos y agradecer el milagro de lo cotidiano de separar lo artificial de lo natural y nuevamente la fusión, la confusión, como al principio de los tiempos.
Nadie se atrevió a contradecirlo y por eso cada vez resultaron los mejores cómplices para recrear la apabullante parafernalia de lavarse una y otra vez sin ninguna esperanza. Ahora podían preguntarse si lo que hicieron y lo que no hicieron estuvo bien.
Su padre sentía un especial placer al observar el espectáculo casero frecuente de sus hijos despojándose de la sordidez del mundo mediante, los que consideraba, los dos mejores aliados : el agua y el jabón.
Y ellos no recordaban en que momento empezaron a odiar los adminículos de higiene, las toallas nunca secas, el jabón reblandecido, y la sensación de estar permanentemente vigilados ante cualquier mácula que ultrajara sus manos para, a continuación, recibir la orden obsesiva de lavarse. Después se demostrarían para su mínimo equilibrio que no era necesario lavarse una y otra vez y que si las enfermedades tenían que llegar, pues llegarían.
Entre las muchas cosas que aprendieron, decidieron no involucrarse en las situaciones que demandaran decisiones difíciles ; decidieron también no adoptar responsabilidades y dejar pasar las cosas. Pero este comportamiento no fue absoluto. Eran grandes muchachos y abnegadas madres pero conservaban el estigma original, cual pecado adánico. Hasta podría decirse que eran buenos. ¿ Quién no ha tenido una marca original, casi bovina, infligida por sus padres ?
En sus trabajos y en sus casas, recordaban a su padre cuando realizaban el ritual de la purificación, y si alguna vez incubaron una actitud subversiva para contradecirlo, tuvieron que tragarse sus palabras cuando la epidemia del cólera le dió, a su padre, la razón entera y agobiante. Ese día exclamó triunfante :" Yo les dije muchas veces, lavarse es salud. Recuerden siempre lo que produce la cochinada". En adelante debieron lavarse hasta desollarse, hasta sentir la mudanza de la piel casi horaria, hasta que la epidermis fugara y sintieran un ardor especial, una nueva forma de sensualidad para relacionarse con el mundo. Por eso se decía en el barrio, en el trabajo, en las reuniones, que los Fuentes parecían siempre Nuevos. Nadie conocía la terrible verdad de repetir este ritual una y otra vez so pena de contrariar al armónico mundo de equilibrio de su casa cuyo centro de gravedad se había desplazado hacia su padre y permanecía en él.
Que interesante : Nuevos, con pocas responsabilidades, buenas personas, ilustrados e inteligentes. ¡ Qué bonita familia ¡
Se dieron cuenta que el cordón umbilical crecía inversamente proporcionalmente a la distancia que los acercaba a su padre. Y dieron con una solución : alejarse, frecuentarlo poco. Pero pronto sus parejas y sus hijos advirtieron que estaban reproduciendo maníacamente en sus hogares aquello de lo que tanto se quejaron. Recién se dieron cuenta que no podían escapar, estaban atrapados en la telaraña de la Higiene Mayor.
Recibieron de su padre, el mayor de los afectos y así lo trasmitieron a sus hijos. Fueron buenos padres. Pero invariablemente y sin darse cuenta, recordaban sus propias manos, el estigma, las veces en que se liberaron embarrándose de la podredumbre del mundo, el jugar en el fango, los carnavales. Y en el sexo la exploración cotidiana total, el sonrojo por todas las cosas que habían hecho y el remordimiento por la probable censura paterna sobre determinado acto no higiénico. Aprendieron que el fango tiene su atractivo, te ofrece una coraza para mimetizarte, te integra al grupo y precisamente a ellos les daba la razón : no enferma, no mata y no ensucia. Apenas embarra.
Y ¡Qué final ¡ ¿ Quién tenía la razón ?
Tanto haberse lavado para evitar que algo extraño ingresara a su cuerpo ( un riesgo mínimo ) para terminar compartiendo un extraño aparato de diálisis ( un riesgo muy elevado ) en el que los residuos de sangre de una y otra persona se mezclen, es decir cada vez recibir microtransfusiones de sangre.
¡ Qué irónica es la vida ¡ reflexionó una de sus hijas. Ahora para vivir, papá deberá ensuciarse internamente, una y otra vez, y no podrá lavarse. Qué increíble.
Estaban todos juntos como muy pocas veces, tal vez no volverían a reunirse y constituían esa mañana un himno familiar. Esperaban la despedida, la orden, el reproche...Eso era papá.
Y de pronto ocurrió lo poco que faltaba para que lo quisieran para siempre, la coherencia, el vivir lo que se predica, la priorización de las cosas aún en el postrer adiós. Su padre tomó aliento y pronunció, nunca más gravemente, lo que ellos hubieran querido escuchar : "No se olviden de... lavarse las manos" y expiró.
alfredo guerrón ojeda.
CUENTO CORTO "CON EL SUDOR DE TU FRENTE" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN
A Felipe, era fácil encontrarlo, con
su cara de circunstancias, sentado -casi con un horario fijo, mañana y
noche- a la derecha del mostrador en la tienda de Don Alberto.
Vivía en la calle Ugarte en la ciudad de Sullana, una hermosa localidad del norte del Perú, apenas a una cuadra de aquella tienda. Era amigo de los hijos de Don Alberto, Wilmer y Miguel. Ellos lo habían recibido hace por lo menos 6 años como un habitúe que luego se transformó en parte del ornato de la fonda. Se diría que Felipe era una estatua que había cobrado vida. Los hijos de don Alberto aceptaron su presencia como la cuota de solidaridad con el prójimo que todos debemos pagar cada día. Felipe se sentaba a las 10 de la mañana y servía para conversar, para ayudar a que pasen las horas y para hacerles bromas a otros pasajeros de la tienda. Luego, a la una de la tarde se iba a almorzar, y tomaba la siesta de rigor. Yo debo tener sangre española decía, porque uno de los mejores inventos del mundo es la siesta. Te ayuda a reponer fuerzas del trajín de pensar, de vivir. En la noche regresaba a su puesto de centinela en el mostrador. Parecía un supervisor y los dueños lo aceptaban así.
Felipe había sido víctima de una broma bastante pesada por parte de Miguel, cuando recién comenzó a llegar a la tienda de Don Alberto. Miguel era un buen muchacho pero criollazo y pícaro. Un día Miguel estaba como burro en primavera después de ver a unas chiquillas en hot pants que - descaradamente le habían coqueteado y se habían dejado manosear para ganar algún regalo de su parte - habían ido a comprar chocolates y el falo le incomodaba, así que se lo acomodó para el costado izquierdo y se acordó que tenía el bolsillo agujereado en ese lado de su pantalón blue jean. Se acomodó el falo pétreo dentro de su bolsillo y hacia arriba, aprovechando el agujero. Y se le ocurrió una broma bastante cruel, para ello se mojó las manos con kerosene, artículo que él también vendía. Luego llegaron dos amigos de Manuel que ya sabían de la broma y esperaron a que venga algún incauto pero conocido. Y para su mala suerte se apareció Felipe. Miguel le dijo, Felipito, házme un favor, sácame de mi bolsillo izquierdo las llaves de la vitrina porque estoy con las manos con kerosene. Y Felipe obedeció. Introdujo su mano y agarró un ser viviente y lo soltó enseguida ante la risotada de los presentes. Y le dijo Miguel, no te juegues así, préstame el baño para lavarme.
Felipe no tenía oficio conocido, ni beneficio decían las señoras chismosas, que como todos sabemos son las notarios en los pueblos chicos. Las personas comenzaban a murmurar y le preguntaban a Felipe su horario de trabajo por incomodarlo pero con él no era. Sus amigos le aconsejaban, Felipe ya debes trabajar, tienes 28 años y debe ser incómodo pedir incluso la comida en tu propia casa si es que no trabajas. Felipe les decía, disculpen pero yo a ustedes no les pido nada porque se erizan. Por supuesto el primero de mayo lo veían y lo felicitaban, con un, Felipito déjame darte un abrazo sobretodo a ti, he venido de lejos solo para rendirte homenaje por el sudor que riegas y que sirve para fertilizar nuestros campos. Se escuchaban los discursos más creativos y propicios para la risa y para pasarla bien. Era la oportunidad para la chacota, la chanza. Y él, impertérrito, sonreía como burlándose de todos. Cuando habían huelgas le decían, Felipe, se han olvidado de asesorarse contigo, tú que eres el experto en esos menesteres por tu declarada huelga indefinida. Pero Felipe ni se inmutaba, hacía de cuenta que hablaban de otro.
Un día llegó a la tienda el rumor de que en la carretera a Querecotillo por la curva del cerro La Nariz del diablo, y a las tres de la madrugada, se había aparecido un fantasma de mujer a una pareja de enamorados. Los había asustado tremendamente pero después les había indicado un lugar para una excavación. Y al hacerla habían hallado unas joyas de oro que los sacó de pobres.
Ese día en la tienda a nadie le interesó el rumor excepto a Felipe. Lo escuchó atentamente y puso en práctica un plan. Consiguió dinero para contratar a un taxista y un miércoles a las 2 de la mañana decidió ir en busca de fortuna. Paró a un taxista y lo contrató para ir a ese sitio. El taxista lo vió con cara de gay, porque siempre llevaba parejas a ese lugar solitario y no a un hombre, y para aclarar el tema le dijo amigo, yo respeto las preferencias personales pero esa nota de arrumacos entre hombres no va conmigo. Felipe se sorprendió de la suspicacia y luego se río. A continuación le dijo al taxista, no, no pasa nada, solo quiero el servicio de taxi. Así que acordaron el precio por una carrera ida y vuelta, que no era poco porque el sitio quedaba a 15 kilómetros de Sullana y la hora era especial. Iniciaron el recorrido y después de unos minutos llegaron a la curva. El cerro La Nariz del Diablo no era tan alto pero al recordar su nombre se persignaron y lo vieron imponente. Felipe le dijo al taxista, espérame unos 15 minutos y luego me llevas de regreso. Se armó de valor porque era consciente de que él valía muy poco, y se adentró hacia la oscuridad. Sacó un rosario de su bolsillo y lo cogió con las dos manos. El viento ululaba glacial, la noche era lo suficientemente oscura para amedrentar a los valientes y Felipe no era propietario de esa virtud, así que sentía escalofríos por cada paso que daba. Y de pronto algo se movió entre unos arbustos y salió despedido. Se movieron las ramas y liberaron a una pareja de búhos que habían sido distraídos en su romance melánico. Alzaron vuelo y se perdieron. Felipe resopló y agarró fuertemente el rosario. Avanzó con más cautela, y en la oscuridad se imaginaba formas pero no había contacto. Continuó, tropezó con algo y cayó al suelo. Tocó a tientas y reconoció el esqueleto de algún animal o de un humano. No tuvo tiempo ni la valentía para disipar la duda. Sudaba frío y estaba a punto de rendirse. Se incorporó y caminó unos pasos y de pronto en el horizonte cercano que marcaba una hondonada vió un resplandor y vió elevarse una especie de sotana blanca que se paró frente a él como a unos diez metros. En la oscuridad de la capucha que dominaba la sotana le pareció ver a una mujer muy triste. Y de pronto escuchó: Feliiiiipeeeeee, a quéééé has veniiiiiido. Felipe antes de desmayarse tomó aliento y le dijo, Animita, anini mimita, quiero plata, dinero. Y el espectro, como son los de su especie, que todo lo saben, le dijo, Trabaaaaja Feliiiiipeeee.
Vivía en la calle Ugarte en la ciudad de Sullana, una hermosa localidad del norte del Perú, apenas a una cuadra de aquella tienda. Era amigo de los hijos de Don Alberto, Wilmer y Miguel. Ellos lo habían recibido hace por lo menos 6 años como un habitúe que luego se transformó en parte del ornato de la fonda. Se diría que Felipe era una estatua que había cobrado vida. Los hijos de don Alberto aceptaron su presencia como la cuota de solidaridad con el prójimo que todos debemos pagar cada día. Felipe se sentaba a las 10 de la mañana y servía para conversar, para ayudar a que pasen las horas y para hacerles bromas a otros pasajeros de la tienda. Luego, a la una de la tarde se iba a almorzar, y tomaba la siesta de rigor. Yo debo tener sangre española decía, porque uno de los mejores inventos del mundo es la siesta. Te ayuda a reponer fuerzas del trajín de pensar, de vivir. En la noche regresaba a su puesto de centinela en el mostrador. Parecía un supervisor y los dueños lo aceptaban así.
Felipe había sido víctima de una broma bastante pesada por parte de Miguel, cuando recién comenzó a llegar a la tienda de Don Alberto. Miguel era un buen muchacho pero criollazo y pícaro. Un día Miguel estaba como burro en primavera después de ver a unas chiquillas en hot pants que - descaradamente le habían coqueteado y se habían dejado manosear para ganar algún regalo de su parte - habían ido a comprar chocolates y el falo le incomodaba, así que se lo acomodó para el costado izquierdo y se acordó que tenía el bolsillo agujereado en ese lado de su pantalón blue jean. Se acomodó el falo pétreo dentro de su bolsillo y hacia arriba, aprovechando el agujero. Y se le ocurrió una broma bastante cruel, para ello se mojó las manos con kerosene, artículo que él también vendía. Luego llegaron dos amigos de Manuel que ya sabían de la broma y esperaron a que venga algún incauto pero conocido. Y para su mala suerte se apareció Felipe. Miguel le dijo, Felipito, házme un favor, sácame de mi bolsillo izquierdo las llaves de la vitrina porque estoy con las manos con kerosene. Y Felipe obedeció. Introdujo su mano y agarró un ser viviente y lo soltó enseguida ante la risotada de los presentes. Y le dijo Miguel, no te juegues así, préstame el baño para lavarme.
Felipe no tenía oficio conocido, ni beneficio decían las señoras chismosas, que como todos sabemos son las notarios en los pueblos chicos. Las personas comenzaban a murmurar y le preguntaban a Felipe su horario de trabajo por incomodarlo pero con él no era. Sus amigos le aconsejaban, Felipe ya debes trabajar, tienes 28 años y debe ser incómodo pedir incluso la comida en tu propia casa si es que no trabajas. Felipe les decía, disculpen pero yo a ustedes no les pido nada porque se erizan. Por supuesto el primero de mayo lo veían y lo felicitaban, con un, Felipito déjame darte un abrazo sobretodo a ti, he venido de lejos solo para rendirte homenaje por el sudor que riegas y que sirve para fertilizar nuestros campos. Se escuchaban los discursos más creativos y propicios para la risa y para pasarla bien. Era la oportunidad para la chacota, la chanza. Y él, impertérrito, sonreía como burlándose de todos. Cuando habían huelgas le decían, Felipe, se han olvidado de asesorarse contigo, tú que eres el experto en esos menesteres por tu declarada huelga indefinida. Pero Felipe ni se inmutaba, hacía de cuenta que hablaban de otro.
Un día llegó a la tienda el rumor de que en la carretera a Querecotillo por la curva del cerro La Nariz del diablo, y a las tres de la madrugada, se había aparecido un fantasma de mujer a una pareja de enamorados. Los había asustado tremendamente pero después les había indicado un lugar para una excavación. Y al hacerla habían hallado unas joyas de oro que los sacó de pobres.
Ese día en la tienda a nadie le interesó el rumor excepto a Felipe. Lo escuchó atentamente y puso en práctica un plan. Consiguió dinero para contratar a un taxista y un miércoles a las 2 de la mañana decidió ir en busca de fortuna. Paró a un taxista y lo contrató para ir a ese sitio. El taxista lo vió con cara de gay, porque siempre llevaba parejas a ese lugar solitario y no a un hombre, y para aclarar el tema le dijo amigo, yo respeto las preferencias personales pero esa nota de arrumacos entre hombres no va conmigo. Felipe se sorprendió de la suspicacia y luego se río. A continuación le dijo al taxista, no, no pasa nada, solo quiero el servicio de taxi. Así que acordaron el precio por una carrera ida y vuelta, que no era poco porque el sitio quedaba a 15 kilómetros de Sullana y la hora era especial. Iniciaron el recorrido y después de unos minutos llegaron a la curva. El cerro La Nariz del Diablo no era tan alto pero al recordar su nombre se persignaron y lo vieron imponente. Felipe le dijo al taxista, espérame unos 15 minutos y luego me llevas de regreso. Se armó de valor porque era consciente de que él valía muy poco, y se adentró hacia la oscuridad. Sacó un rosario de su bolsillo y lo cogió con las dos manos. El viento ululaba glacial, la noche era lo suficientemente oscura para amedrentar a los valientes y Felipe no era propietario de esa virtud, así que sentía escalofríos por cada paso que daba. Y de pronto algo se movió entre unos arbustos y salió despedido. Se movieron las ramas y liberaron a una pareja de búhos que habían sido distraídos en su romance melánico. Alzaron vuelo y se perdieron. Felipe resopló y agarró fuertemente el rosario. Avanzó con más cautela, y en la oscuridad se imaginaba formas pero no había contacto. Continuó, tropezó con algo y cayó al suelo. Tocó a tientas y reconoció el esqueleto de algún animal o de un humano. No tuvo tiempo ni la valentía para disipar la duda. Sudaba frío y estaba a punto de rendirse. Se incorporó y caminó unos pasos y de pronto en el horizonte cercano que marcaba una hondonada vió un resplandor y vió elevarse una especie de sotana blanca que se paró frente a él como a unos diez metros. En la oscuridad de la capucha que dominaba la sotana le pareció ver a una mujer muy triste. Y de pronto escuchó: Feliiiiipeeeeee, a quéééé has veniiiiiido. Felipe antes de desmayarse tomó aliento y le dijo, Animita, anini mimita, quiero plata, dinero. Y el espectro, como son los de su especie, que todo lo saben, le dijo, Trabaaaaja Feliiiiipeeee.
CUENTO CORTO "LOS ABUELOS DE LA NADA" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN
En el balneario de Asia, al sur de
Lima en los veranos, aparecían como por encanto hermosas sirenitas,
reinas madres y los galanes de todos los tiempos.
Las nenas que habíamos visto con indiferencia ahora irrumpían en la arena del Coliseo con su armadura de adolescentes. Y armadas con sus hormonas y sus feromonas lograban distraer a todos, chicos y grandes. Estabas leyendo el periódico y de pronto surgía en la pasarela triunfante una mujer esbelta y abusiva de apenas 14 años. Inevitable bajar el periódico, inevitable bajar las gafas, inevitable no bajar la guardia. Seguíamos la estela de aquella ninfa y en el camino los mancebos olisqueaban y despojaban con la imaginación hasta la más éxtima de sus prendas. Esas niñas eran una plaga. Contribuían al calentamiento total.
Cada año eran un nuevo descubrimiento, un comentario, ¿has visto a la hijita de María? ¡que increíble se ha puesto¡ ¿no? Se preguntaba alguien para obtener la solidaridad y no aparecer como el pedófilo solitario. Los más avezados comentaban, ha sacado el culo a su madre – que todavía está en algo – y en las tetas está por empatarla.
Los galanes de toda la vida se disputaban el cetro de los más “montaraces”, los sementales del estío, según ellos prácticamente todas las mujeres del balneario habían sido sometidas a su intercambio genético.
Hubo una vez una reunión en la que un galán comentaba que se había comido a casi todas las mujeres que estaban presentes. El tipo no creía en nadie, incluso hablaba de sus conquistas que ya estaban casadas. Prácticamente era una máquina de producir semen y de regarlo. Y por supuesto se floreaba diciendo que a todas las dejaba satisfechas. Yo pensaba que me hubiera gustado entrevistar a algunas de sus amantes y si ellas me corroboraban la capacidad amatoria del galán, no quedaba nada más que aplaudir. Pero lo más probable era que la fanfarronería era su modus vivendi. Algunos de los oyentes escuchaban serios y poco a poco se iban acomplejando, pues escuchaban al galán un tipo de 58 años que les espetaba “a esa chiquilla que está bailando, hace dos días le he metido dos polvos y la he dejado como un trapo”.
Yo escuchaba nomás y recordaba que hace poco habíamos ido a un karaoke con mi esposa y a eso de las once de la noche vimos entrar a dos galanes de esos, con 60 años a cuestas, cada uno con un hembrón, hermosísimas, unas verdaderas reinas. Y durante dos horas se dedicaron a tomar licor sobretodo ellos. Yo consideré un deber moral ineludible exponer un manifiesto ante mi esposa y le dije:” mami, disculpa pero si yo fuera uno de ellos, primero tendría un período previo de abstinencia sexual de por lo menos 15 días, haría caminatas y no tomaría ni una maldita gota de licor, en todo caso agua bendita. Que tal desperdicio. Estos patitas tienen a disposición unas reinas pero las chicas los van a tener que llevar en hombros y si van a un hotel con ellos solo van a oirlos roncar”. Por supuesto ellos al otro día van a decir que les metieron 1, 2, 3, 4.....( misma cuenta de boxeo) polvos. Mi esposa aceptó mi comentario y los lapidó, si esos viejitos no pueden ni con su alma y se meten con chiquillas. No les rinden.
Toda la noche escuchamos un solo discurso del “sementerio” andante. Hasta que alguno harto de las glorias de “éxtasis” del padrillo comentó, pero ¿a quién ha salido Pablo tan cacherazo?, porque su padre es súper tranquilo. Debe haber salido a su mamá. Por supuesto que las risotadas se escucharon a varios metros. Cuando vino Pablito de bailar con una hermosa doncella preguntó ¿a ver cuenten el chiste? Y alguien le contestó. Acaban de cagar a un pata fanfarronazo.
Con el paso de los almanaques, los galanes devinieron en testas cenizas y velocidad controlada. Un grupo de ellos no se casaron y cuando ya empezaban a cursar la tercera edad nos dimos cuenta todos que no habían dado frutos. Y surgió el nombre genial, nunca más exacto, nunca más oportuno, se les bautizó como Los Abuelos de la Nada.
Las nenas que habíamos visto con indiferencia ahora irrumpían en la arena del Coliseo con su armadura de adolescentes. Y armadas con sus hormonas y sus feromonas lograban distraer a todos, chicos y grandes. Estabas leyendo el periódico y de pronto surgía en la pasarela triunfante una mujer esbelta y abusiva de apenas 14 años. Inevitable bajar el periódico, inevitable bajar las gafas, inevitable no bajar la guardia. Seguíamos la estela de aquella ninfa y en el camino los mancebos olisqueaban y despojaban con la imaginación hasta la más éxtima de sus prendas. Esas niñas eran una plaga. Contribuían al calentamiento total.
Cada año eran un nuevo descubrimiento, un comentario, ¿has visto a la hijita de María? ¡que increíble se ha puesto¡ ¿no? Se preguntaba alguien para obtener la solidaridad y no aparecer como el pedófilo solitario. Los más avezados comentaban, ha sacado el culo a su madre – que todavía está en algo – y en las tetas está por empatarla.
Los galanes de toda la vida se disputaban el cetro de los más “montaraces”, los sementales del estío, según ellos prácticamente todas las mujeres del balneario habían sido sometidas a su intercambio genético.
Hubo una vez una reunión en la que un galán comentaba que se había comido a casi todas las mujeres que estaban presentes. El tipo no creía en nadie, incluso hablaba de sus conquistas que ya estaban casadas. Prácticamente era una máquina de producir semen y de regarlo. Y por supuesto se floreaba diciendo que a todas las dejaba satisfechas. Yo pensaba que me hubiera gustado entrevistar a algunas de sus amantes y si ellas me corroboraban la capacidad amatoria del galán, no quedaba nada más que aplaudir. Pero lo más probable era que la fanfarronería era su modus vivendi. Algunos de los oyentes escuchaban serios y poco a poco se iban acomplejando, pues escuchaban al galán un tipo de 58 años que les espetaba “a esa chiquilla que está bailando, hace dos días le he metido dos polvos y la he dejado como un trapo”.
Yo escuchaba nomás y recordaba que hace poco habíamos ido a un karaoke con mi esposa y a eso de las once de la noche vimos entrar a dos galanes de esos, con 60 años a cuestas, cada uno con un hembrón, hermosísimas, unas verdaderas reinas. Y durante dos horas se dedicaron a tomar licor sobretodo ellos. Yo consideré un deber moral ineludible exponer un manifiesto ante mi esposa y le dije:” mami, disculpa pero si yo fuera uno de ellos, primero tendría un período previo de abstinencia sexual de por lo menos 15 días, haría caminatas y no tomaría ni una maldita gota de licor, en todo caso agua bendita. Que tal desperdicio. Estos patitas tienen a disposición unas reinas pero las chicas los van a tener que llevar en hombros y si van a un hotel con ellos solo van a oirlos roncar”. Por supuesto ellos al otro día van a decir que les metieron 1, 2, 3, 4.....( misma cuenta de boxeo) polvos. Mi esposa aceptó mi comentario y los lapidó, si esos viejitos no pueden ni con su alma y se meten con chiquillas. No les rinden.
Toda la noche escuchamos un solo discurso del “sementerio” andante. Hasta que alguno harto de las glorias de “éxtasis” del padrillo comentó, pero ¿a quién ha salido Pablo tan cacherazo?, porque su padre es súper tranquilo. Debe haber salido a su mamá. Por supuesto que las risotadas se escucharon a varios metros. Cuando vino Pablito de bailar con una hermosa doncella preguntó ¿a ver cuenten el chiste? Y alguien le contestó. Acaban de cagar a un pata fanfarronazo.
Con el paso de los almanaques, los galanes devinieron en testas cenizas y velocidad controlada. Un grupo de ellos no se casaron y cuando ya empezaban a cursar la tercera edad nos dimos cuenta todos que no habían dado frutos. Y surgió el nombre genial, nunca más exacto, nunca más oportuno, se les bautizó como Los Abuelos de la Nada.
CUENTO CORTO "RED CARD" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN
Disculpe señor pero no puedo
aceptarle este billete. Daniel se desconcertó, estaba con la bolsa de
víveres en la caja del súper mercado y le había tocado el turno de
pagar. Tomó el billete de 100 soles que le había devuelto la señorita
que atendía en la tienda y dejó la bolsa a un lado. Tomó el billete que
le alcanzó la cajera, lo miró bien, lo revisó otra vez a trasluz, lo
movió en un ángulo para ver el cambio de color y no vió nada raro.
Insistió cortésmente y le dijo, señorita, pero si yo no le veo nada raro
a mi billete. Pero la señorita ni siquiera se tomó la molestia de
revisarlo de nuevo, simplemente le dijo, lo siento mucho, no puedo
aceptarle este billete. Entonces Daniel se retiró y no pudo llevar los
víveres que deseaba adquirir, se quedó con las ganas de ese paté con
champiñones que le habían recomendado. Salió hacia su auto y se encaminó
a su departamento, durante el recorrido se olvidó del incidente. Llegó,
subió por el ascensor y en el tiempo fijado estuvo en el piso 14, su
piso. Entró, estaba muy cansado y se sirvió un vaso de yogurt de durazno
helado. Se sentó en la sala y encendió su Televisor de 42 pulgadas.
Miró por la ventana y se sintió dueño de Lima, una vista impresionante
dominaba su propiedad porque felizmente, solo se veían lugares decentes y
no suburbios huachafos. Entonces pensó que sí se podía comprar trozos
de felicidad, y que siendo muy caros, felizmente podía pagarlos.
Seleccionó un canal de cable que susurraba música instrumental y
resopló. Puta madre, donde mierda me habrán dado ese billete falso. Eso
me pasa por no tener la costumbre de usar dinero de plástico. Se quedó
dormido un rato en su sillón reclinable que invitaba al descanso por su
mullidez y temperatura. Luego de dos horas se levantó, apagó su
televisor y se fue a su cama. Se echó con su ropa puesta. Era soltero,
tenía un gran trabajo, era Gerente de una compañía transnacional y su
sueldo le permitía un departamento de lujo frente a un club de golf.
Compartía su condominio con un gay famoso, con una diva de la televisión
peruana en decadencia o con una diva en decadencia de la televisión
peruana, con algunos políticos de lo peor (no hay de los otros), con
varios empresarios de alcurnia y otros silvestres nomás.
Al día siguiente fue a desayunar al café de costumbre. Pidió un desayuno continental y un periódico en inglés. Después pagó con un billete de 200 soles y el mozo regresó y le dijo, Don Daniel lo sentimos pero este billete no pasa, es falso. ¿Qué? ¿Es falso? ¡No puede ser¡ ¿Lo han revisado bien? Sí Don Daniel, es falso. Pero no se preocupe, usted es nuestro cliente y nos puede firmar un vale y nos paga después. Más bien con una tarjeta de crédito se solucionaría el problema rápidamente. Pero Daniel le explicó, sabe, yo no uso tarjeta de crédito. El mozo no le creyó. Salió rumbo a su trabajo, encaró el tráfico infernal y finalmente llegó. La rutina de siempre. Su secretaria le entregó la agenda del día. Él le había pedido a Laura que no luzca escotes porque los espíritus demoníacos lascivos invadían su oficina y no lo dejaban concentrarse. Toda la oficina se empapelaba de tetas y así no se podía trabajar. Lo más importante era que tenía una reunión con unos empresarios españoles que estaban interesados en comprar la compañía. Media hora después el contador estaba exponiendo en la pizarra electrónica la evolución financiera de la empresa. Y los resultados eran bastante halagüeños. Los empresarios de shopping fingieron no estar impresionados (para no elevar las pretensiones de los vendedores) pero sonreían. Salieron a celebrar al restaurante de la playa que estaba en un espigón y permitía un olor salado. Por la tarde pidió permiso para irse a su casa a descansar porque se sentía con malestares musculares. Bajó al estacionamiento, subió a su auto y antes de pisar el acelerador, prendió la luz interior, sacó su billetera y revisó sus billetes, uno por uno, los olió, los jaló, los acarició con las yemas de los dedos para sentir la textura del dinero y se los pasó por las mejillas, para concluir, es dinero. Guardó sus billetes y emprendió la huida hacia su casa. En el camino se cruzó con un niño pobre de esos que esperan en los semáforos y limpian los parabrisas de los autos que se detienen. El niño con señas le avisó que iba a limpiarle el parabrisas de su auto, y Daniel desesperadamente le dijo que no (su auto era un BMW y temía que en vez de limpiarlo, el mozalbete, le raye el parabrisas), le avisó que se detenga y le alcanzó una moneda de 5 soles como propina. El niño agradeció. Acabó la luz de burdel e inició la senda. Pero, por una corazonada, avanzó unos 50 metros y se quedó mirando la escena por el espejo retrovisor. Entonces, vió que el niño pasó de la alegría a la preocupación, revisó con acuciosidad la moneda, llamó a otros niños de la calle, revisaron la moneda y se comenzaron a burlar. Era falsa. El niño miró hacia adelante y Daniel comenzó a acelerar. Por si acaso el niño mostró al conductor la mano derecha con el dedo mayor en posición vertical y los demás dedos cerrados y espetó el conchetumadre de rigor.
Daniel pensó, por la puta madre, y se preguntó, y ¿todo lo que he reunido de dinero en estos últimos años? y ¿qué de mis esfuerzos, de mis privaciones, de mis calificaciones, de mis ascensos, de mis triunfos? Todo mi dinero lo guardo en mi casa. Y ¿si alguien lo descubrió y poco a poco lo está cambiando por dinero falso?
Debí no creer en nada y creer en los bancos.
Pensó y una sonrisa negra se dibujó en su rostro, qué increíble, definitivamente no creer en nada es creer en los bancos.
Yo soy un hombre de este siglo y nunca me decidí a usar dinero plástico. Puta, en que lío me he metido.
La vida me ha estafado.
¿Quién me está desterrando, quién me condena a esta diáspora?
Debía tomar una decisión.
O el dinero o la familia, o la plata o los amigos, o el vil metal o los mejores recuerdos, o el sucio dinero o sus valores.
Y entonces se deslumbró, mandó todo a la mierda, fue a su departamento, no se despidió de nadie, cargó con todo el dinero que pudo en su auto e inició el éxodo a otra tierra para sacar adelante esa vocación escondida y que siempre tuvo, la de ser profeta.
Al día siguiente fue a desayunar al café de costumbre. Pidió un desayuno continental y un periódico en inglés. Después pagó con un billete de 200 soles y el mozo regresó y le dijo, Don Daniel lo sentimos pero este billete no pasa, es falso. ¿Qué? ¿Es falso? ¡No puede ser¡ ¿Lo han revisado bien? Sí Don Daniel, es falso. Pero no se preocupe, usted es nuestro cliente y nos puede firmar un vale y nos paga después. Más bien con una tarjeta de crédito se solucionaría el problema rápidamente. Pero Daniel le explicó, sabe, yo no uso tarjeta de crédito. El mozo no le creyó. Salió rumbo a su trabajo, encaró el tráfico infernal y finalmente llegó. La rutina de siempre. Su secretaria le entregó la agenda del día. Él le había pedido a Laura que no luzca escotes porque los espíritus demoníacos lascivos invadían su oficina y no lo dejaban concentrarse. Toda la oficina se empapelaba de tetas y así no se podía trabajar. Lo más importante era que tenía una reunión con unos empresarios españoles que estaban interesados en comprar la compañía. Media hora después el contador estaba exponiendo en la pizarra electrónica la evolución financiera de la empresa. Y los resultados eran bastante halagüeños. Los empresarios de shopping fingieron no estar impresionados (para no elevar las pretensiones de los vendedores) pero sonreían. Salieron a celebrar al restaurante de la playa que estaba en un espigón y permitía un olor salado. Por la tarde pidió permiso para irse a su casa a descansar porque se sentía con malestares musculares. Bajó al estacionamiento, subió a su auto y antes de pisar el acelerador, prendió la luz interior, sacó su billetera y revisó sus billetes, uno por uno, los olió, los jaló, los acarició con las yemas de los dedos para sentir la textura del dinero y se los pasó por las mejillas, para concluir, es dinero. Guardó sus billetes y emprendió la huida hacia su casa. En el camino se cruzó con un niño pobre de esos que esperan en los semáforos y limpian los parabrisas de los autos que se detienen. El niño con señas le avisó que iba a limpiarle el parabrisas de su auto, y Daniel desesperadamente le dijo que no (su auto era un BMW y temía que en vez de limpiarlo, el mozalbete, le raye el parabrisas), le avisó que se detenga y le alcanzó una moneda de 5 soles como propina. El niño agradeció. Acabó la luz de burdel e inició la senda. Pero, por una corazonada, avanzó unos 50 metros y se quedó mirando la escena por el espejo retrovisor. Entonces, vió que el niño pasó de la alegría a la preocupación, revisó con acuciosidad la moneda, llamó a otros niños de la calle, revisaron la moneda y se comenzaron a burlar. Era falsa. El niño miró hacia adelante y Daniel comenzó a acelerar. Por si acaso el niño mostró al conductor la mano derecha con el dedo mayor en posición vertical y los demás dedos cerrados y espetó el conchetumadre de rigor.
Daniel pensó, por la puta madre, y se preguntó, y ¿todo lo que he reunido de dinero en estos últimos años? y ¿qué de mis esfuerzos, de mis privaciones, de mis calificaciones, de mis ascensos, de mis triunfos? Todo mi dinero lo guardo en mi casa. Y ¿si alguien lo descubrió y poco a poco lo está cambiando por dinero falso?
Debí no creer en nada y creer en los bancos.
Pensó y una sonrisa negra se dibujó en su rostro, qué increíble, definitivamente no creer en nada es creer en los bancos.
Yo soy un hombre de este siglo y nunca me decidí a usar dinero plástico. Puta, en que lío me he metido.
La vida me ha estafado.
¿Quién me está desterrando, quién me condena a esta diáspora?
Debía tomar una decisión.
O el dinero o la familia, o la plata o los amigos, o el vil metal o los mejores recuerdos, o el sucio dinero o sus valores.
Y entonces se deslumbró, mandó todo a la mierda, fue a su departamento, no se despidió de nadie, cargó con todo el dinero que pudo en su auto e inició el éxodo a otra tierra para sacar adelante esa vocación escondida y que siempre tuvo, la de ser profeta.
CUENTO CORTO "SANTO DIOS" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN
Carlitos entró excitado y corriendo a su casa de la
calle Alfonso Ugarte en Sullana, una ciudad del norte del Perú. Buscó a
su mamá Tarcila que en ese preciso instante se hallaba cocinando un
plato de cau cau (vísceras de estómago de res en guiso), el plato
preferido de él. Y le dijo, mamita debo decirte un secreto: Don Pedrito
es un santo. Su mamá sonriendo le dijo ¿Por qué? Y el niño de apenas 11
años le dijo, mamá, tú conoces a mi amigo Eddy y yo te había contado que
su mamá estaba muy grave en el Hospital de Sullana, prácticamente
estaba desahuciada. Pues yo estaba desesperado por la angustia de mi
amigo por la cercanía de la muerte de su madre. Y un día caminando me
pregunté quien es un hombre bueno, quien no hace daño a nadie, quien no
molesta a las personas. Pues Don Pedrito, no había otro. Y me arrodillé
en mi cuarto a la hora de dormir y le recé con todo fervor y le pedí a
Don Pedrito que interceda ante Dios para que se cure la mamá de mi
amigo. Y qué crees mamita, la señora Gracielita se ha curado. Yo le dije
a mi amigo que yo había orado mucho a un santo especial y que él me
había hecho el milagro. La señora Tarcila sonrió con paciencia y le
dijo, ven hijo, mira eso que ha ocurrido se llama coincidencia. Yo
estoy de acuerdo con que Don Pedrito es un hombre bueno pero de allí a
que sea un santo hay una gran diferencia. Además está vivo, ese es el
principal inconveniente. No existen santos en vida, salvo el Papa, los
obispos, los párrocos. Carlitos nunca quedó convencido con esa
explicación. Había un tremendo problema, él rezó y el problema se
solucionó. ¿Dónde estaba la coincidencia?
Carlitos se lavó las manos y se sentó a la mesa para saborear el manjar que había preparado su mamita para él.
La señora Tarcila se quedó pensando en el tema. Después pasaron los días y continuó la rutina. En pocas semanas la señora Tarcila tuvo entre manos un problema muy grande, había confiado en una vecina, la señora Mechita, amiga de años y le había dado en préstamo un capital que representaba sus ahorros de muchos años. Ella la había convencido que ese dinero le reportaría pingües ganancias en un plazo máximo de 7 días. Tarcila estaba desesperada, ya habían pasado 15 días de ese pacto y la señora Mechita había viajado a Lima y no regresaba. En una noche de pesadumbre se arrodilló (después se arrepintió no de sus pecados sino del dolor de rodillas al levantarse) y le rezó a Don Pedrito con aquel fervor febril de los acreedores. Pidió que aunque sea le devuelva el capital que no importaban los intereses. Sintió vergüenza por ello, pero se dijo a sí misma, no pierdo nada. E increíblemente, al día siguiente, la señora Mechita se apareció con el dinero y con sus intereses de ganancia y se disculpó por la demora. Tarcila empezó a dudar y a tener fe.
No quiso contarle a su hijo esa otra coincidencia porque consideró que estaba en formación y esto podía ocasionarle desconciertos en su fe católica, pero sí se lo contó a su comadre Juana. Ella la escuchó atentamente los dos testimonios y le dijo, no sé que pensar, una coincidencia pasa pero ¿dos? además, ¡cien por ciento de efectividad¡ Tarcila no reparó que contarle a su comadre era igual a publicar la noticia en los diarios o propalarla por la radio. La noticia cundió en la ciudad. Algunos se reían pero otros lo tomaron más en serio e incluso se persignaban al pasar frente a la puerta de la casa del nuevo santo.
Don Pedrito continuó con su rutina, lo veían pasar a las 6 y 30 de la mañana rumbo a la iglesia para asistir a la misa cotidiana de las 7 de la mañana. A todos los saludaba con su clásico “buenos días de Dios”. Comulgaba diariamente, al salir compraba su pan en la panadería “tres estrellas” y se recluía en su casa. A mediodía le traían un almuerzo del café Grau. Y después no se sabía de su existencia. La gente especulaba. Seguro que para rezando. No se le conoce pareja, ni vicios. No hace ruidos, se ha aislado del mundo pecador. Si no es un santo, le falta muy poco.
En los siguientes días se acercaron a casa de Tarcila otras personas. Don Julio le dijo, he vuelto a tener noticias de mi hijo después de un año y estoy agradecido a Don Pedrito. Ahora sé que mi hijo está bien de salud. Doña María le dijo, a mi mamá la han operado y le pedí a Don Pedrito que salga bien de la operación, y felizmente ha salido bien. Doña Gilda pidió algo más modesto, que su hija salga invicta en las notas del colegio, es decir que no tenga cursos desaprobados y la jovencita salió con buenas notas. Y los ecologistas como Don Mario pidieron que no haya diluvios como hace 2 años que causaron grandes daños y ahora se estaba presentando una sequía, se le había pasado la mano a Don Pedrito. La ciudad estaba conmocionada y la noticia se estaba regando como música de zancudos.
El padre Firmato en la homilía del domingo aprovechó para aclarar que el asunto de la santidad no es una cosa de juego y que sólo la iglesia puede dar ese título después de un riguroso proceso. La gente escuchaba al padre pero no le hacían caso.
Y llegó un día viernes en que nos reunimos las madres y algunos varones en el local comunal para tratar asuntos de interés social y para orar en comunidad. A la hora de rezar, les diré que yo estuve presente. La gente cada vez daba más testimonios sobre los milagros de Don Pedrito. Y una señora dijo, amigos Don Pedrito es un santo raro, está vivo. Otra dijo, pero ya tiene más de 80 años, ya está por morirse. Otra señora dijo, disculpen, pero yo lo veo paradazo, muy saludable, yo dudo que se muera pronto. A lo mejor hasta nos entierra a todos. La señora Eduviges, tomó la palabra y expresó, necesitamos renovar nuestra fe, la burocracia eclesial y celestial se ha amodorrado, se ha aburguesado. Siempre un nuevo mensajero, un intercesor avispado necesariamente provocará la atención, así que nuestro santoral está esperando a un nombre y a un hombre especial. La decisión es nuestra.
Y de pronto, una voz tímida propuso la solución indubitable con una pregunta, ¿y si le pedimos a Dios para que se muera Don Pedrito? Se hizo un silencio en el local, estábamos presentes casi 100 personas.
Y el espíritu se difundió, con un hálito de complicidad, de cinismo y de ausencia total de escrúpulos, y habitó entre nosotros. Y se empezó a escuchar un murmullo que devino luego en un coro enérgico de preces que hasta hoy retumba en nuestras conciencias: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado…”
Carlitos se lavó las manos y se sentó a la mesa para saborear el manjar que había preparado su mamita para él.
La señora Tarcila se quedó pensando en el tema. Después pasaron los días y continuó la rutina. En pocas semanas la señora Tarcila tuvo entre manos un problema muy grande, había confiado en una vecina, la señora Mechita, amiga de años y le había dado en préstamo un capital que representaba sus ahorros de muchos años. Ella la había convencido que ese dinero le reportaría pingües ganancias en un plazo máximo de 7 días. Tarcila estaba desesperada, ya habían pasado 15 días de ese pacto y la señora Mechita había viajado a Lima y no regresaba. En una noche de pesadumbre se arrodilló (después se arrepintió no de sus pecados sino del dolor de rodillas al levantarse) y le rezó a Don Pedrito con aquel fervor febril de los acreedores. Pidió que aunque sea le devuelva el capital que no importaban los intereses. Sintió vergüenza por ello, pero se dijo a sí misma, no pierdo nada. E increíblemente, al día siguiente, la señora Mechita se apareció con el dinero y con sus intereses de ganancia y se disculpó por la demora. Tarcila empezó a dudar y a tener fe.
No quiso contarle a su hijo esa otra coincidencia porque consideró que estaba en formación y esto podía ocasionarle desconciertos en su fe católica, pero sí se lo contó a su comadre Juana. Ella la escuchó atentamente los dos testimonios y le dijo, no sé que pensar, una coincidencia pasa pero ¿dos? además, ¡cien por ciento de efectividad¡ Tarcila no reparó que contarle a su comadre era igual a publicar la noticia en los diarios o propalarla por la radio. La noticia cundió en la ciudad. Algunos se reían pero otros lo tomaron más en serio e incluso se persignaban al pasar frente a la puerta de la casa del nuevo santo.
Don Pedrito continuó con su rutina, lo veían pasar a las 6 y 30 de la mañana rumbo a la iglesia para asistir a la misa cotidiana de las 7 de la mañana. A todos los saludaba con su clásico “buenos días de Dios”. Comulgaba diariamente, al salir compraba su pan en la panadería “tres estrellas” y se recluía en su casa. A mediodía le traían un almuerzo del café Grau. Y después no se sabía de su existencia. La gente especulaba. Seguro que para rezando. No se le conoce pareja, ni vicios. No hace ruidos, se ha aislado del mundo pecador. Si no es un santo, le falta muy poco.
En los siguientes días se acercaron a casa de Tarcila otras personas. Don Julio le dijo, he vuelto a tener noticias de mi hijo después de un año y estoy agradecido a Don Pedrito. Ahora sé que mi hijo está bien de salud. Doña María le dijo, a mi mamá la han operado y le pedí a Don Pedrito que salga bien de la operación, y felizmente ha salido bien. Doña Gilda pidió algo más modesto, que su hija salga invicta en las notas del colegio, es decir que no tenga cursos desaprobados y la jovencita salió con buenas notas. Y los ecologistas como Don Mario pidieron que no haya diluvios como hace 2 años que causaron grandes daños y ahora se estaba presentando una sequía, se le había pasado la mano a Don Pedrito. La ciudad estaba conmocionada y la noticia se estaba regando como música de zancudos.
El padre Firmato en la homilía del domingo aprovechó para aclarar que el asunto de la santidad no es una cosa de juego y que sólo la iglesia puede dar ese título después de un riguroso proceso. La gente escuchaba al padre pero no le hacían caso.
Y llegó un día viernes en que nos reunimos las madres y algunos varones en el local comunal para tratar asuntos de interés social y para orar en comunidad. A la hora de rezar, les diré que yo estuve presente. La gente cada vez daba más testimonios sobre los milagros de Don Pedrito. Y una señora dijo, amigos Don Pedrito es un santo raro, está vivo. Otra dijo, pero ya tiene más de 80 años, ya está por morirse. Otra señora dijo, disculpen, pero yo lo veo paradazo, muy saludable, yo dudo que se muera pronto. A lo mejor hasta nos entierra a todos. La señora Eduviges, tomó la palabra y expresó, necesitamos renovar nuestra fe, la burocracia eclesial y celestial se ha amodorrado, se ha aburguesado. Siempre un nuevo mensajero, un intercesor avispado necesariamente provocará la atención, así que nuestro santoral está esperando a un nombre y a un hombre especial. La decisión es nuestra.
Y de pronto, una voz tímida propuso la solución indubitable con una pregunta, ¿y si le pedimos a Dios para que se muera Don Pedrito? Se hizo un silencio en el local, estábamos presentes casi 100 personas.
Y el espíritu se difundió, con un hálito de complicidad, de cinismo y de ausencia total de escrúpulos, y habitó entre nosotros. Y se empezó a escuchar un murmullo que devino luego en un coro enérgico de preces que hasta hoy retumba en nuestras conciencias: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado…”
CUENTO CORTO "BABEL" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON
Anel
estaba cantando "hacer el amor con otro" y recordaba que había tenido un
día de mierda. En el trabajo se colgó el sistema y retrasó la entrega
de los balances por dos horas ante la ansiedad del jefe por tener en sus
manos la información requerida. Había estado casi todo el día con un
dolor menstrual que la acompañaba casi siempre de la manera más
inoportuna. Recordó el consejo de su amiga Sara y se había comprado una
arcoxia de 120 miligramos ( le costó 7 soles, puta, un poco cara ) y
comprobó que era verdad tanta belleza, esa cápsula era milagrosa. Se la
tomó y a los 5 minutos el dolor desapareció para siempre. Y el día se
aclaró, dejó a un lado las imprecaciones y se concentró en su trabajo y
en Miguel, su amor imposible. Era casado, pero un amante de aquellos.
Una vez la había poseído en los baños pero fue suficiente para volverse
adicta. Él trabajaba en la sección de al lado pero a veces irrumpía en
su sección ( tal vez lo hacía por joder ) y la miraba y ella sentía que
la voluntad le abandonaba y que quería proclamarse en ese momento su
divina fan, su esclava. Hijo de puta, sabe que me trae muerta. Pero lo
disimulaba muy bien. Sudaba frío, pero era fácil echarle la culpa al
calor, se ruborizaba por la cantidad de malos pensamientos que se
apoderaban de su cabeza y que fácilmente le habrían costado la condena
para unos tres infiernos. Y lo dejaba pasar mirándolo sin mover la
testa, apenas un subir los ojos hacia la frente y bajarlos rápidamente.
Definitivamente Miguel era un hijo de puta adorable. Cerca de las seis,
la llamada de Margot apareció espectralmente invitándola a tomar unos
tragos y a cantar en el karaoke de siempre. Giuliano había terminado de
cantar la canción "Mientes tan bien" ( del dúo Sin Bandera ) y fue
aplaudido. Cantaba bien y era justo, pensó. Y maldecía porque la maldita
canción recitaba "que te quedaras conmigo una vida entera" y su
enamorada acababa de irse a vivir a los Estados Unidos. Puta madre qué
voy a hacer, no debí enamorarme. Que tu amor es sólo invierno nunca
primavera. Canción de mierda, no la hubiera cantado. Y ahora cómo voy a
olvidarla. Se vino del aeropuerto y se sentó sólo, a cantar y tomar una
cerveza. Daniela, su enamorada, era una chica no muy linda pero era
lindísima. Apenas estuvimos 3 años, pero parecieron tres minutos y ahora
no parecían nada. Dios, era el final de los finales, antes ya había
terminado con otras chicas, pero Daniela era de las chicas con la que no
piensas terminar nunca. Cuando la felicidad era eterna se le apareció
una oportunidad a su nena para irse tras el sueño americano. Y como todo
lo eterno se acaba... Él sabía que no la iba a seguir. Así que sólo
quedaba recordar y olvidar. Veía a los demás cófrades y sabía que cada
quien ponía a la mesa esa noche, el final de ese día con todos sus
aderezos y los diluían en cerveza o sangría o en "una canción de amor".
César estaba con sus amigos que celebraban su onomástico, le habían
regalado un cross plateado y una torta. Había terminado hace 1 mes con
Lucrecia y en este grupo estaba Rosa, una buena chica de quien le habían
dicho no escondía su interés y preguntaba por él. Rosa era muy bonita
pero como todo en la vida, lo que tienes al frente no lo deseas. El
ánimo predatorio lo cultivas con lo inalcanzable. Lucrecia era la hija
de un industrial y él, un trabajador bancario. Contra todos los
pronósticos ella lo aceptó pero todos decían que esa relación no
duraría. Era totalmente asimétrica, él la adoraba y ella tenía demasiado
dinero. César soñaba que se podían casar pero ella tenía otros planes.
César nunca fue tan feliz como con Lucrecia. Se volvió poeta, cantante,
un quijote de otros tiempos. Y un día el sueño desapareció como la pompa
de jabón, como el presente, como los recuerdos antiguos. Lucrecia le
comunicó que se iba a casar con un gerente y César se lamentó de su
suerte. Y lloró amargamente. Pero se recuperó y continuó adelante. De
pronto Rosa cantó "amor eterno", y los amigos que decían, a quién se la
habrá dedicado, y carraspeaban. Hicieron un brindis y Rosa lo miraba de
una manera especial. Jorge había salido del hotel y dejado a Carla en su
paradero. Carla era casada pero eran amantes hace 5 años y se
comprendían en el sexo de maravilla. Su relación era puramente carnal y
sabían que estaban malditamente condenados al placer cuando podían
reunirse sin despertar sospechas en sus respectivos cónyuges. Ese día
Carla se había vestido con un pantalón de esos que se tenía que poner
con calzador para que quepa todo lo que tenía en su sitio y que era
inmenso y tentador. Y la sorpresa se la dió cuando se quitó la ropa y le
dijo que la lencería era comestible, como lo leen, co mes ti ble. Era
el último invento para saciar el hambre de pecado, un artificio hecho
para la condenación, para la profanación , para la perdición y el
encuentro. Por supuesto que se la comió literalmente y después recorrió
palmo a palmo todas las dunas, los meandros, los desiertos, las
llanuras, las cumbres, los oasis, las simas y con los ojos cerrados
comprobó que se la sabía de memoria a Carla. Ella se desbordó como la
última copa de vino de la noche. Se desintegró para formarse de nuevo
varias veces. Lanzó un grito ahogado e impenitente. Sintió la necesidad
de infligirle una vez más la marca de posesión y le enterró las uñas en
la espalda. Era un ritual despiadado pero era la única manera honorable
de corresponder a toda la fantasía del momento, cortesía de Jorge . Y
sentían que nunca volverían a ser los mismos a partir de ese instante. Y
era verdad, se transformaban en unos poseídos por el demonio del placer
y decidían morir en el intento por la obra maestra que acababan de
concluir. Era poco, era demasiado, eran apenas unos minutos pero el
placer les duraba exactamente hasta el otro encuentro. La dejó en su
paradero y luego fue al karaoke para cantar "Lo dudo". Alberto venía de
su trabajo, había atendido varios pacientes y escuchado no pocas
historias de quejas y frustraciones. Solía venir una vez al mes a
sentarse y cenar. Escuchaba a los cantantes y antes de irse pedía unas
canciones de Sabina, y pensaba que Sabina no debía morirse nunca sino ¿
quien iba a componer a la perfección otras canciones ?, ¿ quien iba a
asombrar al mundo otra vez con sus trovas ?. Cantó aquella canción de la
prostituta que la levanta un tipo y se la lleva a su departamento y se
enamora de ella. El final feliz es que lo abandona esa misma noche
después de robarle. Esos son los finales felices de Sabina,
sonrió.("Medias negras"). Y recitó con melodía otra canción de un
artista que después de un concierto en la playa de un pueblo va a darle
una serenata a la mesera ojos de gata. Y luego se van a un hostal y así
les dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres, y
desnudos al anochecer los encontró la luna. En modo ranchera además. ("
Y nos dieron las diez"). Miró el reloj, eran las tres de la mañana,
debía irse. Mientras se iba pensó, tantas mesas, tantas historias. Debo
escribir un cuento porque en un karaoke confluyen como en Babel muchas
maneras de aspirar al cielo.
(alfredo guerrón ).
(alfredo guerrón ).
domingo, 20 de abril de 2014
sábado, 19 de abril de 2014
jueves, 17 de abril de 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
martes, 15 de abril de 2014
lunes, 14 de abril de 2014
domingo, 13 de abril de 2014
PRÁCTICA DE KARAOKE - "NUBE GRIS" VALS PERUANO
domingo, 6 de abril de 2014
sábado, 5 de abril de 2014
viernes, 4 de abril de 2014
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