En el balneario de Asia, al sur de
Lima en los veranos, aparecían como por encanto hermosas sirenitas,
reinas madres y los galanes de todos los tiempos.
Las nenas que
habíamos visto con indiferencia ahora irrumpían en la arena del Coliseo
con su armadura de adolescentes. Y armadas con sus hormonas y sus
feromonas lograban distraer a todos, chicos y grandes. Estabas leyendo
el periódico y de pronto surgía en la pasarela triunfante una mujer
esbelta y abusiva de apenas 14 años. Inevitable bajar el periódico,
inevitable bajar las gafas, inevitable no bajar la guardia. Seguíamos la
estela de aquella ninfa y en el camino los mancebos olisqueaban y
despojaban con la imaginación hasta la más éxtima de sus prendas. Esas
niñas eran una plaga. Contribuían al calentamiento total.
Cada año
eran un nuevo descubrimiento, un comentario, ¿has visto a la hijita de
María? ¡que increíble se ha puesto¡ ¿no? Se preguntaba alguien para
obtener la solidaridad y no aparecer como el pedófilo solitario. Los más
avezados comentaban, ha sacado el culo a su madre – que todavía está en
algo – y en las tetas está por empatarla.
Los galanes de toda la
vida se disputaban el cetro de los más “montaraces”, los sementales del
estío, según ellos prácticamente todas las mujeres del balneario habían
sido sometidas a su intercambio genético.
Hubo una vez una reunión en
la que un galán comentaba que se había comido a casi todas las mujeres
que estaban presentes. El tipo no creía en nadie, incluso hablaba de sus
conquistas que ya estaban casadas. Prácticamente era una máquina de
producir semen y de regarlo. Y por supuesto se floreaba diciendo que a
todas las dejaba satisfechas. Yo pensaba que me hubiera gustado
entrevistar a algunas de sus amantes y si ellas me corroboraban la
capacidad amatoria del galán, no quedaba nada más que aplaudir. Pero lo
más probable era que la fanfarronería era su modus vivendi. Algunos de
los oyentes escuchaban serios y poco a poco se iban acomplejando, pues
escuchaban al galán un tipo de 58 años que les espetaba “a esa chiquilla
que está bailando, hace dos días le he metido dos polvos y la he dejado
como un trapo”.
Yo escuchaba nomás y recordaba que hace poco
habíamos ido a un karaoke con mi esposa y a eso de las once de la noche
vimos entrar a dos galanes de esos, con 60 años a cuestas, cada uno con
un hembrón, hermosísimas, unas verdaderas reinas. Y durante dos horas se
dedicaron a tomar licor sobretodo ellos. Yo consideré un deber moral
ineludible exponer un manifiesto ante mi esposa y le dije:” mami,
disculpa pero si yo fuera uno de ellos, primero tendría un período
previo de abstinencia sexual de por lo menos 15 días, haría caminatas y
no tomaría ni una maldita gota de licor, en todo caso agua bendita. Que
tal desperdicio. Estos patitas tienen a disposición unas reinas pero las
chicas los van a tener que llevar en hombros y si van a un hotel con
ellos solo van a oirlos roncar”. Por supuesto ellos al otro día van a
decir que les metieron 1, 2, 3, 4.....( misma cuenta de boxeo) polvos.
Mi esposa aceptó mi comentario y los lapidó, si esos viejitos no pueden
ni con su alma y se meten con chiquillas. No les rinden.
Toda la
noche escuchamos un solo discurso del “sementerio” andante. Hasta que
alguno harto de las glorias de “éxtasis” del padrillo comentó, pero ¿a
quién ha salido Pablo tan cacherazo?, porque su padre es súper
tranquilo. Debe haber salido a su mamá. Por supuesto que las risotadas
se escucharon a varios metros. Cuando vino Pablito de bailar con una
hermosa doncella preguntó ¿a ver cuenten el chiste? Y alguien le
contestó. Acaban de cagar a un pata fanfarronazo.
Con el paso de los
almanaques, los galanes devinieron en testas cenizas y velocidad
controlada. Un grupo de ellos no se casaron y cuando ya empezaban a
cursar la tercera edad nos dimos cuenta todos que no habían dado frutos.
Y surgió el nombre genial, nunca más exacto, nunca más oportuno, se les
bautizó como Los Abuelos de la Nada.
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