sábado, 29 de junio de 2013

VALS PERUANO "ALMA DE MI ALMA" CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN





VALS PERUANO:"MIS CELOS" CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN


CANCIÓN "ELLA YA ME OLVIDÓ" (DE LEONARDO FAVIO) CANTADA POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN

VALS PERUANO:"DÉJALOS" CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN


VALS PERUANO "Y SE LLAMA PERÚ" CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN

UNO DE LOS VALSES PERUANOS, QUE ESTOY SEGURO, CONMOCIONAN EL ESPÍRITU DE LOS CONNACIONALES Y SOBRETODO DE LOS QUE VIVEN EN EL EXTERIOR. DICEN QUE LEJOS DEL PAÍS LA NOSTALGIA HACE SUPERAR LOS LÍMITES DEL AMOR.


viernes, 28 de junio de 2013

TANGO BALADA:"GARGANTA CON ARENA" (DE CACHO CASTAÑA) CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN

Y ESTE ES EL TERCERO DE LOS TANGOS BALADA DE LA TRILOGÍA EN HOMENAJE A CACHO CASTAÑA. ME DOY POR BIEN SERVIDO CON QUE SOLO SE ENTEREN DE QUE EXISTEN ESTAS CANCIONES

TANGO BALADA:" OJALÁ QUE NO PUEDAS" (DE CACHO CASTAÑA) CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN.

ESTE ES EL SEGUNDO TANGO BALADA DE LA TRILOGÍA EN HOMENAJE A CACHO CASTAÑA (TRATA SOBRE EL ANATEMA DE UNA AMANTE AL ESPOSO QUE NUNCA SE SEPARÓ, ES DECIR AL QUE NUNCA SE FUE DE LA CASA)

TANGO BALADA "POR ESA PUTA COSTUMBRE" (DE CACHO CASTAÑA) CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN

CON ESTE POST, INICIO DOS HOMENAJES HUMILDES PERO SINCEROS, UNO A LA ARGENTINA Y EL OTRO A UN GRANDE CACHO CASTAÑA.  LO HAGO A CAPELLA POR ESO DISCULPEN LA AUSENCIA DE EFECTOS ESPECIALES COMO MICRÓFONO Y ECO.PARA SU AMABLE CONSIDERACIÓN .ESTE TANGO BALADA, EL PRIMERO DE UNA TRILOGÍA QUE HE CONSIDERADO DE ESTE
GRAN CANTANTE POPULAR.

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VALS PERUANO "SOY PERUANO, QUE VIVA EL PERÚ" CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN


CANCIÓN :"FUISTE MÍA UN VERANO" CANTADA POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN.

HERMOSO TEMA DEL GENIO ARGENTINO LEONARDO
FAVIO.
 

CANCION :"VÍVEME" CANTADA POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRON


CANCION:"EL CHE Y LOS ROLLINGS STONES" CANTADA POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRON


SALSA "EL CANTANTE" CANTADA POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRON


VALS PERUANO "CUANDO LLORA MI GUITARRA" CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRON


VALS PERUANO "YO LA QUERÍA PATITA" (DE LA GUARDIA VIEJA) CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRON


HERMOSO VALS PERUANO "ALMA DE MI ALMA" CANTADO POR EL BLOGGER ALFREDO GUERRON


jueves, 27 de junio de 2013

CUENTO CORTO:"TURBÁNDOME MÁS Y VICEVERSA" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN.

Porque a mi mujer la habrán criado tan puta. ¿Las putas nacen o se hacen? ¿Las mujeres son putas o se hacen?
Mi esposa es una mujer guapa con un rostro atractivo y unas carnes imanes de lujuria. Ella aparenta no darse cuenta de la saliva de los lobos que derraman como una pleitesía a su estela estrogénica.
Desde que me enamoré empezó mi calvario. Ella lleva la coquetería a la expresión más excitante, a la mínima expresión. Se hace la que con ella no es. Yo he sobrellevado estos años con estoicismo, algunas veces le he reclamado pero ella sale indemne con sus llantos y con su invitación a que vayamos al sicólogo. ¿Que le voy a explicar al profesional, que a mi mujer no puedo controlarla y que si le pongo un guardián las 24 horas del día terminará acostándose con su cancerbero?
Mi mujer se hace la cojuda, siempre tiene pretextos. Rápidamente hace migas con cualquiera, con el vigilante que nos cuida la cuadra donde vivimos, con el vendedor del mercado, con el taxista. Se consigue sus números de teléfonos celulares y los trata con una familiaridad cínica. Cuando yo la acompaño está nerviosa porque repentinamente cualquiera la llama Cecy. Ni siquiera les ha enseñado a que la respeten, claro, ese es su juego, una invitación a la irreverencia. Y que casualidad, todos los que están familiarizados con ella son hombres. Casi no trata con mujeres. Pero ya está pasando los límites de la ribera opuesta del Rubicón.
Hace poco vino un amigo mío de la infancia al que no veía hace más de 10 años. Y yo ví que se cruzaban miradas cómplices entre los dos. Así que me tracé un plan, lo invité a mi amigo un sábado y justo antes de que llegara me hice el que salía a comprar pan. Me puse en un parque que colinda con mi casa a observar. Llegó mi amigo, tocó el timbre y salió mi esposa y ví que se portó inusualmente cortés lo saludó con un beso en la mejilla y lo hizo pasar. Cerraron la puerta. La ventana de mi sala es amplia y estaba abierta por el calor del estío. Yo me puse en la glorieta del parque a observar con mis catalejos a las aves que pululan por allí y discretamente con los prismáticos vigilaba la sala de mi casa. Ellos charlaban animadamente. ¿Qué charlaban? Nada bueno. Conociendo a mi esposa seguro que ella ya le había dado riendas para tratar temas íntimos, personales. Porque se reían, como que se burlaban de alguien. Le estaba contando acaso que yo ronco y que no la dejo dormir. Él le estaba diciendo entonces que duerma en otra parte, que de vez en cuando se escape a un hotel. Que él conocía un hotel bastante bueno y módico en costos. Es decir tempranito nomás, llegaban al tema de la alcahuetería y el puterío.
Regresé de comprar y lo saludé a mi amigo. Después mi esposa nos sirvió una bebida y unos emparedados. Y me dí cuenta que se había cambiado de ropa, se había puesto una blusa recontra escotada, como dicen una invitación al sufragio japonés (a la erección) y un pantalón blanco apretadísimo y que le traslucía su ropa interior. Una descarada. Cuando nos servía la bebida y se agachaba los senos se le salían del brassiere y los ojos de mi amigo se desorbitaban.  Apenas se fue mi amigo, la increpé que como era posible que sea tan prostituta de vestirse así sólo para que se la quieran montar. Ella me gritó defendiendo lo indefendible. Me dijo que basta, que hasta cuando yo le iba a crear estas escenas, que nuestros hijos ya estaban grandes y que ella nunca me había faltado el respeto. Y finalmente, el viejo truco, lloró. Con eso, otra vez, quedé como el malo de la película.
Me dije, a estos pendejos me los descubro in fraganti, y para ello ideé un plan. Yo tengo un reproductor de video MP4 de muy poco grosor, que además es grabador de voz, puede grabar todo lo que le permite la batería en 2 horas, es pequeño y no hace ruido. Invitaría a mi amigo a cenar y los dejaría solos un buen rato pero previamente dejaría debajo del sofá el reproductor de MP4 que sería el encargado de grabar todas sus alcahueterías.
Pasaron los días y lo invité nuevamente a mi amigo y le dije que se viniera con su enamorada para el sábado para almorzar. Para suerte mía, mis hijos se habían ido a un retiro religioso fuera de la ciudad. Entonces íbamos a estar solos los cuatro. Pero si Roberto no traía a su enamorada ya estaba “medio pecho comido” solo faltaba ampayarlos. Y ¿que creen? Mi amigo se apareció solo en mi casa y nos comentó que nos agradecía pero que su enamorada estaba indispuesta y que no iba a acudir a esta invitación. Yo serví pisco para que hierva la sangre y les dije voy a comprar unos tamalitos verdes para acompañar el almuerzo. Ya regreso. Y me fui. Seguro que apenas me había retirado, él la comenzó a desvestir con la mirada y ella lo hizo con sus manos y luego se entregaron al único freno que pone fin al pecado, el desenfreno. Harían el amor en el sofá, él le taparía la boca para evitar el escándalo y luego se calmarían. Retomarían la cordura totalmente arrepentidos de haberla retomado. Se acomodarían y me esperarían con un hálito judásico.
Demoré unos 30 minutos, lo suficiente para que el temor de verse descubiertos eleve al máximo la lujuria. Al regresar los ví tranquilos e investigué algún lenguaje de señas entre ellos y no lo descubrí. Almorzamos, conversamos de antaño, nos reímos. Después Roberto gentilmente se despidió. Cecy me dijo, cholo, voy a descansar, por favor me lavas los platos. Y se fue a dormir.
Qué descarada, aunque sea hubiera fingido que estaba entera para despistarme. Cuando estuve seguro que ella no regresaría moví el sofá, y saqué el MP4. Me lo llevé al baño, le puse los audífonos, busqué el archivo de audio y le dí el play del deshonor. Lo escuché y extrañamente no hubo ninguna conversación alusiva a pareja ni jadeos ni susurros. ¡¡Qué vivos¡¡ Se habían dado cuenta de que estaban siendo grabados y habían dejado el sexo para otra ocasión. En un momento se escuchó en la grabación un silencio de 3 minutos. Seguro que en ese momento por señas habían acordado verse en otro lugar.
Y antes de que planeara esta nueva tarea pendiente, me dí tiempo para disfrutar con mis propias manos, turbándome más y viceversa.

CUENTO CORTO:"DEBÍ HABERLO MATADO NUNCA" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN.

Debí haberlo matado, pero cuando tuve la mejor oportunidad, dudé.
Soy César Landauri, ex – infante de marina, ex - esposo, ex – profesor de gimnasio y ex - persona.
Manejo multitud de armas con gran destreza y aprendí a matar sin dejar rastros. Fue importante adquirir ese bagaje de asesino porque combatí en el frente externo en una pequeña guerra (pequeña porque duró pocas semanas) y en el frente interno contra el terrorismo. No tengo ningún remordimiento en matar. Soy un profesional de la guerra.
En el servicio de Inteligencia, mis jefes me encargaron eliminar al Comandante Salvatierra porque con sus debilidades ponía en peligro a todo el sistema. Sus debilidades eran las clásicas que ustedes conocen: las mujeres, el licor, la cocaína y …los hombres (sí pues, al más macho de la Marina del Perú, le gustaban los reclutas, aquellos efebos que lo hacían gruñir de placer).
Yo era su adlátere, su chofer, su mayordomo, su secretario, su sombra. Compartíamos muchas horas juntos, muchos secretos y si me permiten develar uno, compartíamos a su mujer. La primera vez que comí la fruta del jardín prohibido ocurrió cuando lo traje a su casa (una mansión en uno de los mejores distritos de Lima, signo exterior de riqueza que delataba que cuando era jefe de la zona de emergencia en la selva peruana, obtuvo pingües ganancias en alianza con los narcotraficantes de la zona. Los narcos lo habían declarado hijo predilecto, mi hermano del alma, pataza y lo forraban en dólares y en cocaína para su consumo), estaba ebrio y lo ingresé hasta su habitación cargado. Nos había recibido Gabriela, su esposa, una diosa de 40 años, en una discreta bata transparente de color melón que me dejó atónito. Se puso roja de ira o de vergüenza. Al final me dijo gracias César, por favor no te vayas, te invito un trago. Yo me sorprendí y luego de un análisis bélico de la situación accedí. Me sirvió wiskhy con hielo, ella se sirvió otro tanto y se sentó frente a mí. Estaba con la bata que se resbalaba de sus poderosos muslos y dejaba un camino para la imaginación que iba a exacerbar el bendito licor. Me dijo que estaba harta, que no tenía vida marital, y tenía que soportar las humillaciones de sus vicios. Y tenía un gran temor de contraer Sida porque ya lo había descubierto con amantes masculinos. Se le habían perdido unas batas y ella pensaba con mucha buena fe que era porque se la regalaba a sus amantes féminas de mala muerte hasta que una vez regresó a su casa de un viaje, días antes de lo previsto y encontró a su marido el comandante Salvatierra, el más macho de la Marina del Perú, vestido con su bata melón en arrumacos con un joven atlético de corte militar. El esposo la gritó y le dijo lárgate, no hagas escándalo. Tú no has visto nada y otra vez avisa si vas a venir antes.
Gabriela sirvió la segunda ronda de licor y puso música. Me dijo César, hace tiempo que no bailo, podemos bailar. Señora, le dije, yo no sé que hacer. Ella me tomó de la mano para bailar y me dijo, no me llames Señora, llámame Gabriela. La sala era grande, su culo era grande, sus tetas eran grandes y mi deseo empezaba a crecer para alcanzar esos tamaños. No quise ser imprudente y por si acaso la dejé tomar la iniciativa, no vaya a ser que un marino (el colmo) se lance a la piscina sin agua. Bailamos al compás de una música y se me acercó como la serpiente del paraíso. Mi serpiente ya pasaba de gel a sólida. Gabriela me dijo estoy desesperada César, con una voz que me erizaban los pelos y se puso a llorar en mi hombro. Necesito sentirme mujer y a alguien que me haga sentir mujer. Luego me besó furiosamente y comenzó a resbalar por mi pecho para pintar con su saliva cada centímetro de mi piel. Con ello cumplía el ritual de la adoración y luego se prendió del mástil que acostumbro llevar siempre conmigo, y sentí un vacío de succión que me desorbitó, me sentí en el infierno total, porque allí es donde están los placeres máximos. Y Gabriela seguía en un intento obsesivo de succionar una savia vital que yo debía proporcionarle. Ese día me enseñó como es que una mujer puede ser declarada Perita en ese difícil arte, sin temor a endilgarle ese merecido título. Finalmente inundé sus labios con el icor que buscaba y gritó, se jaló los cabellos, me hundió las uñas, me mordió. Luego fue al baño y al regresar me dijo César, gracias, no sabes cuánto ha significado esta noche para mí. He vuelto a vivir. Hasta había pensado en suicidarme.
Desde hace años sueño que me violan, me acorralan varios desconocidos pero cuando van a violarme, nunca ocurre el evento y me despierto mojadita y como casi nunca está mi marido me dedico a disfrutar de los placeres individuales, egoístas, onanistas.
Después tuvimos innumerables encuentros en su casa, en su cocina, en la escalera, en la biblioteca, en la piscina. Me pedía que ingrese en ella a la fuerza, le excitaba la violencia. Cada vez me sorprendía gratamente, me trataba como rey. Se arreglaba y se ponía mucho más bonita para mí. Alguna vez le compré un vestido, y me dijo, esto merece un strip tease, puso luz de penumbra, música suave y se movió como una puta sólo para mí, se quitó su vestido y luego se puso, con un exquisito arte de cabaret, el vestido que yo le había traído. Luego lo destrozamos para dar rienda suelta a nuestros más bajos instintos. Eso, con los más bajos instintos se llega a las cumbres más altas en el sexo y en el amor. Pero les diré que no todos los vestidos que le regalé los destrozamos juntos, algunos los destrozó ella sola cuando pensaba en mí y los horadaba ferozmente en un intento poético de recrear un estupro total.
Cuando éramos una pareja total, y nuestra felicidad solo era empañada por la presencia inoportuna del comandante Salvatierra, ella me pidió que lo matara, me dijo que él tenía un buen seguro de vida y con eso podríamos vivir felices para siempre.
En verdad él nos estorbaba. Yo tenía todas las ventajas, conocía todos sus movimientos. Lo traía, la mayoría de veces, inconsciente a su casa. Estaba fácil. La idea era matarlo sin dejar huella. Entonces aparentemente desde todos los frentes la orden era matarlo.
Mis jefes me prometieron que podían desaparecerlo, primero yo lo mataba, luego ellos se encargaban de incinerarlo en un hornito y luego esparcirían las cenizas en alguna carretera. A la mierda con el quinto mandamiento.
El día llegó, estaba decidido. Pero extrañamente mi conciencia apareció para estorbar mi frialdad. Cómo era posible que yo le fallara al comandante así, tan deslealmente. Yo ganaba un buen sueldo como su asistente y mi trabajo no era pesado. Hubo épocas en las que fuimos amigos y alguna vez me aconsejó en alguna encrucijada personal. Si mis jefes querían que muera el Comandante ¿porque me encargaron precisamente a mí esa tarea? Y lo peor de todo es que me convenía que muera para ser felices con Gabriela. Empecé a cuestionar mis principios, la moral, la ética.
Él confiaba plenamente en mí y además siempre iba armado con una pistola. Debía tomar mis precauciones. Lo iba a matar de un tiro en la nuca en una carretera desolada porque ese día me había pedido que lo lleve a su casa de campo. Seguro que tenía alguna cita con una chica o un mancebo. En el camino me dijo César te doy un datazo, para tener un buen sexo, embadúrnate la cabeza del pene con clorhidrato y también a la vagina de tu pareja. La idea es que se van a anestesiar esas zonas y van a tener la sensación de tener unos genitales inmensos y eso les va a permitir un máximo placer. Le dije gracias mi Comandante, los tomaré en cuenta. Mientras yo pensaba, el Comandante pensando en placer y yo en el tiro en su nuca. Pero las cosas ocurren de otras maneras a cómo las planificamos. Yo cometí un craso error ,subestimé al Comandante.
Debí haberlo matado pero no tuve el alma de asesino para hacerlo y hoy, que paradoja, soy apenas un alma.

CUENTO CORTO:"DE INTELIGENCIA SUPERIOR" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

Yo fui, lo que se dice, un niño prodigio. Aprendí a leer a los cuatro años, y las operaciones matemáticas elementales a la vez. Tuve una gran ventaja, mamá era profesora y nos tenía un gran cariño y una paciencia del mismo tamaño.
Pero además de adquirir esas habilidades, digamos que normales, debo mencionar que desde pequeño yo recuerdo que me gustaba delatar a mis compañeros de juego, a mis amigos, a mis condiscípulos. Y eso era para mí, prodigioso.
Siempre estuve atento a los detalles, escuchaba las conversaciones, leía las cartas que dejaban a mi alcance, descuidadamente, las personas. Con eso construía escenarios lógicos y creíbles.
Delatar era algo que iba más allá de mi control. Mamá me aconsejaba que no actuara así, igual mis profesores, pero sus consejos nunca me convencieron del todo y solo postergaban mi comportamiento. Ahora que soy biólogo he llegado a sospechar que tengo el gen de la delación. Muchos me decían “acuseta” y yo, no les hacía caso y, justificaba mis acciones diciéndome que yo acusaba a mis amigos para que sean mejores y para que sus padres o maestros les pudieran ayudar. Delatar era mi ejercicio cotidiano en clase, en mi barrio, en mi familia. Con lo que me gané a pulso la antipatía de mis coetáneos. Cuando pasó el tiempo, me endilgaron un adjetivo más agresivo: soplón. Después lo adopté como un grado más de evolución en mi carrera.
Además yo leía y leía. Digamos que era una rara avis en mi entorno. Y me encantaba analizar personajes que la historia calificaba de siniestros pero que tenían su lugar como (digamos irónicamente como unos felinos, es decir como unos) gatillos. Uno de mis referentes era, para el espanto de todos ustedes, Judas Iscariote. Y concluí que en la venta de información por la presa máxima, Jesús, se le pagó mucho. Los negociadores se desesperaron y ofrecieron mucho. Claro en esos tiempos el marketing estaba en pañales, pero Judas, si hubiera analizado muy bien la ocasión, debió haber hecho el trabajo gratis o por un precio simbólico (tal como lo hubiera hecho cualquiera que previera el potencial de los acontecimientos. Pero, por favor, que no se me malinterprete. Yo soy católico, solamente estoy analizando fríamente una transacción que estaba súper pagada con la publicidad que te daba solo el realizarla) porque el mayor pago que recibió Judas, no fueron las monedas, no; Judas llegó a estar en las vidrieras y pasó a la posteridad, como uno de los mayores facilitadores de información del mundo. La fama que le dicen y la que, fatalmente, no aprovechó. Se desesperó y la desesperación es mala consejera en transacciones importantes.
Yo quería dedicarme a vender información y para mi tranquilidad, me enteré que los soplones profesionales pertenecen a los organismos de inteligencia del estado y de las empresas privadas. Incluso hay escuelas superiores de Inteligencia sobretodo en organismos castrenses. Me hice militar, ingresé a una de estas escuelas y quedé gratamente sorprendido de la sistematización científica de la actividad para lo que yo sentía que había nacido. No le pudieron poner mejor nombre a nuestro quehacer. Definitivamente, somos los inteligentes del barrio.
Ahora, es el momento de la Inteligencia, el manejo de la información es vital, con ello te anticipas a los conflictos, te enteras de los planes de la competencia, obtienes bases de datos con cartera de clientes, obtienes un listado de los clientes malos pagadores, te enteras de la vida y milagros de las personas, incluso te sirve para chantajear, controlar a tus enemigos, fabricar guerras. Nuestra profesión está involucrada en las asonadas, los golpes de estado, en los magnicidios, en los atentados, en el manejo de la opinión pública, en la asesoría de los candidatos a elecciones públicas, en los delitos, en los crímenes, en la empresa, en los sindicatos, en los clubes, en las asociaciones, en los boicots, en la iglesia, en los ministerios, en el gobierno. Usamos todas las artes posibles: grabaciones, minicámaras, fotos, videos, mujeres que actúen como carnadas. Intervenimos teléfonos fijos y móviles, correos electrónicos, computadoras, escritorios, habitaciones, hoteles, restaurantes, karaokes.
Y, por si no lo sabían, hay un morbo que está extendido entre los gerentes, desean saber hasta el mínimo detalle de la vida y pasión de sus trabajadores. Por ejemplo hace poco un gerente me contrató para que siga a sus empleados a un karaoke y quería que le consiga información grabada y filmada de quienes fueron, como llegaron, solos o juntos, que tipo de canciones cantaron, quienes cantaron y si cantaron bien o no, cuanto consumieron, hasta que horas se quedaron y al salir como se fueron, quienes con quienes se acompañaron. Y por supuesto que me averigüe que es lo que hablaron. Yo no sé para que le sirva esta información pero se me ocurre que es para variar sus motivos de masturbación.
Hoy el mundo exige saber que hacen las esposas cuando están solas, que vicios tienen las personas, que le gusta a la gente. Esto tiene un nombre más elegante se llama estudio de mercado. Nosotros también damos esa información.
Y mi autoestima se proyectó a la estratósfera cuando me contrataron para laborar como “soplón” (ahora hasta me burlo de esta palabrita) en un organismo de Inteligencia estatal. Habiendo nacido para esto y con la pasión que dedico a mi actividad, era lo justo. Hasta que llegué a la luz al final del túnel. Ahora pertenezco a esa élite de superdotados de materia gris a los que se les paga por su cerebro.
Así que, profesores, padres de familia, si su hijo, si su alumno, da muestra innatas de ser “acuseta”, soplón, cultívenlo. No lo castiguen, traten de aconsejarlo hasta cierto límite pero si detectan en el niño un rumbo visceral para ser soplón, no le corten esa sublime vocación. No seamos hipócritas, ellos van a constituir las canteras de la Inteligencia que reemplazarán a los que nos vamos obligados por el tiempo. Esos niños son los que tomarán la posta de aquellos soplones que están por retirarse y que dieron su vida por la sagrada tarea de elevar el chisme casero, de callejón, de mercadillo a los altares de la intelectualidad.

CUENTO CORTO:"CON EL SUDOR DE TU FRENTE" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

A Felipe, era fácil encontrarlo, con su cara de circunstancias, sentado -casi con un horario fijo, mañana y noche- a la derecha del mostrador en la tienda de Don Alberto.
Vivía en la calle Ugarte en la ciudad de Sullana, una hermosa localidad del norte del Perú, apenas a una cuadra de aquella tienda. Era amigo de los hijos de Don Alberto, Wilmer y Miguel. Ellos lo habían recibido hace por lo menos 6 años como un habitúe que luego se transformó en parte del ornato de la fonda. Se diría que Felipe era una estatua que había cobrado vida. Los hijos de don Alberto aceptaron su presencia como la cuota de solidaridad con el prójimo que todos debemos pagar cada día. Felipe se sentaba a las 10 de la mañana y servía para conversar, para ayudar a que pasen las horas y para hacerles bromas a otros pasajeros de la tienda. Luego, a la una de la tarde se iba a almorzar, y tomaba la siesta de rigor. Yo debo tener sangre española decía, porque uno de los mejores inventos del mundo es la siesta. Te ayuda a reponer fuerzas del trajín de pensar, de vivir. En la noche regresaba a su puesto de centinela en el mostrador. Parecía un supervisor y los dueños lo aceptaban así.
Felipe había sido víctima de una broma bastante pesada por parte de Miguel, cuando recién comenzó a llegar a la tienda de Don Alberto. Miguel era un buen muchacho pero criollazo y pícaro. Un día Miguel estaba como burro en primavera después de ver a unas chiquillas en hot pants que - descaradamente le habían coqueteado y se habían dejado manosear para ganar algún regalo de su parte - habían ido a comprar chocolates y el falo le incomodaba, así que se lo acomodó para el costado izquierdo y se acordó que tenía el bolsillo agujereado en ese lado de su pantalón blue jean. Se acomodó el falo pétreo dentro de su bolsillo y hacia arriba, aprovechando el agujero. Y se le ocurrió una broma bastante cruel, para ello se mojó las manos con kerosene, artículo que él también vendía. Luego llegaron dos amigos de Manuel que ya sabían de la broma y esperaron a que venga algún incauto pero conocido. Y para su mala suerte se apareció Felipe. Miguel le dijo, Felipito, házme un favor, sácame de mi bolsillo izquierdo las llaves de la vitrina porque estoy con las manos con kerosene. Y Felipe obedeció. Introdujo su mano y agarró un ser viviente y lo soltó enseguida ante la risotada de los presentes. Y le dijo Miguel, no te juegues así, préstame el baño para lavarme.
Felipe no tenía oficio conocido, ni beneficio decían las señoras chismosas, que como todos sabemos son las notarios en los pueblos chicos. Las personas comenzaban a murmurar y le preguntaban a Felipe su horario de trabajo por incomodarlo pero con él no era. Sus amigos le aconsejaban, Felipe ya debes trabajar, tienes 28 años y debe ser incómodo pedir incluso la comida en tu propia casa si es que no trabajas. Felipe les decía, disculpen pero yo a ustedes no les pido nada porque se erizan. Por supuesto el primero de mayo lo veían y lo felicitaban, con un, Felipito déjame darte un abrazo sobretodo a ti, he venido de lejos solo para rendirte homenaje por el sudor que riegas y que sirve para fertilizar nuestros campos. Se escuchaban los discursos más creativos y propicios para la risa y para pasarla bien. Era la oportunidad para la chacota, la chanza. Y él, impertérrito, sonreía como burlándose de todos. Cuando habían huelgas le decían, Felipe, se han olvidado de asesorarse contigo, tú que eres el experto en esos menesteres por tu declarada huelga indefinida. Pero Felipe ni se inmutaba, hacía de cuenta que hablaban de otro.
Un día llegó a la tienda el rumor de que en la carretera a Querecotillo por la curva del cerro La Nariz del diablo, y a las tres de la madrugada, se había aparecido un fantasma de mujer a una pareja de enamorados. Los había asustado tremendamente pero después les había indicado un lugar para una excavación. Y al hacerla habían hallado unas joyas de oro que los sacó de pobres.
Ese día en la tienda a nadie le interesó el rumor excepto a Felipe. Lo escuchó atentamente y puso en práctica un plan. Consiguió dinero para contratar a un taxista y un miércoles a las 2 de la mañana decidió ir en busca de fortuna. Paró a un taxista y lo contrató para ir a ese sitio. El taxista lo vió con cara de gay, porque siempre llevaba parejas a ese lugar solitario y no a un hombre, y para aclarar el tema le dijo amigo, yo respeto las preferencias personales pero esa nota de arrumacos entre hombres no va conmigo. Felipe se sorprendió de la suspicacia y luego se río. A continuación le dijo al taxista, no, no pasa nada, solo quiero el servicio de taxi. Así que acordaron el precio por una carrera ida y vuelta, que no era poco porque el sitio quedaba a 15 kilómetros de Sullana y la hora era especial. Iniciaron el recorrido y después de unos minutos llegaron a la curva. El cerro La Nariz del Diablo no era tan alto pero al recordar su nombre se persignaron y lo vieron imponente. Felipe le dijo al taxista, espérame unos 15 minutos y luego me llevas de regreso. Se armó de valor porque era consciente de que él valía muy poco, y se adentró hacia la oscuridad. Sacó un rosario de su bolsillo y lo cogió con las dos manos. El viento ululaba glacial, la noche era lo suficientemente oscura para amedrentar a los valientes y Felipe no era propietario de esa virtud, así que sentía escalofríos por cada paso que daba. Y de pronto algo se movió entre unos arbustos y salió despedido. Se movieron las ramas y liberaron a una pareja de búhos que habían sido distraídos en su romance melánico. Alzaron vuelo y se perdieron. Felipe resopló y agarró fuertemente el rosario. Avanzó con más cautela, y en la oscuridad se imaginaba formas pero no había contacto. Continuó, tropezó con algo y cayó al suelo. Tocó a tientas y reconoció el esqueleto de algún animal o de un humano. No tuvo tiempo ni la valentía para disipar la duda. Sudaba frío y estaba a punto de rendirse. Se incorporó y caminó unos pasos y de pronto en el horizonte cercano que marcaba una hondonada vió un resplandor y vió elevarse una especie de sotana blanca que se paró frente a él como a unos diez metros. En la oscuridad de la capucha que dominaba la sotana le pareció ver a una mujer muy triste. Y de pronto escuchó: Feliiiiipeeeeee, a quéééé has veniiiiiido. Felipe antes de desmayarse tomó aliento y le dijo, Animita, anini mimita, quiero plata, dinero. Y el espectro, como son los de su especie, que todo lo saben, le dijo, Trabaaaaja Feliiiiipe

CUENTO CORTO:"JUGADA SUCIA" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

Raquel había perdido la vergüenza y no recordaba donde la había dejado. Toda su familia apuntaba a que era en alguno de los casinos que frecuentaba compulsivamente. Pero ella decía no, fue mucho antes y no fue en un casino. Simplemente no recordaba y no le interesaba precisar donde enterró el recato. Su hogar se había destruido, el gran culpable era su esposo, violento por devoción y casi sádico por vocación. Sus hijos ya no estaban. Raquel no se diferenciaba en nada de una gran ama de casa sino porque inició sus vericuetos, que después se enredaron y la atraparon, en un garito. Las luces, la musiquita, el humo de tabaco que la asfixiaba, la posibilidad de entablar conversaciones con desconocidos y asesorarlos, sobretodo cuando se le acababa el dinero y no quería irse. Darles confianza y poco a poco transformarse en una mujer deseada; sentir que podía manipularlos e incluso llegar a recibir dinero de algunos y agradecerles con un beso, que ellos reclamaban con el pensamiento y que ni siquiera se lo pedían. Ella tomaba la iniciativa, les agarraba sus manos y sentía sus tremores sexuales.
Cuando entraba al casino su sangre le hervía, era saludada por casi todos, el pulso se le aceleraba y los elásticos de su ropaje se le aflojaban. Ella reía y decía, si supieran en mi casa en la vampiresa en que me he convertido. Permitía que algunos, solo dos en especial, se le acercaran y la tocaran, la manosearan, le hablaran al oído. Don José y Carlos eran su reserva de inmoral para cuando se quedara sin dinero, que era casi siempre y bien rápido. Su esposo permitía que fuera sola y ella le pagaba con solvencia, con la mayor deslealtad. Cuando la iba a recoger la llamaba por celular y estaba pendiente de su llegada para retirarse discretamente de sus amantes y recibirlo con cariño. Soy la muerte, decía y sonreía.
Cada vez perdía más y más dinero, el que ganaba su esposo, el que le enviaba su hijo, el que ganaba ella. Mentía, decía que siempre ganaba, y alguna vez inventó un secuestro y robo para justificar la pérdida de una considerable cantidad de dinero. Y se engañaba diciendo que ella controlaba cuando quisiera esa afición. Se justificaba diciéndose que cuando sus hijos fueron pequeños se dedicó enteramente a ellos y que ahora ya podía dedicarse a ella. No supo en que momento perdió el decoro con Don José. Con Carlos había sido solo fiereza y descontrol. Un día a las tres de la mañana, ella iba a los baños del casino, y sintió que Carlos la jaló y la poseyó como toda mujer hubiera querido, con un deseo inconmensurable. Carlos tenía un taxi. En él la llevaba a la playa y ella se vendía por 50 soles y se convertía en su esclava por media hora.
Un día su esposo no fue a buscarla y le comunicó este detalle por teléfono. Fue suficiente, jugó hasta la plata del taxi de regreso y cuando se quedó totalmente huérfana de dinero, se le acercó a Don José y le dijo - putescamente - Pepito, a qué horas te vas. Don José le dijo, contigo adonde sea y a la hora que quieras. Coquetamente le respondió, ya pues, Pepito a que hora nos vamos porque me he quedado misión imposible (en Perú, es una forma de decir que no tienes ni un cobre). Pero me hubieras dicho pues Raquelita, toma 50 soles para que juegues un rato más. Pero y si viene tu esposo, inquirió Don José para tener más datos. Ella, para excitarlo le dijo la verdad, y expresó, hoy día no va a venir, está durmiendo. Don José le dijo, qué desperdicio, con una mujer como tú, yo ni dormiría. Ella se sintió halagada. Se pidieron dos tragos y dos más para entrar en calor. Fue a comprar fichas de juego y Don José le dijo, Raquelita, mi amor, ven a mi lado porque tú me traes suerte. Ella obedeció. Ahora eran un tándem. De pronto Don José ganó, la máquina se iluminó y empezó la fanfarria del vómito feliz. La máquina lanzaba desaforadamente fichas, fueron 900 nuevos soles y Don José aprovechó para decirle, ya ves Raquelita, tú me traes suerte y la abrazó, y la besó y ella se dejó besar y luego lo apartó. Luego Don José le dijo, voy a compartir mi ganancia contigo porque es justo. Toma 200 soles para ti. Pero Raquelita, quiero pedirte algo, vamos a celebrar, aquí al costado hay un snack bar bien discreto. Ay Pepito, tú sabes que soy casada, como me pides eso. Don José, que ya tenía los espermatozoides en el cerebro, le dijo, pero si solo vamos a tomar unos tragos. Está bien, dijo Raquel, pero primero salgo yo y te espero. Raquel salió a lavarse las manos. Y salió del casino, luego caminó hacia el bar y se sentó en una mesa. Pidió un trago. Llegó Don José y le dijo vamos al tercer piso, porque allí funciona una discoteca. Tenemos 700 soles para celebrar nuestra buena suerte. Raquel se dejó tomar de la mano y apoyó su cabeza en el hombro de Don José. El la besó tiernamente. Cupido los había atravesado. Si en el mundo hubiera que buscar el amor, allí estaba. Subieron al tercer piso y el lugar tenía una parafernalia de caverna y con poca luz. Raquel apagó el celular, sabía que había cruzado el Rubicón hace rato. Bailaron una salsa y ella le movió infernalmente las caderas, él estaba excitadísimo. Luego bailaron una balada y ella sintió el falo de Don José que pugnaba por abrirse paso de su pantalón. Y sintió su erección como preludio de un orgasmo. Hace tiempo que con su esposo no sentía ese tipo de pecados. Don José la rodeó con sus manos y las bajó, le acarició las nalgas. Ella se juntó a su cuerpo y se sobó, como enemiga, contra él. Don José llamó al mozo y le dijo, dános una habitación. Ella se sorprendió y a la vez agradeció que las cosas se dieran tan fácil. Fueron a la habitación y Don José se volvió loco, la besó hasta el infinito. Ella fue inmensamente feliz. Don José luego le ofreció su estandarte que usaba para colonizar tierras extrañas. Ella lo acarició y lo llenó de los más encendidos besos que hubiera dado. Se sintió una hembra completamente animal. Había obedecido a sus instintos. El la poseyó varias veces, y ella gritó, se desgarró. Y juró no dejarlo nunca más. Finalmente se bañaron, se prodigaron las más tiernas caricias y el amor surgió solemne, triunfante, más allá de los prejuicios, más allá de la moral, más allá del alfa y del omega. El amor se había hecho carne y ya habitaba entre nosotros.
Eran las cuatro de la mañana, debían irse. Bajaron y cuando se acariciaban en las escaleras tuvieron la tentación de volver a la habitación para dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Ella le dijo yo voy a salir primero, se encontraron en la esquina, tomaron un taxi, él la dejó en la puerta de su casa y le dijo, tengo celos de que tu marido te haga el amor. Ella le dijo, no te preocupes, él está dormido. Se dieron un beso, de cuento de hadas ya lo dije, y se despidieron. Ella bajó del auto y entró a su casa. Su esposo medio dormido le dijo, ¿y mami, qué tal te fue?. Ella le dijo muy bien y sonrió.

CUENTO CORTO:"LOS ABUELOS DE LA NADA" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON

En el balneario de Asia, al sur de Lima en los veranos, aparecían como por encanto hermosas sirenitas, reinas madres y los galanes de todos los tiempos.
Las nenas que habíamos visto con indiferencia ahora irrumpían en la arena del Coliseo con su armadura de adolescentes. Y armadas con sus hormonas y sus feromonas lograban distraer a todos, chicos y grandes. Estabas leyendo el periódico y de pronto surgía en la pasarela triunfante una mujer esbelta y abusiva de apenas 14 años. Inevitable bajar el periódico, inevitable bajar las gafas, inevitable no bajar la guardia. Seguíamos la estela de aquella ninfa y en el camino los mancebos olisqueaban y despojaban con la imaginación hasta la más éxtima de sus prendas. Esas niñas eran una plaga. Contribuían al calentamiento total.
Cada año eran un nuevo descubrimiento, un comentario, ¿has visto a la hijita de María? ¡que increíble se ha puesto¡ ¿no? Se preguntaba alguien para obtener la solidaridad y no aparecer como el pedófilo solitario. Los más avezados comentaban, ha sacado el culo a su madre – que todavía está en algo – y en las tetas está por empatarla.
Los galanes de toda la vida se disputaban el cetro de los más “montaraces”, los sementales del estío, según ellos prácticamente todas las mujeres del balneario habían sido sometidas a su intercambio genético.
Hubo una vez una reunión en la que un galán comentaba que se había comido a casi todas las mujeres que estaban presentes. El tipo no creía en nadie, incluso hablaba de sus conquistas que ya estaban casadas. Prácticamente era una máquina de producir semen y de regarlo. Y por supuesto se floreaba diciendo que a todas las dejaba satisfechas. Yo pensaba que me hubiera gustado entrevistar a algunas de sus amantes y si ellas me corroboraban la capacidad amatoria del galán, no quedaba nada más que aplaudir. Pero lo más probable era que la fanfarronería era su modus vivendi. Algunos de los oyentes escuchaban serios y poco a poco se iban acomplejando, pues escuchaban al galán un tipo de 58 años que les espetaba “a esa chiquilla que está bailando, hace dos días le he metido dos polvos y la he dejado como un trapo”.
Yo escuchaba nomás y recordaba que hace poco habíamos ido a un karaoke con mi esposa y a eso de las once de la noche vimos entrar a dos galanes de esos, con 60 años a cuestas, cada uno con un hembrón, hermosísimas, unas verdaderas reinas. Y durante dos horas se dedicaron a tomar licor sobretodo ellos. Yo consideré un deber moral ineludible exponer un manifiesto ante mi esposa y le dije:” mami, disculpa pero si yo fuera uno de ellos, primero tendría un período previo de abstinencia sexual de por lo menos 15 días, haría caminatas y no tomaría ni una maldita gota de licor, en todo caso agua bendita. Que tal desperdicio. Estos patitas tienen a disposición unas reinas pero las chicas los van a tener que llevar en hombros y si van a un hotel con ellos solo van a oirlos roncar”. Por supuesto ellos al otro día van a decir que les metieron 1, 2, 3, 4.....( misma cuenta de boxeo) polvos. Mi esposa aceptó mi comentario y los lapidó, si esos viejitos no pueden ni con su alma y se meten con chiquillas. No les rinden.
Toda la noche escuchamos un solo discurso del “sementerio” andante. Hasta que alguno harto de las glorias de “éxtasis” del padrillo comentó, pero ¿a quién ha salido Pablo tan cacherazo?, porque su padre es súper tranquilo. Debe haber salido a su mamá. Por supuesto que las risotadas se escucharon a varios metros. Cuando vino Pablito de bailar con una hermosa doncella preguntó ¿a ver cuenten el chiste? Y alguien le contestó. Acaban de cagar a un pata fanfarronazo.
Con el paso de los almanaques, los galanes devinieron en testas cenizas y velocidad controlada. Un grupo de ellos no se casaron y cuando ya empezaban a cursar la tercera edad nos dimos cuenta todos que no habían dado frutos. Y surgió el nombre genial, nunca más exacto, nunca más oportuno, se les bautizó como Los Abuelos de la Nada.

CUENTO CORTO: "RED CARD" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

Disculpe señor pero no puedo aceptarle este billete. Daniel se desconcertó, estaba con la bolsa de víveres en la caja del súper mercado y le había tocado el turno de pagar. Tomó el billete de 100 soles que le había devuelto la señorita que atendía en la tienda y dejó la bolsa a un lado. Tomó el billete que le alcanzó la cajera, lo miró bien, lo revisó otra vez a trasluz, lo movió en un ángulo para ver el cambio de color y no vió nada raro. Insistió cortésmente y le dijo, señorita, pero si yo no le veo nada raro a mi billete. Pero la señorita ni siquiera se tomó la molestia de revisarlo de nuevo, simplemente le dijo, lo siento mucho, no puedo aceptarle este billete. Entonces Daniel se retiró y no pudo llevar los víveres que deseaba adquirir, se quedó con las ganas de ese paté con champiñones que le habían recomendado. Salió hacia su auto y se encaminó a su departamento, durante el recorrido se olvidó del incidente. Llegó, subió por el ascensor y en el tiempo fijado estuvo en el piso 14, su piso. Entró, estaba muy cansado y se sirvió un vaso de yogurt de durazno helado. Se sentó en la sala y encendió su Televisor de 42 pulgadas. Miró por la ventana y se sintió dueño de Lima, una vista impresionante dominaba su propiedad porque felizmente, solo se veían lugares decentes y no suburbios huachafos. Entonces pensó que sí se podía comprar trozos de felicidad, y que siendo muy caros, felizmente podía pagarlos. Seleccionó un canal de cable que susurraba música instrumental y resopló. Puta madre, donde mierda me habrán dado ese billete falso. Eso me pasa por no tener la costumbre de usar dinero de plástico. Se quedó dormido un rato en su sillón reclinable que invitaba al descanso por su mullidez y temperatura. Luego de dos horas se levantó, apagó su televisor y se fue a su cama. Se echó con su ropa puesta. Era soltero, tenía un gran trabajo, era Gerente de una compañía transnacional y su sueldo le permitía un departamento de lujo frente a un club de golf. Compartía su condominio con un gay famoso, con una diva de la televisión peruana en decadencia o con una diva en decadencia de la televisión peruana, con algunos políticos de lo peor (no hay de los otros), con varios empresarios de alcurnia y otros silvestres nomás.
Al día siguiente fue a desayunar al café de costumbre. Pidió un desayuno continental y un periódico en inglés. Después pagó con un billete de 200 soles y el mozo regresó y le dijo, Don Daniel lo sentimos pero este billete no pasa, es falso. ¿Qué? ¿Es falso? ¡No puede ser¡ ¿Lo han revisado bien? Sí Don Daniel, es falso. Pero no se preocupe, usted es nuestro cliente y nos puede firmar un vale y nos paga después. Más bien con una tarjeta de crédito se solucionaría el problema rápidamente. Pero Daniel le explicó, sabe, yo no uso tarjeta de crédito. El mozo no le creyó. Salió rumbo a su trabajo, encaró el tráfico infernal y finalmente llegó. La rutina de siempre. Su secretaria le entregó la agenda del día. Él le había pedido a Laura que no luzca escotes porque los espíritus demoníacos lascivos invadían su oficina y no lo dejaban concentrarse. Toda la oficina se empapelaba de tetas y así no se podía trabajar. Lo más importante era que tenía una reunión con unos empresarios españoles que estaban interesados en comprar la compañía. Media hora después el contador estaba exponiendo en la pizarra electrónica la evolución financiera de la empresa. Y los resultados eran bastante halagüeños. Los empresarios de shopping fingieron no estar impresionados (para no elevar las pretensiones de los vendedores) pero sonreían. Salieron a celebrar al restaurante de la playa que estaba en un espigón y permitía un olor salado. Por la tarde pidió permiso para irse a su casa a descansar porque se sentía con malestares musculares. Bajó al estacionamiento, subió a su auto y antes de pisar el acelerador, prendió la luz interior, sacó su billetera y revisó sus billetes, uno por uno, los olió, los jaló, los acarició con las yemas de los dedos para sentir la textura del dinero y se los pasó por las mejillas, para concluir, es dinero. Guardó sus billetes y emprendió la huida hacia su casa. En el camino se cruzó con un niño pobre de esos que esperan en los semáforos y limpian los parabrisas de los autos que se detienen. El niño con señas le avisó que iba a limpiarle el parabrisas de su auto, y Daniel desesperadamente le dijo que no (su auto era un BMW y temía que en vez de limpiarlo le raye el parabrisas), le avisó que se detenga y le alcanzó una moneda de 5 soles como propina. El niño agradeció. Acabó la luz de burdel e inició la senda. Pero, por una corazonada, avanzó unos 50 metros y se quedó mirando la escena por el espejo retrovisor. Entonces, vió que el niño pasó de la alegría a la preocupación, revisó con acuciosidad la moneda, llamó a otros niños de la calle, revisaron la moneda y se comenzaron a burlar. Era falsa. El niño miró hacia adelante y Daniel comenzó a acelerar. Por si acaso el niño mostró al conductor la mano derecha con el dedo mayor en posición vertical y los demás dedos cerrados y espetó el conchetumadre de rigor.
Daniel pensó, por la puta madre, y se preguntó, y ¿todo lo que he reunido de dinero en estos últimos años? y ¿qué de mis esfuerzos, de mis privaciones, de mis calificaciones, de mis ascensos, de mis triunfos? Todo mi dinero lo guardo en mi casa. Y ¿si alguien lo descubrió y poco a poco lo está cambiando por dinero falso?

Debí no creer en nada y creer en los bancos.
Yo soy un hombre de este siglo y nunca me decidí a usar dinero plástico. Puta, en que lío me he metido.
La vida me ha estafado.
¿Quién me está desterrando, quién me condena a esta diáspora?
Debía tomar una decisión.
O el dinero o la familia, o la plata o los amigos, o el vil metal o los mejores recuerdos, o el sucio dinero o sus valores.
Y entonces se deslumbró, mandó todo a la mierda, fue a su departamento, no se despidió de nadie, cargó con todo el dinero que pudo en su auto e inició el éxodo a otra tierra para sacar adelante esa vocación escondida y que siempre tuvo, la de ser profeta.

lunes, 24 de junio de 2013

CUENTO CORTO: "SAVIA DECISIÓN" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON

Enrique se había percatado de un cambio. La oscuridad lo amodorraba, le robaba vitalidad, parecía robarle aire, intoxicarlo. Desde entonces evadió la oscuridad y los tonos grises de las estancias donde se desenvolvía su vida cotidiana. Buscó vivir la vida exclusivamente a colores. Él no supo a que atribuirlo. Como era propietario celoso de algunas fobias, trató de no hacerle caso a este deseo de escapar de las grisuras para no incorporarlo a su colección de temores infundados. En cambio la luz solar le inyectaba entusiasmo, nuevas fuerzas, ganas de cantar, de moverse, de ser feliz. Había leído que el ritmo circadiano influía en el comportamiento de las personas, que los ciclos de luz y oscuridad determinaban actitudes; y eso lo tranquilizó. Pero ¿ porque esos síntomas se fueron arraigando y acrecentando ? No tenía una respuesta. Entretanto la fotofilia se transformó en avidez y luego voracidad por los rayos solares.
También notó que empezaba a desear los espacios abiertos, se sentía libre y tenía la imperiosa necesidad de pararse e inclinarse de manera recta como un poste inclinado y sentir el bramido del viento en la cara. Empezó a gustarle hacer las inclinaciones para lados diferentes, elevar los brazos e inmovilizarlos y en ocasiones buscaba la inmovilidad total. Eso lo relajaba. En los parques y jardines su familia y amigos lo veían como un nuevo adepto al tai chi. De salud estaba bien.
Había leído que el agua era una maravilla y decidió desde ese momento de lucidez tomar una docena de vasos con agua al día. El agua también lo revitalizaba y sentía que le servía para otras cosas que su cuerpo sabiamente realizaba. La luz, el agua, las poses estáticas. En el barrio comentaban, otro loco más.
De pronto, un día cualquiera, comenzó a sentir que algunas de sus articulaciones se endurecían sin dolor. Consultó con el médico de la familia y le explicó que era algo así como anquílosis ósea y articular debido a sus 49 años. Él se dió ánimo y se dijo para sí mismo, felizmente que me dedico a lo natural, la luz solar,tomo abundante agua, hago ejercicios y no tengo hábitos nocivos como tabaquismo y alcohol. Porque sino peor me fuera con esta enfermedad reumática.
Continuó con su rutina, el trabajo, la familia. Se declaró un predicador de la vida sana y decidió dedicar parte de sus fuerzas a convencer a los profanos de las ventajas de los elementos naturales. De los elementos que faltaban estaba el fuego y se dió cuenta que el fuego no le atraía y cayó en la cuenta que empezando con un respeto a las llamas estaba terminando con otra fobia por el fuego que no quería comprarse para siempre. Pero el barro, extrañamente empezaba a adquirir una importancia desde aquel día en que llovió y un aroma lo envolvió sensualmente. Investigó el origen del extraño olor y caminando por el jardín tomó un poco de barro entre las manos, lo olfateó y quedó hipnotizado. Este era el olor que estaba buscando hace tiempo y quiso saborearlo. Lo hizo, le gustó y pensó que eso no era cuerdo y otra vez tuvo miedo. Consultó nuevamente con su médico y le dijo que tal vez tenía anemia, porque en medicina cuando un paciente tiene anemia presenta avidez por los minerales primarios. Por lo que el facultativo le prescribió análisis sanguíneos y para su sorpresa y el desconcierto del galeno, los análisis salieron normales, no tenía anemia.
Y un día en la piel sintió una paquidermia incipiente que se fue apoderando de él. Su médico temió que tuviera dermatomiositis. Otra vez nunca llegó a certificar ese diagnóstico. Se hizo una herida y de la lesión brotó un exudado blanco que olía a resina.
Enrique comenzó a sentir que su movilidad se iba limitando, que su familia sufría. Incluso perdió el trabajo. Y una tarde tomó una decisión que la sentía crucial, necesarísima, la de ir al parque cercano a su domicilio. Penosamente salió de casa, mientras pasaba por los jardines de su barrio el corazón se le aceleraba. A duras penas pudo llegar hasta el mencionado parque. Se detuvo, alzó los brazos. Sintió que el sol ingresaba a sus entrañas y su piel rápidamente adoptaba el acartonamiento y la tersura de la rusticidad. Sus pies se hundieron como en arenas movedizas. Sintió que su sangre adoptaba un tono rosado y luego blanquecino y finalmente, como un veneno largamente deseado, la savia se apoderó de él y le explicó su metamorfosis, su nueva vida.
Su familia lo buscó y nunca encontraron ningún rastro ni de esperanza. Literalmente se lo había tragado la tierra. A pesar de que sus familiares pasaron muchos días y años muy cerca a él. Vió crecer a sus hijos. Cargó con alguno de ellos sin que se dieran cuenta y también con algunos nidos. En aquel parque un sauce crece ahora con más pena que gloria. 
alfredo guerrón. 2008.

CUENTO CORTO: "PARA LUSTRARTE MEJOR" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON

Siempre me gustaba salir a trabajar con la camisita limpia, era la del colegio. Pero esta vez se estaba acabando el jabón, mamá había decidido que primero era asearse y mejor era lavarme la cara. Mis clientes sí iban a disculparme la camisa un tanto sucia pero creo que no, la cara. Mamita me despertó para desayunar, estábamos de vacaciones y se acercaba Navidad. Les digo de paso que para mí, mi mamá es exactamente el amor de Dios, ni más ni menos. De mi papá nunca les voy a hablar porque cuando lo recuerdo me pongo muy triste y se me hace un nudo en la garganta, sólo tengo los peores recuerdos de él y más vale olvidarlo para siempre.
Cuando nos reencontramos con mi mamá en la noche ella me hace cariños, me pasa sus manitas por mis mejillas y me dice que me quiere y eso es lo que más me alegra el corazón y hace que recuerde que quiero convertirme en el mejor lustrador de zapatos del mundo para comprarle una casita a ella que se lo merece.
Antes de salir me alcanzó un tecito que sabía a todo el amor del mundo y un pancito de ayer. Luego ella dejó a mis hermanos menores en el "huahua" y se fue a lavar ropa . Yo soy el hijo mayor, ya voy a cumplir 8 años. Mamá me dijo, anda hijito a ver si conseguimos algo de platita. Y salí con mi cajita de lustrar zapatos, que a esa hora no me pesaba nada. Me subí a un ómnibus y le rogué al cobrador que me aceptara la única riqueza de que disponía en ese instante, 20 céntimos. Dios le tocó el corazón y así pude llegar a mi destino, el centro de Lima.
Me bajé en la avenida Abancay y le ofrecí a Diosito mi trabajo del día, como me había enseñado mi mamá. Me acerqué a una pared y revisé mis materiales, la caja de lustrar estaba buena, los betunes ya estaban por acabarse, el trapo estaba bueno, el tinte estaba a medio terminar, pero lo que sí me entristecía era la escobilla que estaba raída y parecía muy viejita. Pensé que no debía perder tiempo y trabajar lo más pronto posible porque en los siguientes días tendría que hacer gastos extras para reemplazar mi material y a lo mejor no quedaba nada para ayudar a mi mamita.
Fui a la salida de un banco y un caballero aceptó mi pedido de embellecer sus zapatos. A mí me gustaba lustrar, transformar unos zapatos sucios en el orgullo de cada quien. El cambio era espectacular. Los señores se acercaban a mí un tanto avergonzados por sus zapatos sucios y luego los veía alejarse felices y yo, modestamente, había contribuido con mi granito de betún a esa alegría. Empecé con el caballero, el primero de la jornada, lustrando, primero para sacar la tierra y veía a mi escobilla gastadita y me daba pena y pensaba que fuera que alguien me regalara una nueva. Luego embadurnaba con betún primero un zapato y luego el otro y finalmente sacaba brillo nuevamente con la escobilla que cada vez me entristecía más. Para el final reservaba la maniobra que me habían enseñado los capos, que decían que el secreto de una buena lustrada era finalmente hacerles cosquillas a los zapatos con el trapo de franela y que se rieran dejando escuchar el "chuic,chuic,chuic". El señor me dió un sol en vez de 50 céntimos y miré hacia el cielo y agradecí a mi diosito de siempre. La mañana pintaba bien. Seguí caminando por el jirón Carabaya y el olor a comida me distraía y me decía ojalá que consiga algo más para la comidita de mi madre porque la veo cada vez más flaquita y tengo miedo de que le pase algo. La gente entraba y salía de las tiendas, compraban lindos regalos, se acercaba Navidad.
De pronto una dama, con dos casi jóvenes, me pidió el servicio. Que suerte que habían salido con zapatos. Han de saber que la abundancia de zapatillas está a punto de arruinar mi sueño de convertirme en el mejor lustrador de zapatos del mundo y ha hecho que mi horario se haya extendido. Ahora, trabajo de 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde. El que inventó las zapatillas seguro que odiaba a los niños como yo porque nos arrebató poco a poco nuestro trabajo. Decía que les lustré a los dos, casi jóvenes y escuché que le preguntaban a su mamá porque un niño tan menor tiene que trabajar. Pues porque soy responsable, en vez de estar jugando y perdiendo el tiempo, yo ayudo a mi mamita y a mis hermanitos. Que cosa ? No faltaba más. Las medias de los jóvenes eran muy bonitas y me cuidé de no ensuciarlas. Me pagaron y luego me invitaron un jugo de frutas y yo pensaba, quisiera llevármelo a casa para compartir un poquito aunque sea con mi mamá y con mis hermanitos. Pero al final me lo tomé, ya no gastaría en mi almuerzo.
Entré a la Plaza de Armas, mi caja de lustrar ya me pesaba más y me dolía un poquito la espalda y me daba ánimo diciendo para mí, Raulito ya comienzas con tus engreimientos. La Plaza lucía el arbolito y un nacimiento. Y pude lustrar varias veces ( había sido un día muy provechoso ) y cada vez que lustraba, trataba de disimular la vejez de mi escobilla porque sino me daban ganas de llorar. Caminé por el jirón De la Unión y ví los helados, hacía calor, con un sol que me abrasaba y me abrazaba, quería un helado, pero no quise ser egoista, y pasé de largo.
Casi al final del día le ofrecí mi trabajo a otro señor, aceptó y decidí hacer mi obra maestra del día. Me concentré y agradecí a Dios por mi última lustrada del día y por mi linda familia; y lustré como se debe, como me había enseñado mi primo. Al final los zapatos del señor no parecían, eran nuevos, ese milagro lo hacía yo muchas veces. El señor me pagó 2 soles.
Doblé por la avenida Emancipación y entonces le pedí un regalo de Navidad al niño Dios, una escobillita nueva, lo único que te pido diosito. Ya eran las 6 de la tarde y me regresaba a casa, y de pronto ocurrió el milagro, el verdadero. Pasaba cerca de unas bancas del ornato de la avenida y descubrí a un trabajador de la municipalidad que con un rodillo estaba pintando las bancas con pintura marrón y saqué mi escobilla y le pedí que me la pintara. Aceptó mi pedido, tomó mi escobillita y poco a poco y con gran cuidado empezó a pintarla hasta que terminó. Y de pronto, mi escobilla se convirtió en nueva . Tendrían que haberla visto. Les juro que fui muy feliz. Le agradecí y me quedé esperando a que secara la pintura y profundamente agradecido me pregunté...¿ cómo no iba a creer en el niño Dios ?
(alfredo guerrón).

CUENTO CORTO: "TAXISTA A PLAZOS" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON


Yo soy taxista desde hace 10 años. La empresa donde trabajaba quebró y felizmente con mi despedida me dieron una indemnización que me sirvió para comprarme un auto y trabajarlo como taxista. A los 3 años unos tipos, que no parecían malhechores, me pusieron una navaja en el cuello y me quitaron toda mi fortuna. Nunca recuperé mi herramienta para enfrentar a la vida con más ilusión. Desde entonces cada vez que puedo, consigo a alguien que me dé en alquiler un auto para trabajar diariamente.
Hoy es domingo y quiero trabajar para encontrarme a mí mismo. Ya no tengo a nadie, mis hijos han viajado al exterior y mi esposa me ha abandonado. Me han dado en alquiler un automóvil Toyota sedán (a propósito se han dado cuenta que en los suicidios, el detective siempre debe buscar el auto-móvil. Esa anécdota es buena, se me ocurrió sólo porque soy taxista) y salí a recorrer la ciudad de Lima para conseguir algunos clientes. Les diré que las Plazas, más que las calles, siempre me han fascinado, por su belleza, por su forma, por su obligación de aduana del tráfico. Pasé por la Plaza del distrito de San Luis, que une a las avenidas Aviación, Arriola y San Juan. Esta es una Plaza ovoide, bastante descuidada y con unos monumentos poco famosos. Circundé la plaza y fui a llenar el tanque de gasolina de mi carro en un grifo del contorno. Mientras llenaba el tanque, pensaba en cómo se puede conocer una Plaza bastante bien. Y me respondía, poniendo tu humanidad en ella, llorando en la plaza algún amor extraviado, descansando en un día de sol, leyendo el periódico una mañana de domingo, quedarse en la Plaza viendo pasar a los autos, y sobre todo, certificando que el mundo da muchas vueltas. Pagué por el combustible y salí en primera, avancé una cuadra y volteé en U para regresar a la Plaza. Por alguna razón imánica ingresé a la Plaza e inicié un recorrido que transformaría mi manera de ver al mundo. Me coloqué muy cerca al borde de la acera de la Plaza y empecé a dar vueltas. Estaba concentrado en el trayecto y de vez en cuando veía a los conductores que pasaban cerca a mí. Seguí con la segunda, tercera y cuarta vueltas. Nadie se dio cuenta de lo raro de mi camino. Ví las bancas en varios ángulos, a una pareja besándose en todos los perfiles, al monumento que me miraba fijamente, luego con el rabillo de sus ojos y finalmente el monumento me perdía al darle la espalda para a continuación volver a verme. Los edificios de los contornos tenían otros detalles que no había observado en las primeras vueltas, era increíble, parecía que los dueños se apresuraban en cambiarlos en cada redondel que dibujaba. Yo seguía dando vueltas y aparecían nuevos personajes, un heladero que se estacionaba, que vendía su algidez y que luego iniciaba el éxodo para una vida mejor. Unos jóvenes esperaban un ómnibus de servicio público para que los llevara a una reunión agradable que se adivinaba en la expectativa de sus ojos. Yo los veía que se acercaban y luego se alejaban y al volver a verlos estaban en diferentes órdenes y me preguntaba si eran los mismos o no. Es que el orden importa, yo tenía un orden tenía un recorrido fijo, yo sabía cómo empecé este negocio pero no sabía cómo iba a terminarlo, en todo caso no lo premedité, que conste. Yo seguía dando vueltas y poco a poco me convencía que eso era lo que quería y nadie tenía que criticarme por ello. Cuando pasaba por el mismo lugar se me ocurría que no había pasado el tiempo y que no había envejecido. Y eso me seducía tremendamente. Continué mi recorrido y recordé las tantas veces que cumplí ciclos en mi vida, me divorcié dos veces, perdí mi trabajo en tres oportunidades, los ciclos de todos los días que viví, las veces que me perdonaron antes de volver a agredir a mis seres mal queridos, los libros que leí en repetidas oportunidades. Seguí dando vueltas y sonreí. Me pregunté, porque no me voy, porque no salgo del ruedo. Ya no podía irme, esa era la pesadilla (¿o la felicidad?) que tantas veces me acosó hasta acorralarme y que hoy tenía la brillante oportunidad de cumplirse. Hay destinos que son circulares y más exactamente, ovoides. Seguí dando vueltas y algunas personas se dieron cuenta de ese proceder que les resultaba absurdo, les resultaba incómodo, les recordaba cuán cuerdos eran y eso es subversivo. Empezaron a avisar a otras personas que había un auto con un camino raro con un chofer inescrutable, pero que lo más probable es que estuviera loco. Algunos aplaudían cada vuelta que terminaba o que empezaba. Empezaron a aglomerarse, de pronto fui famoso, me había convertido en un reality. Pero ellos se desilusionaban, cuando se percataban que lo mío, iba en serio. Y cambiaron el tono de la alarma, cuando lanzaron el alerta de peligro y avisaron a la policía. Saben, yo no le estaba haciendo daño a nadie, yo me cuidaba de no estorbar al tráfico. Por último, no está prohibido dar vueltas a una Plaza. Pero me quisieron detener. Entonces ví a un camión que ingresaba a la Plaza, aceleré lo más que pude en la primera vuelta, me había transformado en la imaginación de esos trasnochados denunciantes, frenaba en las curvas, mientras no perdía de vista al camión, e inicié la última acelerada para impactarlo justo en la curva. Me enclavé debajo de su chasis, pero el golpe me despistó y con mi auto dí varias vueltas de campana. Vueltas, vueltas y más vueltas.

CUENTO CORTO: "RICARDO CUORE" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON

Supuestamente tengo una vida regalada porque me han obligado. No necesito trabajar para procurarme el sustento. Me paso la vida caminando, observando, descansando, tomando el sol y sospecho que me miran y me han tomado en serio. He crecido amamantado por mi madre, ella me adiestró en muchas artes que nunca pude poner en práctica. Sé que mi padre fue un tipo hosco, violento y se creía el rey del mundo. El tuvo muchas hembras a su disposición, mi madre apenas fue una receptora de sus genes y de que gozó, gozó porque mi padre fue un súper macho. Y yo soy apenas el hijo de Ricardo. 
Mi padre, Ricardo, fue admirado, entre otras cosas por su tremenda fortaleza, pero de que le sirvió si nunca fue libre y ni siquiera se sintió libre alguna vez. En su descargo diremos que tuvo grandes ataduras. 
Ahora que veo el alba cada día y bostezo; pienso que esto aburrió a mi padre hasta la desesperación. El paisaje cercano presenta cambios mínimos como siempre y eso no excita a nadie. Su tragedia es que por todo ello tuvo la razón y por eso precisamente la perdió. 
Para sobrevivir mi padre debió imaginar un mundo diferente lo suficiente para que se le empezara a entreverar con la realidad; lo suficiente para que las visiones salvadoras lo obnubilen y lo obliguen a ser feliz. Pero papá no tenía alma de artista. La locura no estaba en sus planes. 
Caminar sin rumbo en un espacio cerrado es perder la ilusión a cuentagotas, es alimentar la desesperanza y aunque dicen que es bueno para el corazón, a mi padre, eso entre otras cosas, le destrozó el corazón. La comida fácil, el sueño de muchos no es ninguna ventaja cuando lo es para siempre. A papá lo derribó arteramente, le violentó su tremendo orgullo. Que fácil le resultaba comer. Y luego esperar impacientemente el paso de las horas, doblar la cerviz y esperar a que el mundo se muera una y otra vez. Mi padre se olvidó de soñar o tal vez nunca aprendió. 
Porque soñando hubiera salido de esta puta jaula aunque sea por unos instantes porque han de saber para su desilusión que los barrotes de mierda de un zoológico no bastan para detener al rey de la selva.

CUENTO CORTO:"¿COMO PILATOS ? DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

Estaban allí convocados alrededor del penúltimo lecho, cada uno con su ansiedad proporcional al grado de hijo que sentían y tenían especial curiosidad por escuchar las últimas palabras de su querido padre.
Decir que estaban unidos era una exageración. Pero irónicamente estaban re-unidos y se notaba en sus respiraciones las inmensas diferencias que siempre los habían caracterizado y que con el correr de los almanaques se hicieron más evidentes.
Eran 8, y ahora sabían que eran 4 medio hermanos de los otros y éstos decían, a su vez, lo mismo. Solamente eran hermanos perfectamente simétricos : 4 y 4. Su padre habíase casado con una primera esposa y luego de enviudar decidió reincidir con una fortuna igual en todo : una esposa y 4 hijos. Estaban allí y no estaban. Los minutos pasaban y veían a papá que hacía esfuerzos cada vez mayores para capturar el aire que ellos sabían le estaban robando y de repente lo veían abrir los ojos y parecía contarlos, recordarlos, vigilarlos. Sentían el innegable orgullo de ser un número que finalmente integraría el 8, la tranquilidad penúltima de papá. Estaban seguros de que se alegraba por la presencia de todos y se disponía a reafirmar su autoridad, aún despidiéndose. Las salidas honrosas eran su especialidad y ellos la esperaban, claro que sí.
La ocasión podía calificarse de ténebre ( sí, se necesitaba una nueva palabra para describirla ). Era el fin, el olvido, la liberación, la regurgitación de los recuerdos, la oportunidad de desensuciar la memoria.
Crecieron con el hábito, implacablemente, impuesto de lavarse las manos. Para limpiarse primero, para librarse de los gérmenes ( ¿librarse? después aprenderían que se habían pasado la vida seleccionando a los gérmenes más fuertes ), para convertir el aseo personal en la obligación moral de cada día. Luego, el lavarse, constituyó una forma sublime de purificarse; significó acceder ,cada vez mejor , a la metamorfosis diaria, y perseguir inútilmente la albura. Todos los hijos aprendieron a conocer perfectamente sus manos antes que sus almas y a restregarse, lograr la eclosión del jabón y el manar de sus efluvios, producir la espuma, sentir que el agua se apoderaba de ellos y agradecer el milagro de lo cotidiano de separar lo artificial de lo natural y nuevamente la fusión, la confusión, como al principio de los tiempos.
Nadie se atrevió a contradecirlo y por eso cada vez resultaron los mejores cómplices para recrear la apabullante parafernalia de lavarse una y otra vez sin ninguna esperanza. Ahora podían preguntarse si lo que hicieron y lo que no hicieron estuvo bien.
Su padre sentía un especial placer al observar el espectáculo casero frecuente de sus hijos despojándose de la sordidez del mundo mediante, los que consideraba, los dos mejores aliados : el agua y el jabón.
Y ellos no recordaban en que momento empezaron a odiar los adminículos de higiene, las toallas nunca secas, el jabón reblandecido, y la sensación de estar permanentemente vigilados ante cualquier mácula que ultrajara sus manos para, a continuación, recibir la orden obsesiva de lavarse. Después se demostrarían para su mínimo equilibrio que no era necesario lavarse una y otra vez y que si las enfermedades tenían que llegar, pues llegarían.
Entre las muchas cosas que aprendieron, decidieron no involucrarse en las situaciones que demandaran decisiones difíciles ; decidieron también no adoptar responsabilidades y dejar pasar las cosas. Pero este comportamiento no fue absoluto. Eran grandes muchachos y abnegadas madres pero conservaban el estigma original, cual pecado adánico. Hasta podría decirse que eran buenos. ¿ Quién no ha tenido una marca original, casi bovina, infligida por sus padres ?
En sus trabajos y en sus casas, recordaban a su padre cuando realizaban el ritual de la purificación, y si alguna vez incubaron una actitud subversiva para contradecirlo, tuvieron que tragarse sus palabras cuando la epidemia del cólera le dió, a su padre, la razón entera y agobiante. Ese día exclamó triunfante :" Yo les dije muchas veces, lavarse es salud. Recuerden siempre lo que produce la cochinada". En adelante debieron lavarse hasta desollarse, hasta sentir la mudanza de la piel casi horaria, hasta que la epidermis fugara y sintieran un ardor especial, una nueva forma de sensualidad para relacionarse con el mundo. Por eso se decía en el barrio, en el trabajo, en las reuniones, que los Fuentes parecían siempre Nuevos. Nadie conocía la terrible verdad de repetir este ritual una y otra vez so pena de contrariar al armónico mundo de equilibrio de su casa cuyo centro de gravedad se había desplazado hacia su padre y permanecía en él.
Que interesante : Nuevos, con pocas responsabilidades, buenas personas, ilustrados e inteligentes. ¡ Qué bonita familia ¡
Se dieron cuenta que el cordón umbilical crecía inversamente proporcionalmente a la distancia que los acercaba a su padre. Y dieron con una solución : alejarse, frecuentarlo poco. Pero pronto sus parejas y sus hijos advirtieron que estaban reproduciendo maníacamente en sus hogares aquello de lo que tanto se quejaron. Recién se dieron cuenta que no podían escapar, estaban atrapados en la telaraña de la Higiene Mayor.
Recibieron de su padre, el mayor de los afectos y así lo trasmitieron a sus hijos. Fueron buenos padres. Pero invariablemente y sin darse cuenta, recordaban sus propias manos, el estigma, las veces en que se liberaron embarrándose de la podredumbre del mundo, el jugar en el fango, los carnavales. Y en el sexo la exploración cotidiana total, el sonrojo por todas las cosas que habían hecho y el remordimiento por la probable censura paterna sobre determinado acto no higiénico. Aprendieron que el fango tiene su atractivo, te ofrece una coraza para mimetizarte, te integra al grupo y precisamente a ellos les daba la razón : no enferma, no mata y no ensucia. Apenas embarra.
Y ¡Qué final ¡ ¿ Quién tenía la razón ?
Tanto haberse lavado para evitar que algo extraño ingresara a su cuerpo ( un riesgo mínimo ) para terminar compartiendo un extraño aparato de diálisis ( un riesgo muy elevado ) en el que los residuos de sangre de una y otra persona se mezclen, es decir cada vez recibir microtransfusiones de sangre.
¡ Qué irónica es la vida ¡ reflexionó una de sus hijas. Ahora para vivir, papá deberá ensuciarse internamente, una y otra vez, y no podrá lavarse. Qué increíble.
Estaban todos juntos como muy pocas veces, tal vez no volverían a reunirse y constituían esa mañana un himno familiar. Esperaban la despedida, la orden, el reproche...Eso era papá.
Y de pronto ocurrió lo poco que faltaba para que lo quisieran para siempre, la coherencia, el vivir lo que se predica, la priorización de las cosas aún en el postrer adiós. Su padre tomó aliento y pronunció, nunca más gravemente, lo que ellos hubieran querido escuchar : "No se olviden de... lavarse las manos" y expiró.
alfredo guerrón ojeda.

CUENTO CORTO:"TIRO DE GRACIAS" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

Tengo este Smith and Wesson cargado con seis balas. Lo he acariciado varias veces y en estos últimos tiempos he postergado la decisión de encaminar una bala sólo por cobardía. La valentía fue una enfermedad que se me ha ido curando con la edad. En los últimos años, un tiovivo me ha estado rondando la cabeza y su última parada, siempre, es mi sien derecha. La gente dice que soy un siete vicios y no tengo argumentos para contradecir esa opinión. Algunos pueden calificarme de un hijodeputa y se quedan cortos. Reconocerlo es lo único de honestidad que me queda. Me he pasado la vida burlándome de todo y de todos. Y aquí estoy lamentándome. No he tenido coherencia, porque debería morir en mi ley, ser un hijodeputa toda la vida y ser un hijodeputa al final. Sin lamentos. Sería admirable y me ganaría el respeto. En el juego de la vida debí jugarle aunque sea un boletito a mi hijo. Se me fue. Tuve la oportunidad en mis manos, incluso mi hijo me la brindó. Se acercó a pedirme ayuda al final de su carrera y como yo le había fallado, antes, muchas veces, me dijo, piénsalo pá, si no lo haces por cariño aunque sea juégate un albur, a lo mejor me va bien y yo podría ser tu bastón para la vejez. Y yo me molesté todavía, putamadre, me rasgué las vestiduras y le dije que cómo era posible que me dijera eso. Y le fallé en la última vez, era mi última oportunidad y no lo ayudé. Qué estúpido. Me ofreció una transacción, estaba fácil, incluso el monto que me pedía no estaba fuera de mi alcance, no debía invertir mucho. Pero no lo apoyé. Si lo ayudaba quedaba perdonado todo y se quedaba con una deuda eterna conmigo. Qué me hubiera costado ayudarlo aunque sea con alguito. Pero se me fue. Es que a mí tampoco me ayudaron. Ya sé que esto no sirve de justificación. Pero ya lo hice y tengo 80 años, estoy medio ciego y sobretodo, sólo. Hay una bala perdida en el tiempo que ya está encontrando su rumbo y que, inexorablemente, viene por mí. La gente dice que uno de mis peores vicios es jugar juegos de azar. Yo no lo considero un vicio, modestamente, es mi profesión, corrijo, es mi religión. Se supone que a través de muchos años de jugador profesional he desarrollado una intuición especial para descifrar esos códigos que están velados para los profanos y que permiten poseer, a los iluminados como yo, más probabilidades para ganar. Se suponía y en la jugada de mi vida, cometo ese lance, increíble. A mí, todavía. Se me fue la jugada maestra, la que hoy cambiaría mi vida y me permitiría acceder a la muerte entre los míos. Si dicen que al mejor cazador se le va la paloma, diré que al peor jugador, al más vicioso se le fue un águila, porque mi hijo se transformó en un águila y yo pude haberme cobijado ahora, aunque sea un ratito, bajo su égida, sobretodo hoy que más lo necesito. Pero con que cara voy a pedirle perdón, y ayuda. No me habla hace 30 años y tiene toda la razón. Me lo he ganado. He agredido impunemente durante muchos años a su madre, a sus hermanos y a él. He desprestigiado el apellido, lo he relacionado con deudas, con estafas, con inmoralidades. Soy un paria y no puedo pretender ahora reinvindicarme. ¿ Cómo me recordarán en Sullana ? como el alcahuete de los Generales. Es que yo llegué a grandes alturas. Puta, qué tal título, pero es lo máximo que he hecho. Les diré que en los tiempos del gobierno militar yo me ganaba la vida como proxeneta, poniéndoles hembras a los militares y me pasaba de rastrero (recién me he dado cuenta) dirigiéndome a ellos como "mi general". Es demasiado tarde. Ya no se puede retroceder lo vivido. Y todavía pienso, que imbécil conchesumadre. Me pude haber asegurado con mi hijo. En que mierda estaba pensando. No lo veo hace 30 años, no conozco a mis nietos y por supuesto ni siquiera han querido conocerme. Sé de sus venas artísticas y de sus triunfos que no son míos definitivamente. Ya no existo. Vivo en una covacha. Y para colmo hace una hora, el destino, inclemente, ha tocado mi puerta, ha aparecido como una mano que parecía de apoyo pero que a la vez me ha lanzado la última bofetada. Me ha dado el aliento que me faltaba. Mi hijo ha venido a verme con dos hermosos jóvenes, mis dos nietos, a decirme que todo está olvidado, que no ha pasado nada y que quiere que viva con ellos. Y esto, es demasiado para mí. Le he agradecido con las únicas lágrimas que me quedaban, y le he dicho que por favor vuelva en la tarde a recogerme, mientras empaco algunas cosas, para irnos. Sin que él se lo proponga, me ha reducido a la mínima expresión, ya no queda nada de mí, es el adiós. Me siento una alimaña. Pero tamaña nobleza no puedo menos que corresponderla que con este tiro en la cabeza.
(alfredo guerrón)

CUENTO CORTO: "¡¡SANTO DIOS¡¡" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRON.

Carlitos entró excitado y corriendo a su casa de la calle Alfonso Ugarte en Sullana, una ciudad del norte del Perú. Buscó a su mamá Tarcila que en ese preciso instante se hallaba cocinando un plato de cau cau (vísceras de estómago de res en guiso), el plato preferido de él. Y le dijo, mamita debo decirte un secreto: Don Pedrito es un santo. Su mamá sonriendo le dijo ¿Por qué? Y el niño de apenas 11 años le dijo, mamá, tú conoces a mi amigo Eddy y yo te había contado que su mamá estaba muy grave en el Hospital de Sullana, prácticamente estaba desahuciada. Pues yo estaba desesperado por la angustia de mi amigo por la cercanía de la muerte de su madre. Y un día caminando me pregunté quien es un hombre bueno, quien no hace daño a nadie, quien no molesta a las personas. Pues Don Pedrito, no había otro. Y me arrodillé en mi cuarto a la hora de dormir y le recé con todo fervor y le pedí a Don Pedrito que interceda ante Dios para que se cure la mamá de mi amigo. Y qué crees mamita, la señora Gracielita se ha curado. Yo le dije a mi amigo que yo había orado mucho a un santo especial y que él me había hecho el milagro. La señora Tarcila sonrió con paciencia y le dijo, ven hijo, mira eso que ha ocurrido se llama coincidencia. Yo estoy de acuerdo con que Don Pedrito es un hombre bueno pero de allí a que sea un santo hay una gran diferencia. Además está vivo, ese es el principal inconveniente. No existen santos en vida, salvo el Papa, los obispos, los párrocos. Carlitos nunca quedó convencido con esa explicación. Había un tremendo problema, él rezó y el problema se solucionó. ¿Dónde estaba la coincidencia?
Carlitos se lavó las manos y se sentó a la mesa para saborear el manjar que había preparado su mamita para él.
La señora Tarcila se quedó pensando en el tema. Después pasaron los días y continuó la rutina. En pocas semanas la señora Tarcila tuvo entre manos un problema muy grande, había confiado en una vecina, la señora Mechita, amiga de años y le había dado en préstamo un capital que representaba sus ahorros de muchos años. Ella la había convencido que ese dinero le reportaría pingües ganancias en un plazo máximo de 7 días. Tarcila estaba desesperada, ya habían pasado 15 días de ese pacto y la señora Mechita había viajado a Lima y no regresaba. En una noche de pesadumbre se arrodilló (después se arrepintió no de sus pecados sino del dolor de rodillas al levantarse) y le rezó a Don Pedrito con aquel fervor febril de los acreedores. Pidió que aunque sea le devuelva el capital que no importaban los intereses. Sintió vergüenza por ello, pero se dijo a sí misma, no pierdo nada. E increíblemente, al día siguiente, la señora Mechita se apareció con el dinero y con sus intereses de ganancia y se disculpó por la demora. Tarcila empezó a dudar y a tener fe.
No quiso contarle a su hijo esa otra coincidencia porque consideró que estaba en formación y esto podía ocasionarle desconciertos en su fe católica, pero sí se lo contó a su comadre Juana. Ella la escuchó atentamente los dos testimonios y le dijo, no sé que pensar, una coincidencia pasa pero dos, además, cien por ciento de efectividad. Tarcila no reparó que contarle a su comadre era igual a publicar la noticia en los diarios o propalarla por la radio. La noticia cundió en la ciudad. Algunos se reían pero otros lo tomaron más en serio e incluso se persignaban al pasar frente a la puerta de la casa del nuevo santo.
Don Pedrito continuó con su rutina, lo veían pasar a las 6 y 30 de la mañana rumbo a la iglesia para asistir a la misa cotidiana de las 7 de la mañana. A todos los saludaba con su clásico “buenos días de Dios”. Comulgaba diariamente, al salir compraba su pan en la panadería “tres estrellas” y se recluía en su casa. A mediodía le traían un almuerzo del café Grau. Y después no se sabía de su existencia. La gente especulaba. Seguro que para rezando. No se le conoce pareja, ni vicios. No hace ruidos, se ha aislado del mundo pecador. Si no es un santo, le falta muy poco.
En los siguientes días se acercaron a casa de Tarcila otras personas. Don Julio le dijo, he vuelto a tener noticias de mi hijo después de un año y estoy agradecido a Don Pedrito. Ahora sé que mi hijo está bien de salud. Doña María le dijo, a mi mamá la han operado y le pedí a Don Pedrito que salga bien de la operación, y felizmente ha salido bien. Doña Gilda pidió algo más modesto, que su hija salga invicta en las notas del colegio, es decir que no tenga cursos desaprobados y la jovencita salió con buenas notas. Y los ecologistas como Don Mario pidieron que no haya diluvios como hace 2 años que causaron grandes daños y ahora se estaba presentando una sequía, se le había pasado la mano a Don Pedrito. La ciudad estaba conmocionada y la noticia se estaba regando como música de zancudos.
El padre Firmato en la homilía del domingo aprovechó para aclarar que el asunto de la santidad no es una cosa de juego y que sólo la iglesia puede dar ese título después de un riguroso proceso. La gente escuchaba al padre pero no le hacían caso.
Y llegó un día viernes en que nos reunimos las madres y algunos varones en el local comunal para tratar asuntos de interés social y para orar en comunidad. A la hora de rezar, les diré que yo estuve presente. La gente cada vez daba más testimonios sobre los milagros de Don Pedrito. Y una señora dijo, amigos Don Pedrito es un santo raro, está vivo. Otra dijo, pero ya tiene más de 80 años, ya está por morirse. Otra señora dijo, disculpen, pero yo lo veo paradazo, muy saludable, yo dudo que se muera pronto. A lo mejor hasta nos entierra a todos. La señora Eduviges, tomó la palabra y expresó, necesitamos renovar nuestra fe, la burocracia eclesial y celestial se ha amodorrado, se ha aburguesado. Siempre un nuevo mensajero, un intercesor avispado necesariamente provocará la atención, así que nuestro santoral está esperando a un nombre y a un hombre especial. La decisión es nuestra.
Y de pronto, una voz tímida propuso la solución indubitable con una pregunta, ¿y si le pedimos a Dios para que se muera Don Pedrito? Se hizo un silencio en el local, estábamos presentes casi 100 personas.
Y el espíritu, se difundió con un hálito de complicidad, de cinismo y de ausencia total de escrúpulos, y habitó entre nosotros. Y se empezó a escuchar un murmullo que devino luego en un coro enérgico de preces que hasta hoy retumba en nuestras conciencias: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado…”

CUENTO CORTO: "SALUD PARA TODOS" DEL BLOGGER ALFREDO GUERRÓN.

Alberto recibió la llamada de su amigo Carlos y éste lo invitó a visitar por la tarde a una de sus farmacias, una más de su cadena de establecimientos comerciales dedicados a ese rubro, que poseía en Lima. Conversarían al frío de unos whiskies. Convinieron para las 3 de la tarde. Alberto apagó el televisor, se duchó y se dispuso a salir. Mariella su esposa le preguntó, a dónde vas, y él le dijo la verdad. Salió en su auto, puso un disco compacto de Joaquín Sabina, se escuchó la canción “Más de cien mentiras” y enfiló por varias calles. Lima le pareció distante y aburrida.
Por fin llegó. Se acercó a la farmacia y la vió imponente. Estaba ubicada en el distrito de San Borja, donde moraban personas de clase alta. Lo vió a Carlos y se saludaron efusivamente. Carlos estaba feliz de lo bien que le iba en los negocios y en su vida de casado. Alberto le dijo que tenía su último libro de cuentos en imprenta y que tenía fundadas esperanzas de que le iba a gustar a la gente. Lo invitó a pasar a una oficina de lunas polarizadas que ubicada discretamente en un extremo del ambiente de la farmacia, permitía dominar el escenario y controlar la marcha del negocio. Se sentaron en unas sillas cómodas muy altas frente a una mesa, muy alta también y Carlos sirvió dos whiskies para empezar y presentó unos bocaditos.
En eso Carlos le dice, Alberto, ves a ese viejito que viene hacia acá, es Don Andrés. Entonces Carlos juntó sus manos tiernamente, tratando de atrapar a Dios, y le dijo, yo le pido a Dios que Don Andrés no se muera nunca. Alberto conmovido por la extraña y piadosa confesión, aunque quedaba la duda de etiquetarla además de sarcástica, le preguntó sonriendo, porqué. Y Carlos le comentó, cholo, Don Andrés es un jubilado. Debe ganar al mes unos 900 nuevos soles de Perú (unos 300 dólares). Y lo increíble es que su día de pago, que generalmente está programado dentro de la primera quincena de cada mes, cobra y viene a mi farmacia y gasta el íntegro de su mensualidad en medicamentos para la hipertensión, para el colesterol, vitaminas y para la artrosis. Se queda sin ni un solo centavo.
Alberto, comenzó a entender, ahora sí, el sarcasmo y le dijo, cholo, pero no seas malo, acaso nunca se te ha ocurrido explicarle a Don Andrés que existen medicamentos genéricos que son de igual calidad y de mucho menor costo. Con esa información, el viejito ahorraría y le quedaría dinero para otras necesidades. Carlos le dijo, ya le he dicho hermano, pero no entiende, él dice que lo barato sale caro y que lo último que haría es desacatar una orden médica. Además que no le puedo insistir demasiado porque le puedo caer pesado y puede terminar comprando todo en la farmacia de enfrente. Alberto, le dijo, dirigiendo la mirada a lontananza y soñando ese día, cómo me gustaría tener unos 50 clientes así como Don Andrés, ya no abriría todos los días, sería un trabajo por la puras. Esperaría el día de pago de los gerontes, ese día les invitaría un almuerzo a todo dar y después que me entregaran sus sueldos, ganaría, en un solo día, 5,000 dólares. Tú sabes que mi ganancia es 30 % del total. Además, me ahorraría gastos en personal y otros rubros. ¡ Salud, mi hermano ¡
César, estaba en una zona rural, en el poblado de Cerro Blanco, situado en la carretera hacia Huaraz, una bella ciudad de la sierra norte del Perú. Estaba cumpliendo el SERUMS (el Servicio Urbano Marginal de Salud), que es una obligación para los médicos peruanos. Al graduarse los galenos están obligados a trabajar un año en zonas rurales. El villorrio no tenía calles asfaltadas y apenas tenía 6 manzanas en total, con su Plaza de Armas por supuesto. En el pueblo se había corrido la voz de que la plaza se llamaba así en honor a un hijo de Cerro Blanco, Don Francisco de Armas, quien hace muchos años, inició una travesía a lomo de bestia desde Cerro Blanco hacia Huaraz, para hacer camino al andar, a la cual llegó después de muchos días. Lo trágico es que contrajo una fiebre que después causó su muerte. Y en su homenaje le llamaron a la Plaza del pueblo con su apellido. La verdad es que esa historia nunca se comprobó ni se desmintió. Algunos jovencitos del pueblo que ya estaban estudiando secundaria se mofaban de ese relato y lo llamaban la tomadura de pelo de la historia.
César, era el médico del pueblo y no se merecía ningún respeto de los aldeanos. Él nunca se preguntó porqué, solo se acostumbró a sentir el desprecio cotidiano como una especie de saludo. Él permanecía trabajando de lunes a viernes en la aldea y los sábados iniciaba la travesía, que equivalía a una hazaña, hacia la ciudad de Paramonga para no olvidarse de la civilización. Caminaba dos kilómetros hacia las afueras del pueblo y se sentaba en un murito, a esperar impacientemente el paso de algún auto, camión o camioneta para pedir que lo saquen de ese atolladero. En una ocasión, pasó un camión que llevaba trabajadores de zafra de caña hacia la ciudad. Paró cerca de él, corrió y le pidió al conductor que lo lleve. Le dijo, amigo, soy el médico de Cerro Blanco y quisiera que me lleve, le pagaré. El chofer le dijo que no lo iba a llevar. César, pensó que era broma, y trató de aclarar la solicitud. Le dijo, disculpe, yo no deseo que me lleve en la cabina de pasajeros, que dicho sea de paso estaba vacía, aunque sea lléveme en la tolva de atrás. Y el chofer con todo el placer del mundo le dijo, no lo voy a llevar. César lo miró desconcertado, y ese día certificó el odio de los villanos hacia él o tal vez hacia todos los médicos. Lo volvió a mirar y recordó para siempre esa cara de sevicia con una extraña cicatriz en la frente que le cruzaba como un cauce y que le daba un aspecto de maldad que en ese momento lo graduaba de experto en esos menesteres.
César se lamentó de estar en esa situación. Y pensó, que huevón, yo pude haberme exceptuado de este Servicio de mierda, pero quise venir a servir a mi país y miren el trato que recibo de estos indios hijos de puta. La única esperanza era que el servicio duraba un año y ya le faltaban tres meses.
César esperó tres horas a la vera del camino y finalmente un ingeniero, muy gentilmente, lo llevó en la parte de atrás de una camioneta y tuvo la brillante oportunidad de sentir el frío (más ¿escalofriante?) de su vida provocado por la velocidad, la tolva descubierta y la ausencia de abrigo (apenas tenía puesta una chaqueta blanca de manga corta y muy delgada).
Pasaron los meses y un jueves a las 4 de la tarde, César estaba leyendo una revista en la sala de emergencias del Hospital Rural. Y agradecía la experiencia de haber realizado operaciones como la extirpación de apéndice y alguna cesárea. Con lo cual ya había salvado algunas vidas.
De pronto se escuchó que llegó una moto al pueblo y se estacionó frente al Hospital Rural. Bajó un joven y ayudó a entrar a un señor que caminaba a duras penas. El joven dejó sentado al doliente e ingresó gritando, doctor, doctor, por favor salve a mi padre, tiene un cólico que lo está matando. César le dijo al enfermero que lo traiga en silla de ruedas al paciente y lo coloque en una camilla. Luego se acercó a atenderlo, el paciente se retorcía de dolor y un rictus dominaba su cara y la deformaba. El primer diagnóstico en el que pensó fue apendicitis, que corroboró con un examen físico y con un hemograma. Se dispuso a operarlo cuando vió lo inolvidable, la cara de sevicia con una extraña cicatriz en la frente que le cruzaba como un cauce y que le daba un aspecto de maldad. Y, no pudo evitarlo, se le acercó y le dijo, amigo se acuerda de mí…haga memoria… la vera del camino…su camión…el pedido para que me lleve…y su negativa tajante…Usted tenía la sartén por el mango… El paciente empezó a sudar frío. Míreme bien, se acuerda de mí ¿o no? Usted …¿nunca se puso a pensar en la casa del jabonero?... ¿nunca se puso a pensar en que el mango de la sartén cambiaría de dueño?... ¿no reparó en las vueltas que da la vida, no? …Mírame bien indio de mierda, ahora ¡¡ Yo soy el chofer ¡¡. Yo solo necesitaba que me lleves a la ciudad y ahora tú solo necesitas que yo te salve la vida. Que increíble ¿no?... Y a todo esto …¿qué crees que debo hacer?
Muchachos, si habíamos pensado hacernos millonarios en unos 10 años, les doy un notición, seremos millonarios en apenas 2 años, como lo oyen, 2 años. El Dr. Villarreal, director de la clínica donde trabajaba Javier, apretaba frenéticamente la copa de champagne y desorbitaba los ojos para empezar a explicar a su cuerpo médico el camino corto y cómodo hacia lo más parecido a la felicidad, ser millonarios. Les dijo, muchachos, el laboratorio Tufarm nos vende la azitromicina a 10 dólares cada tableta. Y Dios nos ha puesto en el camino a un empresario farmacéutico hindú que nos ofrece la misma azitromicina a 50 centavos de dólar y me ofrece ponerle un nombre exclusivo de nuestra clínica para que no se confunda con la azitromicina que consumen los piojosos en los centros médicos del estado. Y aquí viene la idea genial que me la ha sugerido nuestro asesor financiero, la azitromicina se la venderemos a los seguros a 10 dólares cada una. Y así desfilarán los otros medicamentos, los antibióticos, los medicamentos para la presión arterial alta, para la diabetes, para el colesterol alto, para el reumatismo, para la osteoporosis. Nos llenaremos de plata.
Muchachos, ¡¡ Salud para Todos ¡¡