domingo, 26 de febrero de 2012

CUENTO CORTO: DE LA VERDAD Y OTRAS MENTIRAS. DE ALFREDO GUERRÓN.

Salgo de mi casa a las siete de la mañana. En el ambiente hay una fina garúa y hay un olor a lluvia pero en asfalto, ni siquiera en los jardines de las casas ese olor puede imitar en algo como aroman los campos. Veo al señor de todas las mañanas laborables subir a su 4 x 4 negra, con su gabán oscuro y su mirada inexistente. Sale con su esposa, una hermosa mujer muy joven y sus dos hijos, un varón, el mayor y una nena. Son una familia, definitivamente, condenada a ser feliz como lo son en el presente. Sólo se nota que mira cuando voltea el cuello porque siempre lleva puestos lentes oscuros. Es un señor que vive una vida apacible, que no se mete con nadie. Aparenta haber alcanzado el equilibrio que su vida necesitaba. Un ángulo recto a mi derecha. Llego al pasaje Calder y avanzo, me cruzo con una mujer que aparenta treinta y tantos años, con figura delgada, bien proporcionada, vestida con tenida deportiva y que pasa trotando rumbo a su jardín del edén deportivo, un gran parque situado a 150 metros en línea escalérica. Continúo, después de dos ángulos rectos derecha e izquierda, por una calle con nombre de escultor. Todo mi barrio (no se lo digan a nadie pero los vecinos no desean ni escuchar mencionar la palabreja “barrio”), tiene epónimos de escultores y veo a dos vigilantes uno en su caseta y el otro rondando o atento a la salida de los vecinos en sus autos para ofrecerse con suma diligencia a lo que necesite cada quien. Sale una mujer gorda con una cara de apenas uno o dos amigos (muy pocos) de su casa con un auto Suzuki nuevo. Se le nota segura y feliz. ¿Verdadero o Falso?
Falso. No es mi casa, es el lugar donde vivo. En esos terrenos adquirir una casa valdría muchos dólares que yo no podría pagar. La garúa ¡como jode¡ No tiene nada de parnásica, ensucia los zapatos, provoca resbalones, y demora llegar a la meta. El señor de los lentes oscuros fue un esbirro de la dictadura y tiene una compañía de seguridad. Está lleno de deudas, ostenta lujos y sobretodo está lleno de odios y de pesadillas. Con su propia mano fue (él dice que fue lo suficientemente valiente) autor de varios asesinatos incluidos mujeres y niños, casi todos indígenas de mierda que malogran este país. Además está casi impotente. Ha tenido la suerte de pasar inadvertido porque no hay testigos de sus latrocinios. Su esposa soporta el yugo de un marido violento y ni siquiera cumplidor de los mínimos deberes maritales. Está amedrentada, aterrorizada. Se dedica a su casa. Después de dejar a sus hijos va al gimnasio nuestro de cada día. En el barrio, ir al gimnasio, es la forma obligatoria de rezar. Hace aeróbicos y spinning para relajarse. Su instructor, un gay apolíneo con malla turquesa las alienta y las galantea. Ella se siente extrañamente atraída por él(o ¿por ella?) Cuando se imagina que su instructor la posee se pregunta quién es ella heterosexual o bisexual. ¿Le gustan los hombres o las mujeres? Lo mira descaradamente hacia la zona pudenda y él se pone nervioso. Ella acaba la sesión y se va a los baños y zona de camerinos. Espera ser la última en irse y lo ve ingresar a su instructor a la habitación contigua para cambiarse. Sale, ve que no hay nadie y se mete a verlo. Lo encuentra en truza, se le acerca y lo abraza algo llorosa, le dice que está nerviosa por lo que le pasa en su familia y siente la dureza de los músculos como el mejor afrodisíaco. Se arrodilla le baja la truza y le hace un fellatio como para ganar el Oscar. Cierran la puerta y él (o ¿ella?) la levanta como una pluma contra los casilleros, le abre las piernas, le arranca el calzón y atraviesa esos cálidos campos que nos regala el camino de la perdición. Ahora son dos caníbales queriendo arrancarse a mordiscos los labios, los pezones, son dos enemigos irreconciliables, empujándose con furia para arrancarse hasta la última gota de sus armas en ristre. Finalmente explota la lava y María convulsiona, desorbita sus ojos y se rompe las uñas al clavarlas en el metal de los casilleros. Se separan y se dan cuenta que tienen un gran problema entre manos, un secreto que no es fácil de guardar y menos de explicar. Ahora son una pareja dispareja, difícil de creer, amantes de camerinos. La mujer gorda es una catedrática universitaria, enseña leyes en una universidad particular (a esa universidad le dicen Disneylandia en mi país porque allí están los animales adinerados). Ella es totalmente insegura y para acorazarse se ha investido de seriedad y de un foso de inaccesibilidad para sus alumnos. Y trata de ser feliz pero nunca podrá serlo porque un maldito hijo de puta se burló de ella, le ofreció matrimonio. La felicidad se desbordaba, se iniciaron los preparativos, las despedidas, las envidias surgieron espontáneas y cuando ya las fechas se acortaban, el rufián le pidió prestados diez mil dólares para un negocio dizque de una mano a otra. Ella que vivía arrobada se los dio y solo se quedó, robada para siempre.

Ingreso al parque y lo cruzo, veo a una efigie de la Virgen María y a un coro de ancianas que prenden velas, oran, le piden a Dios que aplaque su ira, y luego inician el rosario a pesar de las inclemencias del tiempo. Veo a un señor mayor de setenta años sentado en una de las bancas y con la mirada perdida tal vez pensando en sus hijos, en sus nietos. Lo acompaña un perrito, que puede ser su mascota. Para llegar a mi primera meta, se cruza conmigo una mujer muy linda, con tenida de sastre, debe trabajar muy cerca aparentemente como secretaria. ¿Verdadero o Falso?
Falso. Las ancianitas son un coro de voces trémulas para la Virgen y ya se han provocado escaras en el pecho y algunas fracturas leves en las costillas de tanto golpearse el pecho. Le piden a su Dios castigador, a su Dios Atila que aplaque su ira porque están ocurriendo temblores en este país y eso no es otra cosa que la prueba de que a Dios se le ha salido el indio y se ha convertido en un energúmeno, un inverecundo de callejón. Y Él nos castiga moviendo las placas dice una senil que ha leído al respecto e intenta una explicación lógica. Y en sus casas las viejitas son la muerte, joden hasta más no poder. A las empleadas domésticas (su maldito prójimo que está frente a sus narices) las tratan peor que a zapatillas. No las dejan descansar, les sirven otra comida para ahorrarse el gasto, les impiden que estudien, se las sirven en bandeja de plata a sus hijos y hasta a sus nietos para que se inicien sexualmente con ellas y luego las botan como a perritas. Pero eso no molesta a su querido Dios Atila, en cambio los pecados del mundo sí lo molestan tremendamente. El señor de setenta años es un jubilado que poco a poco va extraviando los recuerdos. Ahora es un paseador de una mascota que no es de él. Es un rehén de sus hijos. Es el dueño de la casa pero la familia espera que se muera para vender el inmueble y repartirse a cuchillada limpia el dinero. Tiene un buen sueldo de jubilado, y felizmente para él, ese detalle hace que lo adoren por lo menos dos días al mes. Un día antes del día de pago lo bañan, lo peinan, le rasuran la barba y lo embalsaman (ya están practicando) con lociones y perfumes baratos. El día de pago le dan el desayuno que desea y luego lo llevan en taxi a cobrar. Él ve el dinero por apenas unos instantes, su hija mayor se lo pide y le explica que hay muchas cosas por pagar. Claro, si con su sueldo mantiene a casi toda la descendencia de sanguijuelas que viven en su casa. Le preguntan que desea almorzar y le preparan ese deseo mensual. A mediodía almuerza y le dan su juguito de frutas. Él llora de felicidad y cada vez quiere más a su familia.
Y la mujer linda, no trabaja como secretaria, está en un negocio más rentable. Es una de las más requeridas del prostíbulo clandestino A1 que está instalado en una casa de ese barrio bien. En verdad el parroquiano, paga lo que ve y lo excita, piernas bien torneadas, con unos pechos formidables que debe detenerlos un brassiere en una lucha a fuerza bruta. La carne salvaje de los senos trata de salir chúcara e indómita y el brassiere la detiene a duras penas pero lo que no puede es evitar que por encima de sus bordes salgan triunfantes los excesos de los pechos, que Dios nos regala para pecar y para ganarnos el infierno. Su cintura es de avispa con un trasero en cuyas caderas no se pone el sol. Y de cara es hermosa. Los gerentes llegan y solo la quieren a ella. Alguno ya está pensando en redimirla de ese valle de lágrimas y raptarla para sí y ser felices para siempre.

Después de un viaje corto en taxi llego a mi trabajo. Me cruzo con las técnicas en computación, unas chicas muy trabajadoras, con la chica que se encarga del aseo de los ambientes y está asignada a mi piso. Se le ve una chica humilde, diligente y honesta. Yo soy administrativo y luego veo pasar frente a mi oficina a una trabajadora que es una rata de cloaca. Yayita es la más corrupta de toda la institución donde trabajo y ahora se ha reciclado hábilmente y aparece como la abanderada de la integridad moral. Ha sido parte de un andamiaje de robos de dinero de los trabajadores durante muchos años. Y ahora quiere dar clases de moral, ética. Que tal concha. Es una ninfómana, y su vida privada no debería interesarnos, pero se come todo espécimen capaz de dar placer sexual, lo que interesa es que se mueva bien, sin importarle, sexo, edad, credo político o religioso. Y comete sus trapacerías en los recovecos del edificio, en las habitaciones aisladas. Todos saben de sus gemidos y de sus jadeos escandalosos. Ella es amplia, imparcial, y sobretodo pérfida por vocación. Se marquetea muy bien. Hay algunos que creen en su discurso y están lejos de sospechar lo lumpenesca que es. ¿Verdadero o Falso?
Verdadero.
Repasemos lo que he escrito, la vida misma, el presente, nuestros recuerdos ¿son Verdaderos o son Falsos? Todos tenemos un cristal para mirar el color de una situación. Al final las respuestas son personales. Los escritores nos alimentamos de algunas mentiras que vivimos y no vivimos, pero que no hacen daño a otros. Y muchas de las mentiras que dicen de nosotros son verdades.

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