martes, 22 de mayo de 2012

CUENTO CORTO: " Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE, AMÉN" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN.

Lo que sucedió un viernes cualquiera en el puerto de Supe-Perú a las 2 y 30 de la tarde es el summum de la fatalidad. Debo decirles que ésta es una ciudad apacible hasta el aburrimiento. Por el centro antiguo de este puerto a veces no pasan carros durante horas enteras. Se diría que es un pueblito hecho para transeúntes.
Una hora antes un camión terminó de cargar sacos de azúcar en Paramonga e inició su ruta hacia Lima (Dios, ¿y si se hubiera demorado más la carga?). Yo conocí ese viernes cualquiera a una doctora, jefa de la posta médica de Puerto Supe porque tuve que pedirle el favor de que me vise unos certificados de salud para unos familiares. Fui a buscarla, a la posta donde ella trabajaba, desde Paramonga, ciudad en la que yo vivía en ese entonces. En el trayecto debo haber pasado al camión y por supuesto ni siquiera nos percatamos de su existencia en la carretera, excepto el chofer del auto que nos trasladaba que vió al camión muy largo y para pasarlo debió calcular bien por la tremenda lentitud con que se desplazaba el mastodonte y por la longitud del vehículo y su carreta de remolque. Tal vez lo sobrepasamos en la carretera panamericana a la altura del ingreso norte de Barranca. (Dios, ¿y si el camión se hubiera quedado en Barranca un momento, tal vez por combustible o por mantenimiento?) . En la posta de Supe me dijeron que la doctora estaba de descanso de guardia y entonces fui a su casa porque me urgían los documentos y quería saber si podía ayudarme. Allí conocí a sus dos hijos varones, unos gringuitos de 8 y 11 años, ambos estaban en bicicletas. Me recibió la doctora y aceptó ayudarme. Luego me dijo que regresara el lunes para recoger los documentos. Agradecí el gesto y me regresé a Paramonga. Volvimos a cruzarnos con el camión que se desplazaba por la salida sur de Barranca y nuevamente solo el chofer, del auto en que íbamos de retorno, se percató de su existencia.
Era la 1 y 30 de la tarde y su hijo mayor estaba jugando futbito en una canchita del puerto con unos amigos. A esa hora su hijo menor le pidió permiso a la doctora para ir a montar bicicleta con su amiguito, un hijo del administrador del Banco de Crédito. La doctora le dijo, tienes permiso, (Dios ¿y si no le hubiera dado permiso?) pero ten cuidado y de paso le avisas a tu hermano que está jugando y se vienen juntos a almorzar.
Treinta minutos antes, el camión con su carreta remolque cargado de sacos de azúcar iba pasando por la curva de Puerto Supe rumbo a Lima y unos policías le pidieron documentación al conductor, (Dios, ¿y si no hubieran estado los policías?).Después se supo que el chofer denunció que los policías le exigieron una coima (dinero como chantaje) y al no aceptar lo obligaron a ingresar el camión tráiler a Puerto Supe como represalia.
El camión empezó su ingreso lentísimo a las calles angostas y el chofer hacía maniobras especiales para circular dentro de un pueblo chico como Puerto Supe. Al llegar a una encrucijada, (habían dos pistas para ingresar, la de arriba y la de abajo), el chofer decidió ir por la pista de abajo que justamente tenía calles mucho más estrechas (Dios, ¿y si el chofer hubiera decidido ir por la pista de arriba?).
Entretanto el niño iba en su bicicleta, pasó por donde su hermano y le dijo, voy a ver a mi amiguito, (Dios, ¿y si su hermano lo hubiera detenido un rato?) en una hora regreso porque mamá desea que vayamos juntos a almorzar. Va a la casa de su amiguito y toca el timbre varias veces. Nadie contesta y el niño asume que no hay nadie. (Dios, ¿y si hubiera estado su amiguito y se hubiera demorado unos minutos más?) Y el hijo de la doctora emprende su último recorrido. Decide ir hacia la calle angosta para terminar con su paseo (Dios, ¿y si se hubiera decidido regresar en ese momento adonde se encontraba su hermano? ) y ve pasando un camión grandazo por la calle.
Minutos después alguien acude nervioso a la casa de la doctora solicitando su presencia, como médica del pueblo, porque había ocurrido un accidente y le solicita que vaya rápido a la calle del mercado para ver si podía hacer algo por un niñito. La doctora acudió tan rápido como pudo y en el camino pensó en su hijito pero se tranquilizó a sí misma diciéndose, Dios, no creo que le haya sucedido algo malo. Al llegar vió los rostros de los vecinos y sus miradas de conmiseración para con su querida doctora. Se le agitó el corazón, se abrió paso a codazos y poco a poco reconoció los restos de su hijito. Lo vió despedazado con su cuerpito aprisionado entre las llantas traseras derechas del camión.
Dicen que el niño venía a velocidad en su bicicleta y creía que el camión terminaba y él quería entrar a la pista, pero, de repente se vió con la carreta de remolque y se asustó, frenó, patinó y terminó metido debajo de la carreta del remolque con todo y bicicleta. Incluso allí, engullido debajo de la carreta del camión, pudo haberse salvado pero entró en pánico ( ¿que le podríamos reprochar a un nene de 8 años?) y buscando una salida parece que se arrastró, para salir del intestino en que se había metido, pero sólo hasta debajo de las llantas.
Yo volví a Puerto Supe el lunes para recoger los certificados visados donde la doctora. La ví de riguroso luto, con lentes oscuros y proyectaba la imagen absoluta de la desolación. Pregunté a alguien y me informó del accidente. Por supuesto, me acerqué y le manifesté mis más sentidas condolencias. Decidí regresar otro día. Caminé anonadado por el malecón de Puerto Supe y un poblador me contó esta historia, pero con la única condición de que nunca más volviera a ocurrir.
Tantas circunstancias confluyeron a la vez, prácticamente cronometradas, para completar esta desgracia.
¿Quién es el director del cine de nuestras vidas que plasma los finales infelices?
¿Quién es el productor del mismo cine que es el responsable de que las cosas sucedan a la perfección?
¿Y si no hubiera pasado el camión por la curva de Puerto Supe?
¿Y si no le hubieran regalado una bicicleta al niño?
¿Y si su hermano no hubiera salido a jugar futbito ese día?
¿Y si el hijo del administrador no hubiera sido su amigo?
¿Y si ese día hubiera sido jueves?
¿Y si la doctora no hubiera vivido nunca en Supe?
¿Y si el camión hubiera ido más rápido?
¿Y si algunos policías no fueran corruptos?
¿Y si el niño no hubiera pedido permiso?
¿Y si las calles hubieran sido más anchas?
¿Y si el niño hubiera tenido más años?
¿Y si yo no hubiera conocido a la doctora?
¿Y si se hubieran detenido los relojes?
¿Y si yo no hubiera escrito esta puta historia?
Dios, ¿a quién le echamos la culpa?
Por Dios, alguien puede decirme... ¿Qué mierda puedo hacer todavía, para que ese niño no se muera?

2 comentarios:

  1. Una Historia muy triste pero con muchas preguntas como la que te haces Alfredo siempre decimos ¡PORQUE A MI ME SUCEDE ESTO DIOS MÏO? pero al margen de esto admiro tu narrativa tan penetrante Felicitaciones amigo

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  2. GRACIAS IVÁN ERES MUY AMABLE CONMIGO. ESTE CUENTO SE BASA EN UN HECHO REAL QUE LA VIDA ME PUSO EN MI CAMINAR Y ME IMPACTÓ TREMENDAMENTE. Y LO MENOS QUE QUERIA ES HACER ALGO PARA QUE ESE NIÑO NO SE MUERA. Y LO ESCRIBÍ PARA VER SI SE HACÍA EL MILAGRO. LA DOCTORA NUNCA SE ENTERÓ DE ESTAS IMPRECACIONES ESCRITAS.

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