domingo, 26 de febrero de 2012

CUENTO CORTO: SEREMOS POBRES PERO HONRADOS JAMÁS. DE ALFREDO GUERRÓN.

Yo vivo en un país de la puta madre. ¿Cómo dicen que en el Perú no hay oportunidades de surgir? Yo vendía pan y mi esposa vendía emoliente en una carretilla ambulante. Yo me dedico a pisar a mi mujer con saña, le he hecho 8 hijos. Cuando tenía 60 años, un médico se pasó de cojudo conmigo. Yo había llevado en febrero a la consulta a mi hijo más pequeño de 2 añitos. Y me hizo la pregunta estúpida, Don Miguel ¿es su nieto? y lo corregí inmediatamente, no, es mi hijo. Siguió con su “santa inquirición” y me dijo cuántos hijos tiene, yo le contesté, ocho. Y luego me preguntó intrigado ¿cómo hace usted para solventar los gastos de la época escolar? Y yo le dije, doctor, la verdad es que cada uno de mis hijos tiene su padrino y yo se los mando religiosamente en estas épocas a cada uno para que cumplan con sus deberes. Yo no soy ningún huevón, yo elijo padrinos a personalidades sobre todo pudientes. Cada padrino les compra los uniformes y su lista de útiles escolares y eso me soluciona los problemas cada año y por eso yo ya estoy pensando en completar la docena de criaturas. Porque me he dado cuenta que es más rico cachar y embarazar que cachar por las puras. Y además no tengo problemas económicos. Los niños son lindos, doctorazo.
Mi esposa es medio liera y respondona. Y esos defectos, quien lo diría, le han servido. Les explico, ella inscribió a mis hijos en el programa del Vaso de Leche del barrio. Este es un programa estatal para hijos de familias muy pobres creado para ayudar a combatir la desnutrición. Y, siguiendo mis consejos, comenzó a ayudarle a una alta dirigente y es así como aprendió el teje y maneje del programa y todas sus pendejadas. En muy poco tiempo mi mujer llegó a ser reconocida y escaló llegando a ser una alta dirigente del programa a nivel zonal. Tenía a su cargo 15 zonas. Entonces esa campanita, que solo la escuchamos unos privilegiados, nos anunció que había llegado la hora de hacer billete.
Toda la leche evaporada en tarro llegaba a mi casa, era un huevo (un montón) de leche, por lo que empezamos a escoger, unos tarros para el programa y un diez por ciento para nosotros. Era justo, nosotros trabajábamos varios años gratis para el programa, así es que, como una forma de cobrar algo de lo mucho que nos debía el estado, empezamos un negocio, que lo ubicamos lejos para evitar los comentarios envidiosos, de venta de postres (arroz con leche) en invierno y de marcianos (chupetes de leche en bolsas plásticas largas) en verano. Eso sí, ¡Por Diosito¡, lo juro, nunca vendimos la leche directamente, porque eso ya es un crimen y además es muy arriesgado. Tímidamente tomábamos un diez por ciento de la leche y nadie se dió cuenta. Luego ante la demanda por nuestros productos, tomamos el 20 % y luego el 30% de la leche. Y ahí si tuve que ponerme fuerte porque la ambición muchas veces mata los negocios. Yo le dije a mi mujer y a mis hijos mayores que el límite de lo que podíamos coger era 30% de los tarros de leche. Aceptaron a regañadientes. Es que echándole un tercio de agua más a la leche para el programa todavía las mamás no se daban cuenta. Algunas se dieron cuenta y tuvimos que transar con ellas y regalarles algunos tarros de leche para comprar su silencio. Y como personas inteligentes aceptaron. Felizmente que los responsables del programa somos personas muy inteligentes porque si no reventaría el escándalo y perderíamos todos.
Nos fue muy bien en el negocio a todos y ahora tenemos una casita de material noble de 3 pisos que construimos en un terreno nuestro. Las otras dirigentes también han construido sus casas y les he aconsejado que por fuera no hagan muchas luces (alarde). Que sus fachadas sean sobrias y que su sala sea humilde. Los equipos de sonido, los televisores LCD y las laptops deben estar en los dormitorios y no deben ser mostrados más que a personas de extrema confianza, y sobre todo no envidiosas.
La verdad es que muchas veces los niños no toman toda la leche que envía el gobierno, se desperdicia la leche y eso sí es criminal. Además hay muchas madres corruptas que ven con ojos lascivos los tarros de leche para robárselos y eso no lo podemos permitir porque bastante sacrificio nos ha costado que mi esposa sea una alta dirigente. Con ese discurso de la honradez, del honor, de la igualdad, de la probidad, y todas las palabras terminadas en “dad” nos han manipulado para que trabajemos gratis mientras que los funcionarios estatales del Vaso de leche se llenan de plata en las licitaciones. No tienen que trabajar tanto como nosotros, sencillamente transan con los proveedores y reciben su billetito en crudo y sin testigos.
¡Ya basta Carajo¡ nosotros no tenemos ningún pelo de cojudos, para cojudos basta y sobra con los bomberos voluntarios.
El otro día leí en un grafiti una frase genial que lo hago mía: “Seremos pobres pero honrados… ¡ Jamás ¡”.
Por eso digo que yo vivo en un país de la puta madre.

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