Voy a hacer un
recorrido imaginario por la calle Grau, viniendo desde la transversal
Enrique Palacios. Empezaré por derecha, viniendo yo. En esa acera estaba
la tienda del Sr.Agurto y casa de Maffo, un conocido. Luego estaba el
Chifa "Tay Shing" al que se consideraba muy bueno. Frente al chifa
estaba el paradero de autos para Piura. Luego seguía la casa de la
familia Paulini, uno de cuyos hijos falleció trágicamente ahogado en el
río Chira. Varias veces nos cruzamos con él cuando íbamos al río por el
lado de la Loma de Mambré. Luego seguía el café Grau, un buen
restaurante. Otro buen restaurante fue "El rinconcito criollo" en la
calle Ugarte donde preparaban un plato de antología: el arrimadito de repollo
, un saltado de carne con repollo, aceitunas y pasas. Cuando en casa
mamá no había preparado almuerzo por razones de tiempo, ella trabajaba
de sol a sol, comprábamos la comida en esos cafés y no había pierde.
Creo que a esa altura (del café Grau) estaba la talabartería del señor
Domenack. Algunas veces me acerqué a ver sus maniobras de repujado en
cuero y se me quedaba impregnado un olor especial que nunca más volví a
encontrar. Y en la esquina estaba el Club"Jorge Chávez". Este club tenía
en ese entonces un equipo de fútbol. Los verdaderos clásicos de Sullana
fueron contra el "Alianza Atlético". El estadio era un lleno total y
entre los personajes se veía a Mario La Chula que a esa hora infernal
lucía impecable en el estadio con terno celeste, zapatos blancos y
cubría todas las apuestas. Mario era un espectáculo. El "Chávez" tiene
un local pequeño pero sitio de culto para los vespertinómanos y
noctámbulos. Se jugaba casino y otros juegos de azar con cartas. Tenían
mesas de billar y billas. Y un cafetín legendario. Su café es gourmet y
su sánguche de asado, inolvidable y muy económico. A la izquierda en esa
cuadra solo me acuerdo del cine Grau, el segundo mejor en Sullana.
Respecto
del cine Grau, diré que es el cine de nuestras primeras escaramuzas de
búsqueda de lo furtivo. Le pagábamos a "El negro" y a "Alvarito" para
que nos deje entrar a balcón ( así se le llamaba a una especie de
mezzanine pobre y descuidada) a las películas para mayores de 21 años.
Para entrar íbamos con Jorge Devoto y Carlos Pulache, lo ubicábamos al
"negro" y nos hacía señas que lo esperemos en una de las puertas de
salida. Esta puerta tenía una entrada alejada de la acera por lo cual
hacía penumbra y nos ayudaba a pasar desapercibidos. Esperábamos
impacientemente y cuando escuchábamos el ruido del cerrojo sabíamos que
venía el facilitador en auxilio nuestro para poder acceder al ecran
vedado. Se abría discretamente la puerta y nuestra visa eran unas
monedas en la mano. Cuando subíamos a trancadas al balcón (por la
ansiedad y por el temor) todavía escuchábamos que el "negro" discutía
con alguno de los mozalbetes que estaban regateando el acceso. Y arriba
disfrutábamos del pecado por eso es que nunca creíamos las censuras de
los curas. Éramos católicos pero no fanáticos. Alguna vez me dijeron
"que haces acá guerroncito, le voy a contar a tu papá". El chantaje
siempre ha existido ¿qué creen?
Y creo que en esa cuadra también había una ferretería.
En
la siguiente cuadra, derecha, recuerdo a una renovadora de calzado
(pero he olvidado el nombre del dueño), la casa de los Valverde, el
centro educativo"Niño Jesús de Praga", la casa de mi profesor de inglés
Rolando León, un profesor demasiado serio que proponía desde esos
tiempos una distancia insalvable con sus alumnos y por eso la distancia
que nos separa de él, ahora, es infinita. Y en la esquina, el local del
Partido Aprista, local de grandes mítines y al que por las mañanas le
daban en concesión para comedor al Sr. Andrés.Lo ayudaban su hijo y un
negrito que tenía vitiligo(despigmentación de la piel que allá en
Sullana le llaman karate). Este señor hacía un gran cebiche casero y
barato. A la izquierda estaba la ferretería "Acha"donde atendía
Gironcito, conocido en Sullana, un personaje. Seguía la casa de los
Quedena, que en verdad los recuerdo como unos tipos antipáticos,
menospreciaban a los menores y se burlaban de ellos. La pregunta es ¿se
seguirán burlando? Cuando imagine en el futuro la cara de la burla me
temo que aparecerán ellos. Luego seguía la posta médica de los policías,
la casa tienda del profesor Panta ( en esta tienda compraba unos
caramelos con figuras de gallo) y el local del fotógrafo "Miranda"
regente de los grises y del sepia.
En
la siguiente cuadra, derecha, estaba la casa del señor Montero, un
respetable senil, creo que tenía a su hija estudiando en España. Les
diré que fuimos sus primeros inquilinos de la calle Lima 584. Luego
seguía la casa de la familia Chávez, muchos de ellos, profesores. Un
sobrino de ellos, Filiberto fue un gran amigo mío en una época breve.
Llegó a ser un gran karateca. A continuación estaba la casa de la
familia Olivares, que era además panadería. Calidad de familia, muy
trabajadores. Tenían uno de los primeros televisores del barrio y
pagábamos 10 céntimos para ver series. Veíamos: "Combate","Los
patrulleros del oeste","la familia Monroe","Rin Tín Tín","Gomer
Pyle","Flash Gordon","Ironside", en días diferentes por supuesto,entre
otras series. Nos sentábamos en unas bancas y lo adoptamos como nuestro
cine del barrio. Seguía la casa del Señor Herrera Benvenutto, con su
esposa Graciela, y sus hijos Eddie ( un gran amigo) y su hija Flor (de
la promoción de mi hermana). El señor Herrera muchas veces nos llevó a
la playa de Colán en su camioneta. Creo que trabajaba en el Banco
Agrario. Después seguía la casa de la familia Ladines, su fama era de
matemáticos. Luego, la casa de los Koga, con su sobrina Ruthy, una
jovencita de modales muy delicados, la recuerdo muy frágil y muy guapa.
Seguía la casa taller de Don Julio Morales, propietario de la sastrería
"Jul Mor". Todavía alcancé a pedirle algunos trabajos, como el terno de
mi fiesta de promoción. Ahora los sastres son una especie en extinción o
son profesionales de élite.
Luego
seguía la casa de un gran amigo de mi hermano Frano, Juan Sánchez.
También estaba la casa del señor Zapata, que trabajaba en el colegio "8
de Diciembre". Su hijo es, actualmente, ingeniero y fue un gran amigo.
Esta casa también tenía un coliseo de gallos.
Luego
seguía la casa de la familia Basurco, la rama de alcurnia ( en la calle
Leoncio Prado vivían los Basurco plebeyos), luego la casa del abogado
Infante, gran guitarrista y cantor de boleros, poseedor de un auto
datsun (o taunus amarillo?) y finalmente una de las esquinas de la casa
del Dr.Adán Arenas. En la izquierda estaba el local de la federación de
los empleados bancarios que era una tienda cooperativa. Después la casa
de la familia Borrero. Si ustedes creen que en su vida han visto a una
chica linda están totalmente equivocados, esperen a que les cuente
alguien como era Giulianna B., bellísima e inalcanzable. Mis profundos
respetos, debe tener familia, es solo un recuerdo de uno de sus antiguos
y más rendido fan. Seguía la casa de la familia Pacheco, señor que fue
juez, su hijo fue un estudiante de élite, de súper élite, en el "Santa
Rosa" y luego médico. Luego seguía una casa muy grande donde vivía el
abogado Borrero, colorado, pelirrojo y con barba. Sé que es un eximio
literato. Alguna vez siguió la casa de la familia Canaval, cuya hija era
preciosa. Luego estaba la casa de la familia Franco, conocimos a Doña
Angelita, la matriarca, una de sus hijas, Silvia, muy bonita. Y su hijo
César estuvo emparentado con nosotros y punto. Finalmente en la esquina
estaba la casa de Don Alfredo Reyes, con sus interminables 2 metros de
estatura, gran contador de chistes y piropeador consumado. Conocí a su
esposa, la señora Tarcila, una gran dama y a sus hijos: Oswaldo, Blanca,
Rosita ( muy bonita), Walter (gran amigo, poseedor de una excelente voz
para el canto, uno de los culpables de que aprendiera guitarra), y
finalizo con Manuel, uno de los amigos que recuerdo con mayor cariño.
Hemos compartido muchos cebiches en la calle Leoncio Prado, muchas
películas e innumerables pláticas. Él se fue a estudiar ingeniería de
minas en la Universidad de Huamanga, luego coincidimos cada vez menos y
una vez me dijeron que desapareció para siempre. Yo he orado por su
eterno descanso con mucha dedicación y he pedido por la resignación para
sus padres y familia. Conocí a los sobrinos de Don Alfredo: Juvenal,
Manuel Nicasio, Rafael, Cristina y otra sobrina más que no recuerdo. Hoy
son grandes profesionales. Rafo fue un gran amigo, compartimos muchas
horas juntos, cine, fiestas, coloquios. Estudiábamos en colegios
distintos pero compartíamos aficiones comunes. Yo he tenido amigos en
paquetes cuánticos, si se puede decir.
Mencionaré
que nosotros hemos vivido como una gran transformación de nuestro
barrio el asfaltado y el alumbrado público de la calle Callao. Hemos
jugado palitroque, queche, matagente, el cartero, al ampay ( a las
escondidas), a la sortijita.
Este último juego se realizaba así: unos seis púberes entre hombres y mujeres se sentaban en el filo de la vereda con las manos atrás y se juntaban para que no se vea. El niño o niña que entregaba la sortijita a alguno de los niños sentados se ponía detrás y otro niño o niña se ponía por delante. La idea era que el jugador de adelante adivinara quien tenía la sortijita. Y por supuesto se podía hacer trampa pasando la sortija de una mano a otra. Si adivinaba recibía un castigo el que daba la sortija y si no adivinaba el castigo era para él. La verdad es que ese juego tenía connotaciones sensuales que ni las sospechábamos pero que las agradecimos en su momento, es decir afinaba el tacto puberal testigo de nuestros primeros escarceos para tocar manos femeninas. Por favor compréndannos, eran las primeras caricias.
Este último juego se realizaba así: unos seis púberes entre hombres y mujeres se sentaban en el filo de la vereda con las manos atrás y se juntaban para que no se vea. El niño o niña que entregaba la sortijita a alguno de los niños sentados se ponía detrás y otro niño o niña se ponía por delante. La idea era que el jugador de adelante adivinara quien tenía la sortijita. Y por supuesto se podía hacer trampa pasando la sortija de una mano a otra. Si adivinaba recibía un castigo el que daba la sortija y si no adivinaba el castigo era para él. La verdad es que ese juego tenía connotaciones sensuales que ni las sospechábamos pero que las agradecimos en su momento, es decir afinaba el tacto puberal testigo de nuestros primeros escarceos para tocar manos femeninas. Por favor compréndannos, eran las primeras caricias.
En
la cuadra 10 de la calle Grau, derecha, empezaba la casa de la familia
Valdez, con la Madre de ellos, una gran dama, que supo sacar adelante a
sus hijos. Sus hijas muy bonitas todas: Mary, Rosa y Jesús.
Y su hijo Héctor Omar, un gran amigo, muy leal, criollazo, gran jugador de fútbol y deportista de élite. Nació mucho antes, si hubiera nacido hoy, muy probablemente hubiera seguido los caminos del éxito con las selecciones de menores y luego la profesional y sin exagerar algún contrato en el extranjero. En el colegio era trompero, se enfrentaba a cualquiera. Una vez me defendió, estábamos en cuarto de secundaria y unos alumnos de quinto nos querían desalojar a la fuerza para jugar ellos. Omar se enteró y me dijo, qué pasa guerroncito, y retó al líder y se trenzó. Nos hacía respetar. Es que en los colegios hay tribus urbanas que manejan sus códigos de jerarquías y los van tejiendo de acuerdo a los resquicios que permiten los débiles y a los abusos que pueden perpetrar los mal llamados fuertes. Un gran amigo.
Y su hijo Héctor Omar, un gran amigo, muy leal, criollazo, gran jugador de fútbol y deportista de élite. Nació mucho antes, si hubiera nacido hoy, muy probablemente hubiera seguido los caminos del éxito con las selecciones de menores y luego la profesional y sin exagerar algún contrato en el extranjero. En el colegio era trompero, se enfrentaba a cualquiera. Una vez me defendió, estábamos en cuarto de secundaria y unos alumnos de quinto nos querían desalojar a la fuerza para jugar ellos. Omar se enteró y me dijo, qué pasa guerroncito, y retó al líder y se trenzó. Nos hacía respetar. Es que en los colegios hay tribus urbanas que manejan sus códigos de jerarquías y los van tejiendo de acuerdo a los resquicios que permiten los débiles y a los abusos que pueden perpetrar los mal llamados fuertes. Un gran amigo.
Íbamos juntos con Omar, Ricardo Benites, Mickey Agurto y otros a los quinceañeros (acá en Lima se dice quinceañeras con"a").
Recuerdo una anécdota.
Habíamos adquirido la costumbre de tomar un par de tragos antes de ir a las fiestas, dizque "entonados". Por lo general era ron puro o con gaseosa. Hacíamos una colecta para una botella chata o una botella grande, según sea el tamaño del grupo. Pues un día estábamos misios.
Omar preguntó, ¿alguien tiene trago en su casa o algo que se le parezca? Nosotros éramos buenos pobres también aceptábamos licores de fantasía como sidra, guinda. Hubo un silencio que extrañamente rompí yo. Dije, mi tío Carlos, hermano de mi mamá ha llegado de Tarapoto y le he visto traer una caja de whisky Ballantines, sé donde está la caja, en la casa de mi abuelita.
Omar dijo, ¡Alfredo tú mismo eres¡
Esa fue una de las órdenes que uno espera para quedar para siempre en el corazón de sus amigos. E inicié sigilosamente una de las pocas operaciones comando de mi vida. LLegué a casa de mi abuelina Pepita, la saludé con el cariño especial de siempre. Recorrí la casa y me asaltó (que ironía, el colmo del asaltante, que lo asalte LA DUDA ¡¡) la duda, ¿y si mi tío se hubiera llevado su licor a otra parte ?. Mi tía Hilda estaba en su cuarto. Esperé a que salga, me cercioré de que iba a demorarse, entré, busqué debajo de su cama. Y ¡¡Bingo¡¡ ¡¡ Allí estaba la caja de whisky¡¡. Saqué una botella, salí inmediatamente y me fui a casa de Omar. Allí me esperaban los muchachos que me recibieron con asentimientos de verdaderos compinches. Nos servimos vasos medianos casi llenos y nos pareció suave, muy suave.No sentíamos nada.Comentamos,creo que está muy débil el licor. Alguien dijo tomemos el resto de una vez y nos vamos. Así lo hicimos. Había pasado media hora desde que iniciamos el brindis. Nos dispusimos a salir, me paré y se me movió el piso. Intenté hablar y me salió una voz farragosa. Los otros sintieron lo mismo y empezamos a reirnos. Todo terminó cuando llegamos a la fiesta y nos preguntaban que había pasado. Nos seguíamos riendo y estábamos mal. (Fin de la anécdota)
Recuerdo una anécdota.
Habíamos adquirido la costumbre de tomar un par de tragos antes de ir a las fiestas, dizque "entonados". Por lo general era ron puro o con gaseosa. Hacíamos una colecta para una botella chata o una botella grande, según sea el tamaño del grupo. Pues un día estábamos misios.
Omar preguntó, ¿alguien tiene trago en su casa o algo que se le parezca? Nosotros éramos buenos pobres también aceptábamos licores de fantasía como sidra, guinda. Hubo un silencio que extrañamente rompí yo. Dije, mi tío Carlos, hermano de mi mamá ha llegado de Tarapoto y le he visto traer una caja de whisky Ballantines, sé donde está la caja, en la casa de mi abuelita.
Omar dijo, ¡Alfredo tú mismo eres¡
Esa fue una de las órdenes que uno espera para quedar para siempre en el corazón de sus amigos. E inicié sigilosamente una de las pocas operaciones comando de mi vida. LLegué a casa de mi abuelina Pepita, la saludé con el cariño especial de siempre. Recorrí la casa y me asaltó (que ironía, el colmo del asaltante, que lo asalte LA DUDA ¡¡) la duda, ¿y si mi tío se hubiera llevado su licor a otra parte ?. Mi tía Hilda estaba en su cuarto. Esperé a que salga, me cercioré de que iba a demorarse, entré, busqué debajo de su cama. Y ¡¡Bingo¡¡ ¡¡ Allí estaba la caja de whisky¡¡. Saqué una botella, salí inmediatamente y me fui a casa de Omar. Allí me esperaban los muchachos que me recibieron con asentimientos de verdaderos compinches. Nos servimos vasos medianos casi llenos y nos pareció suave, muy suave.No sentíamos nada.Comentamos,creo que está muy débil el licor. Alguien dijo tomemos el resto de una vez y nos vamos. Así lo hicimos. Había pasado media hora desde que iniciamos el brindis. Nos dispusimos a salir, me paré y se me movió el piso. Intenté hablar y me salió una voz farragosa. Los otros sintieron lo mismo y empezamos a reirnos. Todo terminó cuando llegamos a la fiesta y nos preguntaban que había pasado. Nos seguíamos riendo y estábamos mal. (Fin de la anécdota)
Seguía
la casa de la familia Colmenares, recuerdo a Charito muy bonita y una
dama. Era la casa de los guayabos. Hasta ahora me preguntó porque no
cosechaba esas frutas tan exquisitas y las vendía. Pero las avecillas
del barrio se lo agradecerán por siempre.
Luego
estaba la casa de la familia Niño, con sus dos hijas Marita y Violeta;
ambas, una más linda que la otra. En serio, es el primer imposible
matemático que he visto.
Luego
la casa y botica de la señorita Vargas Machuca, que tenía un hermano de
habilidades especiales, el Mono. A continuación la casa de la familia
Sánchez, luego la vivienda de un amigo de nuestra familia, Raúl. Con
Raúl hay una anécdota. Era una Navidad y cerca de las doce vimos que la
casa de Raúl estaba con las luces apagadas. Les diré que él se ganaba la
vida lustrando zapatos. Le dijimos a mamá para invitar a Raúl a
compartir la cena navideña. Mamá asintió por supuesto y comimos juntos
un pollito asado y panetón. Una de las navidades más felices.
Luego
la casa de la familia Rentería, un odontólogo con fama de Rosacruz.
Seguía la casa de Doctor Castillo, médico muy querido en Sullana, casado
con una gran dama argentina y hermosa además. Tenía una hija muy
bonita. Su hijo creo que se fue a estudiar Medicina a Argentina. Y un
día el Dr. Castillo falleció, me enteré que sus exequias fueron
multitudinarias.
Seguía la casa de la familia Alvia.
En
la cuadra 10, izquierda. Primero estaba la casa de la chiclayana, una
mujer atractiva, algo llenita que aparecía espectralmente por épocas.
Parece que era agente vendedora porque aparecía y desaparecía por
épocas. A continuación estaba la casa tienda de la señorita Colmenares.
Luego la casa de la familia Córdova. Un señor con varias hijas. Uno de los más tristes recuerdos de Sullana ocurrió así. El Señor Córdova acostumbraba llevar a la playa a sus hijas los domingos. Un domingo no fue. Sus hijas se fueron por su cuenta. A mediodía su padre murió. Yo estaba en mi casa como a las tres de la tarde y escuchamos unos gritos lastimeros, tal vez los más tristes que recuerde, que bajaban por la calle Grau, les habían ido a avisar a las hijas del señor Córdova y regresaban con el luto a cuestas.
Luego la casa de la familia Córdova. Un señor con varias hijas. Uno de los más tristes recuerdos de Sullana ocurrió así. El Señor Córdova acostumbraba llevar a la playa a sus hijas los domingos. Un domingo no fue. Sus hijas se fueron por su cuenta. A mediodía su padre murió. Yo estaba en mi casa como a las tres de la tarde y escuchamos unos gritos lastimeros, tal vez los más tristes que recuerde, que bajaban por la calle Grau, les habían ido a avisar a las hijas del señor Córdova y regresaban con el luto a cuestas.
A
continuación estaba mi vivienda en el número 1033. Luego seguía la casa
de la familia Campos. Después estaba la casa de Lalo Gallo y su hermana
una hermosa pelirroja cuyo nombre no recuerdo pero de cuyo rostro no me
olvido. Era lindísima.
Seguía
la casa del orfebre Troncos. En la siguiente cuadra solo recuerdo la
casa de Iván Calderón, gran deportista y un triunfador actual, de Jorge
Cisneros un gran amigo. Y paro de contar.
También
les diré que en la misma calle Grau, antes de la Enrique Palacios,
estaba la casa de mi compañero de colegio Mario Merino Gima, la casa y
consultorio del Dr. Green, la casa de otro compañero de colegio Alberto
Castillo Sánchez y el local de una renovadora de calzado atendida por un
artesano que tenía dotes de escritor y que hace poco me enteré que se
había suicidado.
Hasta
ahora me pregunto si la Amistad se jubila, entra en receso, se debilita
hasta morir, o son solo recuerdos. Y no tengo la respuesta.
CONTINUARÁ...
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